Inolvidable primera película del
descomunal cineasta italiano Luchino Visconti, uno de los apellidos más
ilustres de la cinematografía italiana, y mundial. Una de las novelas que
mayores y más ricas y variadas adaptaciones ha tenido se manifiesta, teniendo
en el presente filme su antecedente cinematográfico primigenio, es la primera
adaptación que se hiciera de la novela de James M. Cain The Postman Always Rings Twice (El
cartero siempre llama dos veces), y ciertamente la que más variaciones
contiene. Se trata de la conocida historia de un buscavidas, un tunante sin
rumbo que se topa con un matrimonio, una atractiva fémina que vive tiranizada y
esclavizada por su esposo, mujer con la que prontamente se sentirán
poderosamente atraídos, pero esa atracción pasional tendrá consecuencias
riesgosas, incluso fatales, mientras los amantes luchan por que su unión supere
todo obstáculo que en su camino se presente. Entrañable e inolvidable historia,
en la que el soberbio cineasta italiano adapta la novela del yanqui Cain para
representar, como trasfondo, la imagen de una Italia terriblemente golpeada por
una severa guerra que en aquel entonces se encontraba en desarrollo, lejos de
terminar, adquiriendo pues el filme una doble complejidad de la que carecen sus
sucesoras versiones. Inolvidable y remarcable debut de Visconti, al que
todavía algún detalle por pulir se le detecta, pero jamás deja de ser un filme
que no por pocos es considerado como el auténtico primer filme neorrealista,
fundador por ende de dicho movimiento.
Prontamente la acción nos sitúa
en territorio italiano, donde Gino Costa (Massimo Girotti), un
nómade errante, llega hasta la casa de Giuseppe Bragana (Juan de Landa). En
la casa, funciona un pequeño restaurante, atendido por la esposa de Bragana,
Giovanna (Clara Calamai), atractiva fémina que despierta interés en Gino, que
la piropea. Gino consume alimento y pretende irse sin pagar, para furia de
Bragana, pero el visitante, gracias a sus habilidades de mecánico, le repara un camión
y una bomba de agua al anfitrión, y consigue su anuencia para quedarse en casa. Mientras el
esposo sale al pueblo en una diligencia, Gino se queda con Giovanna, y no le
cuesta mucho materializar intenso adulterio, confiándole ella sus pensamientos,
de cómo se casó con Bragana más por el dinero, por asegurarse la vida, pero
esto le resultó tormentoso, encuentra en Gino un alivio, éste le ofrece, por su
parte, irse de ahí y dejar todo, y ella, reacia al inicio, se entrega
completamente al tunante Gino. Se planea ya su escape, se empacan las cosas,
pero finalmente Giovanna opta por quedarse, para irritación severa del
buscavidas, que se va de la casa del matrimonio, aborda un tren. En el
trayecto, conoce a El Español (Elio Marcuzzo), artista personaje que se vuelve rápidamente su
amigo, y hasta se alojan juntos.
Mientras recorren la ciudad de
Ancona, se van haciendo buenos amigos, y Gino le cuenta su desventura amorosa
con Giovanna. Trabajan en pequeños oficios de entretenimiento, hasta que un día,
de pronto se vuelve a encontrar con el matrimonio Bragana, nuevamente Gino
insiste a la mujer en que escapen, obteniendo otra negativa. Tras acudir los
tres a un espectáculo sonoro, Bragana se emborracha, los tres abordan un
vehículo, el mismo que hacen desbarrancarse con el borracho adentro. Con la
premura y el temor del asesinato, Gino insiste más que nunca en que se vayan de
ese lugar, pero Giovanna se obstina en no dejar atrás su bar, su forma de vida. Es
entonces que reaparece el Español, sostiene una discusión con Gino por su
negativa a continuar, recibe un golpe de éste, finaliza la amistad. Mientras su
amante no cambia de idea sobre quedarse, Gino conoce a la bella bailarina Anita
(Dhia Cristiani),
con quien pretende irse ante las negativas de Giovanna, mientras ésta ha
cobrado ya el seguro por la muerte de su esposo. Giovanna enloquece, afirma a
Gino que lo delatará y mandará a prisión si la deja, y es que está embarazada.
