viernes, 3 de febrero de 2012

El Abominable Doctor Phibes (1971) - Robert Fuest

El inmortal Vincent Price, leyenda eterna del cine terror, encarna en esta oportunidad a uno de los personajes más entrañables, terroríficos y horrorosos que haya interpretado, el doctor Phibes, un personaje retorcido, sórdido y bizarro, un auténtico personaje abominable que buscará venganza incansablemente hacia quienes él considera que son los responsables de la muerte de su amada esposa, a quien venera y adora aún después de muerta. Es Phibes uno de sus personajes más atractivos, de características muy singulares que lo coinvierten en un memorable villano, si bien no llegue a gozar de tanto relumbrón como otros inmortales personajes. Vincent Price se encarga de lucirse en una actuación inaudita, en la que no mueve los labios durante todo el metraje para hablar, sino que nos transmite sus líneas a través de una grabación, y, en la cinta, a través de un aparato que él mismo, imposibilitado de hablar, fabrica para poder expresar sus pensamientos. Un doctor desequilibrado, organista, experto y erudito en temas de religión, es quien materializará las más pesadillescas formas de tortura a los desafortunados con quienes él busca saldar cuentas, y lo hará de las más inverisímiles maneras en que cristaliza las plagas bíblicas con que se castigó al pueblo egipcio. Robert Fuest dirige este filme, sin lugar a dudas un ejercicio de terror memorable e inmortal, y que ocupa lugar de privilegio en la dilatada y distinguida filmografía de unos de los más grandes íconos del cine terror.

       


La cinta inicia con una enigmática escena de un hombre en un traje oscuro que toca incansablemente el órgano, una suerte de frenética y angustiosa melodía. Instantes después, se aprecia que los miembros de su banda, son en realidad muñecos, artificiales seres, y a unos metros una dama vestida de blanco danza, en un ambiente singular y elegante, del que luego se retiran. Después, en otro lugar, un hombre duerme en su cama, y a continuación se da con la sorpresa de numerosos murciélagos que son liberados en su habitación, el personaje oscuro ha sido el responsable. Es Londres, la policía está confundida, mientras el extraño personaje, Phibes, coge retazos de piel, orejas, arma literalmente su rostro, y vuelve a tocar el órgano. Este personaje luego se encarga de perpetrar el asesinato de otro hombre, en una elegante fiesta de disfraces, a quien una inmensa máscara de rana presiona el cráneo hasta matarlo, y después, asistido por su ayudante, a quien Phibes llama Vulnavia (Virginia North), inyecta a otro hombre una sustancia que lo liquida. La policía sigue sin saber qué está sucediendo, pero unos amuletos, que siempre carga el oscuro sujeto, les dan indicios. Son unos amuletos que el asesino siempre porta, la policía rastrea los elementos hasta que un especialista en la materia afirma que representan las diez plagas bíblicas a Egipto, son los emblemas que el asesino utiliza, y que, al fin, habla por primera vez, a través de un singular megáfono, para adorar a su difunta esposa.






Se identifica al singular asesino como el Doctor Phibes, cuya esposa murió años atrás, el patrón de asesinatos parece sencillo de seguir, está eliminando a todos los galenos que se involucraron en su muerte. Phibes perpetra otro asesinato, eliminando a otro doctor con hielo, “granizo” artificial. Los inusuales asesinatos continúan, el inspector Trout (Peter Jeffrey) encabeza la investigación, un hombre piloteando un avión muere al aparecer muchas ratas en su cabina, otro fenece atravesado brutalmente por una escultura de unicornio. El Doctor Vesalius (Joseph Cotten) conoce de cerca a Phibes, estuvo directamente involucrado en lo ocurrido a su esposa, principal responsable, ayuda y colabora con la policía, protegen a la siguiente víctima, una enfermera que cuidó de la señora Phibes, pero el desquiciado viudo la elimina con una plaga de langostas devoradoras. Vesalius se angustia cuando su primogénito desaparece, llega hasta el cuartel general del sicópata, donde el infeliz niño está anestesiado, como la señora Phibes lo estuvo. Phibes lleva a cabo su retorcido plan, ha introducido en la caja torácica del niño una llave, la llave que puede liberarlo, antes que una carga de ácido caiga encima y lo ultime; Vesalius debe actuar rápido y operar. Es la ultima muerte, Vulnavia está destruyéndolo todo, pero Vesalius logra salvar a su primogénito, Phibes desciende hasta un recinto subterráneo, donde se sumerge en un sueño perpetuo, desapareciendo del alcance de la policía.





