martes, 27 de septiembre de 2011

El Año Pasado en Marienbad (1961) – Alain Resnais

Una película muy diferente a lo que uno está acostumbrado a ver normalmente, una película que sobresale y da un paso al frente entre lo común y corriente, una película de vanguardia. Este filme tardó más de la cuenta en ver la luz y ser estrenada, y la historia detrás de ese oculto problema es rica. Seis meses pasó en la oscuridad el filme, condenada inicialmente a no ser estrenada pues se consideraba una tomadura de pelo excesiva para el público. Increíble aserción al inicio; después de verla, entendible, pues el filme es un desafío total a todo convencionalismo, y las primeras proyecciones de que fue motivo fueron privadas, para personalidades de la talla del cineasta italiano Antonioni, y los literatos Sartre, y André Bretón. Finalmente se estrenó tras la buena acogida que tuvo en el Festival de Venecia, algo un tanto paradójico pues Francia e Italia no pasaban por el momento de mejores relaciones. El escritor Alain Robbe-Grillet fue uno de los más fervientes gestores de que este filme finalmente viera la luz. La película es una obra maestra, una pieza de arte total, de una narrativa tan original como descomunal, que rompe con todo lo que pueda estar establecido en lo que a actuaciones se refiere, expresión audiovisual sobresaliente, armónica, escenarios barrocos cuidadosamente elaborados, y un trabajo de cámara impecable que caracteriza a uno de los grandes maestros del montaje. Para resumir un poco, película estupenda, de obligado visionado que provocará un sentido deleite en el espectador correcto.



       


Esta película es una de esas muy pocas cintas en la que la trama puede ser tranquilamente dejada de lado, más aún, una de esas escasas películas que puede llegar a prescindir de la trama, y aun así su contenido, su expresión visual, es tan riquísima que compensaría la ausencia total de la primera. La afirmación anterior puede sonar descabellada para algunos puristas, pero igual de descabellada les resultaría a esos individuos esta película, que tiene en la poética visual del maestro Resnais una de sus piedras angulares. Dicho esto, comencemos con el desarrollo del filme, que se inicia con un aletargado viaje por barrocos rincones de una residencia, apreciaremos detalles finísimos y una perfección formal en las imágenes que no pararán hasta el final de la película. Una voz en off casi etérea acompaña el surreal viaje en que nos introduce la cámara, tiene lugar una obra teatral con diálogo entre un hombre y una mujer, es una situación poética y declamatoria, como lo es el filme entero. Los diálogos, comparados con la expresividad de las imágenes y los barrocos decorados, quizás puedan ser tomados por algunos como banales, y es que, como mencioné, por momentos la trama se olvida en función del espectáculo visual que se presencia. En una muy elegante y distinguida residencia, una reunión de chics tiene lugar, juegos de cartas, bailes, esmóquines, galantería.







La total inactividad que vemos la mayoría del tiempo en los personajes secundarios crea una atmósfera onírica y surreal, estos personajes acompañan estáticamente la narración, y en medio de esto se da lo que podría llamarse la trama principal: un hombre (Giorgio Albertazzi) encuentra a una mujer (Delphine Seyrig), y le dice que se conocieron hace un año en Marienbad, se amaron y ella le dijo que lo esperara un año para seguir con su idilio. Ella afirma no recordar nada de aquello. Sigue persuadiéndola, y en uno de sus encuentros la conduce por un hermoso e impactante jardín, cuya perfección es geométrica, Resnais cuida cada detalle de manera que cada imagen es como un pequeño, o inmenso poema. Los personajes, de los cuales jamás sabemos sus identidades, prescinden de nombres u otros ornamentos, son cosas innecesarias para la historia. En otro momento, el hombre conduce a la mujer, a través de su narración, a la habitación de ella, hermoso cuarto inmaculado, mientras la mujer todavía asegura no recordar nada de lo por él mencionado. Surge también otro personaje, otro hombre que aparentemente domina todo, y a todos (Sacha Pitoëff), y tiene una extraña relación con la dama. Avanza la cinta, la indecisión hace presa a la mujer, que poco a poco va aceptando y reconociendo que el suceso ocurrió hace un año en la locación mencionada, mientras el segundo hombre le exige explicaciones. Sorpresivamente, el segundo hombre le dispara a la mujer, pero esto queda atrapado en un escenario irreal, pues los escenarios parecen ser creados por el primer hombre, que narra todos los eventos. Finalmente, ella acepta recordarlo todo, acepta que todo sucedió, pero pide más tiempo; en el punto más álgido, ambos se van juntos, mientras el segundo hombre los observa alejarse, ahora su narración, el mundo creado por el primero, es la realidad.