Tras discutir, finalmente llegan a una tregua, deciden escapar juntos pero, mientras se transportan en un vehículo, otra vez se
desbarranca su medio de transporte, feneciendo Giovanna.
Memorable e inolvidable filme
para el cinéfilo versado, instruido, que sepa que únicamente no existen las
versiones yanquis de Tay Garnett y Bob Rafelson de una
obra literaria de autor yanqui también, que también existe esta hermosa versión
europea, que ciertamente ofrece y aventaja a sus homólogas en riqueza de
contexto, en detalles para analizar que sobrepasan la historia misma que se
cuenta, pues ofrece un trasfondo. Pero yendo en orden, uno de los primeros
aspectos a remarcar, y es que incluso es uno de los primeros aspectos en el
filme mostrados, es el notable trabajo de cámara, se advierte, siente y disfruta la descomunal libertad y comodidad con que Visconti maneja su instrumento de
trabajo, una cámara agradable y expresiva en su desenvolvimiento, en su amplia
movilidad. Esto cobra mayor vitalidad e importancia, es digno de mayores loores
cuando uno se detiene a pensar que se trataba de las primeras tomas del
cineasta, sus tomas debut, eran cierta y absolutamente las primeras pinceladas
del artista, que ya manifestaba gran soltura y dominio de la herramienta, un
pulso sorprendentemente seguro y determinado, se trataba pues de alguien
diferente, de un grande, de Visconti. Si bien el trabajo de cámara, intenso y
bello en los instantes iniciales, irá menguando su injerencia y participación
durante el filme, sabrá rebrotar con toda su fuerza y omnipresencia en momentos
determinantes, potenciándose también todo con un decente y apreciable trabajo
de música, acompañamiento musical siempre acorde al drama de la historia.
Ahondando ya en el filme, retrata Visconti, como era normal bajo los cánones de
aquellos años, 1943, unas muy sublimadas escenas sentimentales donde el sexo
explicito es impensable, todo es insinuado, jamás mostrado, pero perfectamente
entendible y lógico. Combina este aspecto con el ya señalado excelente dominio
expositivo para mostrarnos, para disimular esas situaciones eróticas, para
suavizarlas y sublimarlas, con la elegancia de un maestro, cuando Gino y
Giovanna consuman su intenso idilio, desliza sutilmente su cámara, hasta llegar
a cortarse la secuencia con un espejo, siempre sin perder la sutileza, poniendo fin a las imágenes que pueden ser presentadas, y dando al espectador la tarea de
recrear lo que obviamente está sucediendo, el coito.
Sería esta la primera de las
hasta el momento tres versiones de la novela de James M. Cain, y ciertamente es
la que se escinde más de sus posteriores obras análogas, naturalmente
emparentadas en mayor grado entre ellas, tanto por sus yanquis directores, como por el tratamiento y
contexto. Dejando al final la cinta que nos ocupa en este articulo, tenemos
primero a la versión de Tay Garnett que tres años después
vería la luz, en la que se centra más la atención en el intenso drama y
conflicto severo de los personajes, ahondando en ellos; posteriormente, fluyó la
versión de Bob Rafelson de 1981, utilizando al gran maestro Jack Nicholson,
haciendo mayor hincapié en la carnalidad y lujuriosa intensidad del prohibido idilio;
ambas versiones se apegan bastante a la primigenia obra literaria, sin romper
demasiado el molde, cosa que ciertamente haría Ossessione. Naturalmente, era casi necesario, ineludible que sea
pues un cineasta europeo quien realice la versión más diferenciada, y Visconti
fusiona de manera maravillosa, tanto el intenso drama del filme, de la historia
propiamente, con su realidad, con el innegable y desgarrador contexto
sociopolítico y económico que entonces no dejaba indiferente a ningún artista
decente, la Segunda Guerra Mundial que azotaba al planeta entero. No es
desquiciado el hecho de que no pocos críticos señalaran a este filme como el
auténtico iniciador de la corriente neorrealista italiana -se aventuran a
aseverar que se adelantó a la considerada convencionalmente como iniciadora de
dicha corriente, Roma, Ciudad Abierta (1945) del maestro Roberto
Rossellini-, y es que muchas de sus piedras angulares estaban ya
manifestadas en el presente filme, mostrar lo patético y devastado que era el
escenario contemporáneo de entonces, anular todo artificio u ornamento
innecesario, mostrar el drama desnudo, tal cual es, el drama crudo, puro y
duro -una característica, un santo y seña en el que Visconti descolló como pocas otras
figuras durante su carrera entera-. Ciertamente se siente ya un filme neorrealista, ajeno a los estudios,
filmando en exteriores, con luz natural, mostrando las calles italianas, se
prescinde de ornamentos, la realidad es todo, algunos puntillazos y detalles por
apuntalar ya serían luego plasmados con desgarradora fuerza por el mismo
Rossellini, el inolvidable y sensible De Sica, y el propio Visconti con su
particular estilo.
