jueves, 22 de diciembre de 2011

Mata Hari (1931) – George Fitzmaurice


Inolvidable película con unos de los mayores mitos femeninos que el cine ha tenido el gusto de tener en sus filas, y que nosotros tuvimos y tenemos el gusto de apreciar, la querida e inolvidable sueca Greta Garbo. Una cinta cuyo director no se puede rastrear fácilmente, George Fitzmaurice, al menos no tan fácilmente como otros personajes, no es tan conocido ni ubicable en el firmamento hollywoodense, por lo que la leyenda de la Garbo se incrementa, en esta cinta en la que la belleza nórdica se roba toda la atención, encarnando a la legendaria espía en la Primera Guerra Mundial, Mata Hari, bailarina de enorme belleza, de encanto sin límites, que aprovechará sus atributos para su propia conveniencia, para su bando, hasta que, repentinamente, llega el amor a su vida. La Garbo tiene un lucimiento personal como pocos en esta cinta, muy bien ataviada, regia e imperial, y es que se luce con aditamentos propios de la realeza, joyas únicas, realizando números de baile, siendo casi una reina adorada por todos, la Garbo es una estrella que fulgura inconmensurable en el firmamento, y en este filme la vemos radiante como pocas veces, un auténtica diva del cine en sus albores, inmortal fémina del ecran, que brilló en este arte en los días en que aún estaba dando sus pasos iniciales, cuando una diva con todas sus letras todavía no aparecía, eran los días de Greta Garbo.

       


La historia nos sitúa en Paris, en los años finales de la Primera Guerra Mundial, el teniente Alexis Rosanoff (Ramon Novarro), un experimentado pero joven aviador, está terminando una misión, y está más que ansioso por ir a ver el espectáculo del momento, ver bailar a Mata Hari. Después de ver el vistoso número de la bailarina, todos quedan deslumbrados con su belleza y talento, y aunque es de orígenes inciertos, todos tienen que ver con ella, y brindan a su salud. Después del espectáculo, ella habla con el general ruso Shubin (Lionel Barrymore), el único que sabe su identidad de espía alemana, enamorado de ella, pero cansado de su clandestina situación. Siempre el centro de atención, va con su grupo a apostar a un gran casino, hasta donde la sigue Rosanoff, obsesionado con ella, se le declara, la corteja, y aunque parece haber atracción, ella lo rechaza, afirma estar muy ocupada. Hay preocupación en Shubin, que depende totalmente de Mata Hari, y las autoridades sospechan de las actividades espías de ella, hasta el punto que el oficial francés Dubois (C. Henry Gordon), le dice directamente sus sospechas, y le pide que investigue a la mujer, lo cual lo tiene tenso y preocupado, pero ella está tranquila, imperturbable. Después, Mata Hari va a ver a Rosanoff, lo seduce y oculta unos importantes documentos, los cuales un sujeto, que irrumpe después silenciosamente, se lleva.



Mientras tanto, otra agente secreta llamada Carlotta (Karen Morley), es removida de su misión y enviada a otra por su jefe, Andriani (Lewis Stone), donde la muerte es segura, es su castigo por haberse enamorado, y es una advertencia a Mata Hari, que parece enamorarse también de Rosanoff. El celoso Shubin se entera del idilio que mantiene con el aviador, y en un arranque de celos, llama por teléfono para delatarla y decir toda la verdad, así como asegurar la muerte de Rosanoff, y ella lo liquida, está genuinamente enamorada e interesada en Alexis, que llega minutos después a la habitación, pero debe irse por su propia seguridad, y al encontrar los oficiales franceses el cadáver de Shubin, creen que fue un suicidio. Después, Rosanoff tiene un accidente aéreo, y la preocupación por su estado hace que Mata Hari renuncie, va a ver al herido, encontrándolo en mal estado y con probabilidad de quedar ciego. Se le abre un juicio por sus actividades de espía, y aunque se lucha por lo contrario, es encontrada culpable, y condenada a morir por fusilamiento. Alexis va recuperándose poco a poco, hay esperanzas que recobre la vista. Mata Hari, sabedora de su condena, resignada, le miente diciéndole que debe ser sometida a una operación de moderado riesgo. Llegado el fatal momento, Mata Hari se despide de Alexis, ignorante del destino de su amada bailarina, que finalmente camina acompañada por el pelotón que va a poner fin a su existencia.



Y bueno, si se va a interpretar a una mujer con características de extrema belleza, de mujer fatal, fría y misteriosa, pero que puede volverse candente e incendiarse también de amor, considero que nadie, nadie de esa época, y probablemente de otras varias épocas, habría sido tan idónea como la maravilla nórdica, la llamada Esfinge Sueca, la inmortal y bella Greta Garbo, a la que vemos aquí magnificada, hermosa como pocas, con una parafernalia impresionante, casi agasajada en las vestiduras, utilizando vistosos (pese al blanco y negro) y finos vestidos, alhajas, zarcillos de alguna reina hindú, la Garbo se desliza en prendas propias de la realeza. Pocas veces veremos un lucimiento personal tan desbordante como el de la querida Greta en este filme, radiante, joven, hermosísima, enaltecida con algún precioso primer plano, misteriosa, enigmática e impredecible, una imperial mujer, irresistible belleza que hace recordar lo mejor de los años dorados del cine, cuando estamos ya a ocho décadas de distancia de la producción de esta cinta. Como muchas otras veces, la historia original, de la espía bailarina Mata Hari no es respetada cabalmente, y como otras sendas ocasiones, mencionaré que eso no es lo primordial en una película, pues el que desee aprender de historia, debe consultar un texto sobre el tema, y no al cine, esto por supuesto, sin llegar a extremos de destrozo o arbitrariedad en ese proceso. Termina siendo aceptable la puesta en escena del director, con la beldad sueca en papel de espía, que seduce a todos los que se propone, altos mandos de la guerra están comiendo de su mano, fría e inalcanzable, hasta que, claro, el amor llama a su puerta. Cuenta la leyenda urbana que existe una versión censurada, otra gracia que agradecer a la censura, en la escena del baile adoración a Siva, supuestamente existe un corte de la película con un baile más convincente y sensual, censurado por esto mismo. El hecho de esta posibilidad convierte a la cinta en más mítica, y, sea cierto o no, tenemos una joyita de cine clásico, de privilegiado lugar entre la extensa producción de la diva de un Hollywood que por esos años estaba en pañales. Estupendo trabajo, inolvidable Garbo.

 

   

     

     


 

    


  


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