sábado, 24 de diciembre de 2011

Zelig (1983) – Woody Allen


El por momentos ingenioso Woody Allen nos entrega esta cinta, donde nos narra la inverosímil historia de un camaleón humano, un sujeto llamado Leonard Zelig que tiene la increíble capacidad de metamorfosearse en otro ser humano, simplemente por estar cerca a él. Todo un prodigio humano, despierta instantáneamente asombro en la comunidad científica, y en el público en general, siendo una doctora la que se interesa en mayor medida por él, inicialmente como un interés para su carrera médica, pero luego enamorándose de él y convirtiéndose en su esposa. La cinta mezcla muchos de los recurrentes elementos de la comedia de Allen, sus tópicos obsesión, como la sexualidad, la identidad, algo de jazz, análisis psicológico de sus personajes, naturalmente una no menor dosis de auto análisis que se hace, cosa que siempre negará, con tanta insistencia como evidente resulta eso en sus cintas. Es una comedia que cuenta con innovaciones técnicas que la hicieran digna de cierto respeto en su momento.

    


Nos situamos en 1928, unos individuos salen hablando de un personaje famoso y controversial, con imágenes en blanco y negro, se presentan las primeras noticias de Leonard Zelig (Allen). Primero como un modesto hombre entre aristócratas, luego un impostor en un juego de béisbol, también en un restaurante de gánsteres, capta la atención por su capacidad de transformarse, es seguido y capturado, y la doctora Eudora Nesbitt Fletcher (Mia Farrow) se interesa en su caso. Estos y otros sucesos nos lo cuenta una voz en off a modo de documental, así como testimonios en imagen contemporánea de los supuestos involucrados. Ya capturado, es estudiado, la doctora averigua su niñez, donde sufrió traumas y maltratos por parte de su padre y familia entera, y asombra por sus transformaciones a la comunidad científica y al público. El definido como camaleón humano es estudiado con la hipnosis, se averigua que muta por su inconsciente necesidad de gustar a los demás, de sentirse aceptado y no ser diferente. Zelig se convierte en una atracción casi circense, es el centro de atención, motivo de una canción y hasta una película. La doctora Fletcher, que antes de dedicarse a la medicina tenía la afición de aviadora, sigue luchando por su custodia, mientras Zelig desaparece, pero es reconocido en una gran congregación religiosa, y es capturado de nuevo.



La doctora, después de rechazar ofertas de matrimonio, se lo lleva a su casa, donde acondiciona un ambiente para estudiarlo, un cuarto blanco con cámaras y micrófonos para documentar la investigación. Ella pretende hacer historia con este trabajo, pero avanza poco en su cometido. Zelig, automáticamente, afirma ser doctor, psiquiatra como ella, la doctora se frustra. Hasta que le da de su propia medicina, haciéndose ella pasar por él. Prosigue con la hipnotización, y descubre la admiración sentimental de Zelig hacia ella, que le corresponde. Pasan tres meses, y Zelig dio un giro total cuando los científicos, para realizar un chequeo, comprueban que es muy asertivo, la cara opuesta del antiguo sujeto. Al parecer curado, el paciente convierte a la doctora Fletcher en la sensación de la medicina, y se comprometen, son famosos, planean casarse, y cuando están a punto de hacerlo, aparece primero una mujer que afirma tener un hijo de Zelig, luego otra, y luego personas que afirman haber sido perjudicadas por una de sus personalidades. Pide disculpas, y desaparece, por meses se desconoce su paradero, Eudora va perdiendo las esperanzas, hasta que, en medio de un discurso de Hitler, en plena consolidación nazi, lo reconoce. Va a buscarlo, interrumpe el discurso en Múnich, ambos escapan en un avión piloteado por el camaleón, se casan, y la voz en off nos cuenta que Zelig murió sintiéndose realizado.



Interesante la forma en que Allen presenta su historia, permite situarla muy correctamente con el recurso de falso documental, una voz en off y testimonios de los supuestos involucrados, con imágenes deterioradas que nos remontan a los años 20 primero, luego a los orígenes del nazismo, entre otras épocas. Esto le permite explorar y jugar a Allen con la presentación del cine mudo, del cine clásico, Allen es un director que tiene algunos grandes aciertos, uno de los engreídos de Hollywood, pero que, personalmente, me agrada que en esta película no haya utilizado esa supuesta sofisticación suya, muy artificial e insípida a mi gusto, con la que hace delirar a su público objetivo, los críticos hollywoodenses, pero más aún, me alegra que en esta oportunidad no haya recurrido a esos tan de mal gusto homenajes a los titanes europeos Federico Fellini y sobre todo, al sueco Ingmar Bergman, a quien este yanqui (que, ciertamente, es un judío yanqui) no se cansa de afirmar que admira con intensidad, pero cuyos, podríamos llamar homenajes, me parecen muy inadecuados, de muy mal tratamiento, superficiales y vacíos. Dicho esto, hay detalles para apreciar en su cinta, como las superposiciones de imágenes con las que logra el inaudito efecto de ver al director junto al mismísimo fuhrer, lo vemos sacando de quicio a Hitler, una técnica que luego sería utilizada en otras películas, como Forrest Gump, viendo a Tom Hanks con John Lennon. Inevitable pensar en la dosis de auto análisis de la cinta, hablándonos de una personaje inseguro y ávido por agradar al público, a los demás, acaso un alter ego del director. Película atractiva, aunque moderadamente. Aceptable trabajo del irreverente Allen.


4 comentarios:

  1. Quemaste bien ah, excelente crítica, alturada y con un punto de vista parcial, como debe de ser, lo del gusto lo dices para que luego se sienta más intenso el ¨mal gusto¨...

    ¨...al sueco Ingmar Bergman, a quien este yanqui (que, ciertamente, es un judío yanqui) no se cansa de afirmar que admira con intensidad...¨(como tú comprenderás).

    Saludos

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  2. Me alegra que sepas apreciar lo bueno.

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  3. apreciar.
    (Del lat. appretiāre).
    1. tr. Poner precio o tasa a las cosas vendibles.
    2. tr. Aumentar el valor o cotización de una moneda en el mercado de divisas. U. t. c. prnl.
    3. tr. Reconocer y estimar el mérito de alguien o de algo.
    4. tr. Sentir afecto o estima hacia alguien.
    5. tr. Reducir a cálculo o medida, percibir debidamente la magnitud, intensidad o grado de las cosas y sus cualidades.
    6. prnl. desus. preciarse.

    MORF. conjug. actual c. anunciar.

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  4. Me voy a bajar la película para verla otra vez !

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