Interesante filme yanqui que es obra y gracia de una dual
colaboración, en la que tendremos el privilegio de ver desenvolverse a los
realizadores norteamericanos John Frankenheimer y Arthur Penn, ambos reúnen sus
talentos para materializar este trabajo, un filme más bien sencillo en el que
se recrea un episodio ocurrido después del mayor conflicto que la humanidad
hasta ahora conoce, la Segunda Guerra Mundial. La cinta nos transporta a los días en que se finiquitaba el mencionado conflicto bélico, cuando las fuerzas de los
Aliados se aproximan a París, es entonces que un alto mando nazi se decide a
robar una valiosas y hermosas pinturas francesas, cuadros en su mayoría
impresionistas, que intentará a toda costa llevarse discretamente, pero
encontrará la férrea resistencia francesa que buscará evitar el robo, una
delegación encabezada por un obstinado inspector de tren, además de adeptos de
la mencionada resistencia. El filme tiene buenos momentos de acción, una
narrativa que sabe mantener el interés por la cinta, además de estar
interpretada por un atractivo elenco estelar, encabezado por el notable y
recordado Burt Lancaster como el principal opositor de los germanos ladrones de
arte, y Paul Scofield
como el ladrón de cuadros, en los roles principales. Aceptable filme comercial,
que tiene como uno de sus alicientes al realizador Arhthur Penn, que doce años
después supo entregarnos la tan bizarra como notable Duelo de Gigantes (The Missouri Breaks, 1976), juntando a los titanes Marlon Brando y Jack Nicholson.
La acción nos sitúa el 2 de
agosto de 1944, es el quinceavo día de ocupación alemana en tierras francesas,
el oficial alemán Von Waldheim (Scofield) observa deleitado su bien nutrida
colección de cuadros impresionistas franceses, que pretende llevarse a su tierra
ante la inminente liberación, pero la señorita Mile Villard (Suzanne Flon) no
está muy de acuerdo con ello. Gauguin, Manet, Van Gogh, Renoir, cuadros de los
mayúsculos exponentes del impresionismo francés son subidos a un tren, ante la
suspicaz mirada de Labiche (Lancaster), oficial francés al que Villard pide
enfáticamente que salve al arte de su país, pero Labiche no accede a detener el
tren. El tren parte, manejado por el experimentado maquinista Papa Boule (Michel Simon), ante órdenes de Von Waldheim para
que se apresure, así se hace. Sin embargo prontamente se manifiestan ciertas trabas en
el trayecto del denominado tren del arte, problemas con los rieles, y un
inminente bombardeo dificultan el trayecto, y aún en medio de las bombas el
maquinista prosigue con su tren, pero el ferrocarril es agraviado, y se ven
forzados a parar y reparar la maquinaria. Ante el fracaso de la expedición, el
viejo conductor es liquidado por el oficial nazi, pese a la intervención
de Labiche, que apreciaba al viejo Boule, y se hará entonces cargo ahora del
tren, junto a dos temerarios personajes maneja la maquinaria.
Resisten recios bombardeos de aviones alemanes, y se
ocultan en un túnel. Labiche en el fondo pretende evitar el hurto de las
hermosas pinturas, pero está siendo vigilado estrechamente, de lo cual se
escabulle gracias a que tiene ciertos colaboradores, llegando durante una de
las paradas del averiado tren a la hostería de una atractiva fémina, Christine
(Jeanne Moreau); que lo acoge y encubre de los nazis
perseguidores. Realiza Labiche algunos desmanes clandestinamente, siempre
encubierto por Christine, para después volver al tren, pues Von Waldheim
le exhorta a proseguir de inmediato el transporte de los cuadros. El tren sigue su trayecto, usando mapas avanzan, pero nuevamente el tren se ve
forzado a parar, Christine siempre apoya a Labiche, y la resistencia francesa
comienza a moverse para evitar la salida de las pinturas, siempre con Villard
pendiente del éxito de la empresa, quieren marcar el tren para que no sea
bombardeado. El tren sigue movilizándose incluso de noche, Labiche se va hartando, con ayuda siempre de colaboradores
trata de truncar la travesía, hay tiroteos nocturnos, fenecen efectivos,
hasta que por fin, junto a unos sembríos, el tren se detiene, los rieles son
alterados, Labiche se sacrifica para salvar las pinturas, y Von Waldheim, aún
pidiendo a camiones de paso que transporten los cuadros, se ve finalmente
imposibilitado de robar los cuadros.
Arthur Penn |
Filme que tiene ciertos pasajes
atractivos, como el inicial segmento, en el que una mujer fogosamente habla de
lo mayúsculo del arte francés que se está por perder por un ruin robo,
franceses y alemanes hablan de algunos de los mayores artistas que tierras
francesas han producido, la gloria y el orgullo de los galos que no debe
perderse, es la mujer quien inicialmente manifiesta mayor aprecio por ese arte,
con un conmovedor aunque inicialmente estéril discurso al respecto. Gauguin,
Cézanne, Renoir, Degas, Monet, Van Gogh, nombres sagrados dentro del arte
francés y europeo del siglo XIX, todos estos ilustres nombres se reúnen en ese tren que
se bautiza como el tren del arte, pues en efecto tiene a algunos de los mayores
exponentes de la pintura francesa. Algún cuadro de las nativas del gran Paul
Gauguin veremos, aunque era demasiado pedir que se explayen imágenes de esa
naturaleza, exponiendo las pinturas de los artistas, este hermoso y vistoso
elemento, mostrado en blanco y negro, finalmente pasa a ser secundario, tras
verlas someramente, las vemos siendo empaquetadas y rotuladas con los célebres
nombres de los pintores galos. Los prodigios pictóricos son mostrados, aunque
muy brevemente, al inicio primero en un cuarto repleto de ellos, el cuarto del
oficial nazi, luego de ese efímero instante no veremos los cuadros hasta el
final, en que son salvados. No deja de resultar tan curioso como atractivo apreciar
un filme yanqui en el que se habla del sensible arte francés, cronológicamente
se trata de los mayores exponentes de la corriente impresionista, la pintura de
la luz y de los colores, de las flores y del agua, de lo momentáneo y de lo
efímero, si bien, como es natural, cada artista después siguió su particular
rumbo, y otros como Manet y Picasso, terminan de completar una colección
prodigiosa. Interesante filme comercial, un siempre solvente Burt Lancaster no
ofrece su mejor actuación, pero sostiene su personaje, verídicos temas de la
postguerra, conflictos nazis con franceses, un trabajo aceptable del
camaleónico director yanqui Arthur Penn, colaborando con John Frankenheimer,
filme con una buena fotografía, y que termina con una elocuente imagen final,
el arte y la muerte juntos, las pinturas junto a los cadáveres, la vida y la
muerte, la creación y la destrucción juntas, la guerra desnuda la mayor inmundicia
humana, el contraste está servido para la imagen que sirve de colofón a un
filme decente, atractivo y rescatable, en el que se habla de temas deliciososos,
arte, pero también penosos y reales, la guerra, saqueo y robo de los nazis.
Hola, Edgar. Saludos desde España. He caído por casualidad en este rincón y me ha gustado. Quería darte mi enhorabuena por tu blog y por este artículo. Veo que eres una persona sensible y con ganas de intercambiar impresiones sobre cine. Te sigo.
ResponderEliminarRecibe un efusivo abrazo.
Gracias por tus palabras y por apreciar el sitio. Disculpa la tardanza en mi respuesta. Te invito a que sigas este y otros blogs míos:
ResponderEliminarhttp://cinecedad.blogspot.pe
http://stonemoviesspree.blogspot.pe
Saludos!