miércoles, 7 de septiembre de 2011

Medea (1988) – Lars Von Trier

El singular danés Lars Von Trier es un director que no necesitó de hacer muchas películas para prontamente encontrar su definido y marcado estilo, tanto narrativo como audiovisual. Von Trier puede darse el lujo incluso de que su estilo no debe definirse, sino debe ir experimentando en su camino, debe ir creando nuevas maneras, esto lo convierte en un director interesantísimo, y uno de los puntas de lanza del cine contemporáneo. Cuenta Von Trier con una ventaja que todo cineasta desearía tener: es heredero de Dreyer, el legendario director que es la referencia del cine danés. Pues bien, en esta ocasión Von Trier nos presenta una de las más trágicas historias de la antigüedad, Medea, que tiene la anécdota de ser un guión del mismísimo Dreyer, al que Lars le dará su dirección, con estrecha colaboración y comunicación constante con el mítico Dreyer, bueno, eso es lo que afirma Lars. De cualquier forma, Lars nos muestra una obra que centra su fuerza en el poder visual que despliega, en la comunicación que transmiten sus fuertes y expresivas imágenes. Sus bien utilizados claroscuros, el uso del elemento agua, los fondos sicodélicos, el excelente empleo de las sombras, a las que dota de una preeminencia prácticamente igual que la de los propios protagonistas, recrean escenas oníricas, una atmósfera surreal, esto es ya un sello de Von Trier.  




Comienza Von Trier su particular visión del universo de Medea presentando una imagen de ella (Kirsten Olesen) en la playa, sumergida en agua, vestida completamente de negro, con el cabello recogido, apariencia que mantendrá casi todo el filme. Luego de ese inicio, vemos el alucinante logo/título del filme, seguido de una narración en texto de la traición y abandono de Jasón a Medea. Comienza después ya la acción, directamente con Jasón (el gran Udo Kier) y Glauca (Ludmilla Glinska). Es notable la secuencia del destierro a Medea, es densa, es nebulosa, con una voz en off incluida, lo cual dota de mayor densidad a la secuencia, es un buen logro del danés. También para remarcar es la secuencia del contrapicado submarino, esto ya es interesante pues el elemento agua como elemento narrativo-descriptivo es siempre utilizado por Von Trier, que siempre aprovecha todas las posibilidades visuales de este fresco recurso, como cuando usa el reflejo del agua para presentar las imágenes. Von Trier es un director que desconoce la comunicación visual convencional, y elabora secuencias con fondos sicodélicos que generan un fuerte efecto visual, dotando de poderosa identidad a sus personajes, así como a sus escenarios. La escena de Medea caminando por el desierto también es buena, vemos a Medea en una caminata sin esperanza, camina a la perdición. Me interesa también el aspecto de la Medea de Von Trier, completamente de negro, que contrastará con muchos escenarios, es una apariencia que me recuerda mucho a Liv Ullman en Persona, del gigante Bergman. No es mi hipótesis descabellada, pues la herencia de Dreyer en Bergman también es notable.


 





Las secuencias finales son alucinantes también y ricas en simbolismo, como ver a Medea con sogas, cargando un yugo, es ya esclava del yugo de la furia que provocó la traición de Jasón, y este momento es magnificado y llevado al clímax con las clásicas superposiciones de planos utilizadas por Von Trier, todo esto tras el asesinato de Glauca con la corona envenenada. Llegamos así a la secuencia final, la del abyecto y abominable crimen de Medea, el cual es retratado con extraña mesura, con una parsimonia abrumadora, sonorizado con cantos de ave, es la más ruin de las maldades, realizada con brutal tranquilidad, casi con dulzura. Finalmente vemos el poderoso simbolismo de Medea con el cabello suelto por vez primera, está liberada, está desenfrenada, todo está consumado, y el cabello suelto es el símbolo de esa liberación, de ese desenfreno que finalmente ha roto las ataduras. Vemos los planos finales, y, claro, una superposición final: el cadáver de Jasón. Es esta película un agradable ejemplo del poder visual de este danés incontrolable, de este comunicador incontenible e impredecible. Si bien no aporta innovaciones respecto a su anterior película, la excelente El Elemento del Crimen, sí logra continuar la línea del eficiente uso de elementos narrativos novedosos, planos cenitales, y en general un lenguaje audiovisual que seduce. Imperdible para un admirador de este buen danés.



 



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