Culmina así una cinta delirante, impactante e inolvidable, en el que apreciamos a uno de los personajes más aberrantes jamás antes presenciados, el verdaderamente abominable Doctor Phibes, que arrolla todo lo que se ponga en su delante con tal de concretar sus planes de venganza por su esposa muerta, a causa de lo que él considera fueron negligencias médicas. Ciertamente es uno de sus personajes más memorables, el deforme doctor que está loco, su insaciable sed de venganza hace que perpetre los más inverosímiles asesinatos, esto respondiendo a otra característica que hace muy atractivo e irresistible al personaje. Y es que Phibes no es cualquier lunático, es un doctor, es un músico, organista especialista en religión, un erudito en la materia, y de la forma más bizarramente poética, elige, para ajusticiar a quienes lo dejaron viudo, materializar las diez plagas de la biblia para castigar a todos y cada uno de los responsables de la sensible pérdida de su amada. Así, no estamos frente a un demente cualquiera, es un hombre de letras, un estudioso, atormentado erudito que pierde la cordura junto con su esposa, y a quien un terrible accidente ha convertido, literalmente, en un monstruo, aberrante ser que ya ha dejado de ser humano, y que ha convertido su clase y distinción en la más purulenta de las sofisticaciones, manteniendo el delicado gusto y sensibilidad del artista, tocando su órgano en su singular, extraño, estrafalario pero siempre elegante cuartel general, ayudado por su muda Vulnavia. De esa forma vemos las delirantes y clásicas secuencias del estupendo Vincent Price, investido todo de negro, tocando en el órgano las más angustiosas melodías, con una banda de fríos maniquíes, secuencias para el recuerdo, que más de una vez han sido imitadas o parodiadas, y es que se trata de un personaje memorable, el libresco y artista doctor desequilibrado que está, literalmente, trayendo las plagas bíblicas al siglo XX, un estudioso desquiciado está trayendo los tiempos del antiguo Egipto a la edad contemporánea, impresionante.








El deforme y atormentado ser, es un auténtico monstruo, un impensado accidente le ha dejado sin rostro, su faz ahora es una artificial conjunción de pedazos de piel, orejas, nariz postizos, una peluca, conforman el rostro de un ser por demás retorcido, completamente inhumano ya. Es remarcable ver un papel que es interpretado en su totalidad sin que el actor vocalice, sin que, realmente hable, y eso es lo que hace Price, interpretando a un Phibes que es incapaz de hablar, y que transmite y exterioriza sus pensamientos a través de un megáfono que es invención suya que se conecta a un orificio en su cuello, solo así puede expresarse ante los demás, y es sórdido oírlo “hablando” de esa forma, e incluso bebiendo y comiendo a través del mencionado orificio, es toda una aberración, una abominación, es el abominable Doctor Phibes. Es por esto que uno de los elementos más característicos, distintivos e inmortales de Price cobra más fuerza que nunca: su voz. Esa inconfundible voz se vuelve el centro de atención, pletórica, entrecortada voz que profesa adoración por su esposa, al no mover su boca, su presencia es hierática, esto refuerza esa presencia, lo cual incrementa la dosis de terror, terror y misterio sin palabras, su histrionismo es más patente y latente que nunca, y un siniestro Price se luce en el género en el que es un dómine. Recluido en su anacrónica habitación, la más estrafalaria de las locaciones, únicamente acompañado por su incondicional y muda también Vulnavia, se encarga de esparcir muerte y terror para quienes lo perjudicaron, el culto doctor se ha vuelto un singular psicópata, pero su patología nunca está exenta de la sofisticación y distinción propias de un erudito, un erudito desquiciado, que vuelve tan atractivo a Phibes, haciendo su singular música, bailando Vulnavia cerca a él, y sumergiéndose, en el final, en un imperecedero viaje onírico junto a su esposa, a la espera de que llegue el momento de resurgir y de que el terror con él vuelva. El director Fuest realiza una notable puesta en escena, acompaña a Price con Joseph Cotten, muy buen actor que es recordado por algunas colaboraciones con Hitchcock, Welles, entre otros gigantes cineastas, pero, como todos, sirve de mero acompañamiento al innegable centro de atención, el abominable y aberrante villano, el Doctor Phibes, unos de los mejores personajes de terror que se haya visto de Price, un verdadero emblema del cine terror.







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