El análisis estético y audiovisual del filme resulta tan amplio como descomunal lo es la presentación del mismo. Es realmente deliciosa la forma en que utiliza a los actores, su total inactividad, convierte a los personajes secundarios en vivientes e inmóviles partes del atrezzo, esa inactiva actuación de los actores de reparto se traduce en una presencia hierática, casi de escenografía, y refuerza una imagen impenetrable de ese mundo. Asimismo, el uso constante de las estatuas potencia el trabajo antes mencionado, una manera de eternizar el momento, de perpetuar esa delicada pero firme elegancia. Los numerosos elementos que conforman la distinguida escenografía incluyen, entre otros, barrocos corredores, espejos, elegantes arañas y candelabros, cortinas, y todo complementado con una poderosa música, penetrantes melodías de órgano, casi fatalistas, casi fúnebres, lo cual, sumado a lo anterior, termina generando una sensación de un barroquismo muy hermético. La manera en que se hacen prescindibles los nombres, la manera en que la trama puede ser dejada en un segundo plano en función de la hermosa estética y presentación audiovisual, nos plantea una película que claramente es mucho más poética que narrativa, más visual que lineal, y ahí radica gran parte de su hermosura, de lo descomunalmente atractiva que es, es un atractivo muchas veces oscuro, lóbrego, misterioso, onírico, solemne, y en ello apreciaremos unos poderosos claroscuros, y en los casos más sorprendentes, claroscuros utilizando a los actores... claroscuros usando humanos, soberbio.






Otro detalle destacable es que no sólo los interiores de la barroca residencia son impactantes, pues la belleza formal de la técnica de Resnais también se manifiesta en los exteriores, como en el hermoso e inmenso jardín, cuya simetría roza la perfección, una etérea armonía, todo reforzado por al constante y abrumador acompañamiento musical, presente en la mayor parte del filme, todo colabora para ese atrapante ambiente onírico. Otro detalle, infaltable en Resnais, es por supuesto, el excelente trabajo de cámara, la cámara recorriéndolo todo, una narración visual absoluta, siempre notable Resnais en ese aspecto, excelentes los “viajes guiados” de cámara en los que nos adentra uno de los especialistas en la materia. Otro detalle que mencionaré de su más que agradable presentación visual, es la capacidad creadora de imágenes de la que hace gala el realizador francés, la utilización de los espejos como elementos para multiplicar objetos, y  multiplicar las posibilidades de presentación de los mismos, es una fuente inagotable de poesía visual. Asimismo, la manera en que el director juega con la realidad nos atrapa, pues todos los escenarios prácticamente son elaborados por el primer hombre, él los recrea conforme va narrando los hechos, que a veces se traducen en las reminiscencias de la mujer. Las conversaciones que tienen, son conversaciones “multi ambientes”, pues cambian de escenario a cada segundo, la realidad se vuelve algo manipulable, y es manipulado por el hombre, quien es el que acaba generando el escenario final, su historia que ahora se vuelto real. Como mencioné, y como pienso que queda relativamente evidenciado luego del análisis que he esbozado, el filme es marcadamente mucho más poético que narrativo, es una delicia audiovisual, es un trabajo descomunal que atrapa de inicio a fin. Obra maestra, de lo mejor de Resnais, cinco estrellas. 


 

   



9 comentarios:

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    1. Gracias a ti por visitar el sitio. A seguir disfrutando el mejor cine.

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  3. Tengo muchas ganas de verla pero no la he podido encontrar... ):

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  4. Impecable tu análisis, reflexiono acerca de la época de realización.
    Buscaré su banda sonora musical. Gracias

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    1. Agradezco tus palabras, es de mis filmes predilectos..

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  5. Es dificilisima de entender,eso sí visualmente es agradable, pero esos saltos adelante y atras en el tiempo desorientan mucho, aún debo verla otra vez, a ver si la consigo entender.

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    1. Un gran clásico, una de mis favoritas de Resnais, plenamente difrutable e influyente.

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