Así, si bien no se hace alusión
directa a la guerra -somero motivo por el que se pudiera desacreditar su
naturaleza neorrealista-, apreciamos lo devastado y degradado que quedó el
escenario económico y humano de Italia, desmenuzando a los turbulentos y atormentados
personajes, explorados por los encuadres y primeros planos de un Visconti que
terminaba de dar forma a su inicial trabajo, a su estupenda ópera prima.
Materializa ya Visconti uno de sus temas corazón durante toda su carrera, el
patetismo de seres humanos atormentados, acongojados, castigados por el destino
y la vida, y que se desenvuelven entre podredumbre y descomposición, muchas
veces descomposición espiritual más que la corpórea. Así, se nos retrata la
patética figura de la mujer, Giovanna, víctima principal en la historia de las
circunstancias, urgida por la premura de la austeridad y la miserias, se
prostituyó, y ante lo desesperado de su situación, se casó por necesidad, el
matrimonio fue su salida, pues la precaria realidad, una Italia despedazada
por la guerra, obligaba a aquello, ella encarna y representa a la máxima víctima
pues de ese desolador ambiente. Inevitable también era que sufriese ciertos cambios la historia, dejando
de lado la violencia y la sexualidad, para centrarse más en la
realidad, en el contexto entonces contemporáneo, en darle otra directriz a su
tratamiento. A ese mismo respecto, uno de los más sensibles cambios viene a ser
la inclusión y aparición del personaje del Español, inexistente en la obra
litería, y sin duda símbolo tunante de la situación italiana de entonces, a la
deriva, sin rumbo, sin norte, a su suerte, reforzando la imagen del también nómada Gino. En los personajes radica mucha de la
poderosa y compacta fuerza del filme, la ya mencionada Giovanna, como emblema
de la desgracia italiana, prostituta atormentada, tiranizada por un infeliz que
fue su único escape a su realidad de pesadilla, que se incendia en la pasión
del adulterio, su pasión desbordará su razón, y eventualmente la conducirá al
fenecimiento, su vida es un frenesí sin fin de desgracias, y Clara Calamai está
excelente en su sufrida y tormentosa encarnación de la fémina. Arderá de pasión
por Gino, el tunante busca fortunas, su destino es también incierto, y se verá
envuelto en remolino pasional, que lo llevará eventualmente al homicidio, a
liquidar a quien entorpece sus planes, la descomposición y degradación humana está presente,
elemento Viscontiano por excelencia,
estamos ante un filme pues enteramente reconocible con su persona como artista, y que tiene el clímax, el colofón desgarrador en la muerte de la sufrida e
infeliz ex prostituta, terminando de colmar de desgracias la existencia de su
igualmente infeliz compañero. Únicamente se siente quizás cierta flaqueza en
los segmentos finales, Visconti, con su conocida tendencia a realizar relatos
extendidos, lo manifiesta también desde su primer filme, sintiéndose por
momentos dilatada sin necesidad la secuencia final, el desenlace, sintiéndose
que las acciones por momentos navegan con
un rumbo no tan determinado y firme como en otros pasajes; pero en cuenta
definitiva, se trata de fisuras juveniles de un cineasta que ya apuntaba las
maneras de uno de los grandes de un país tan rico en arte como Italia. Un filme
hermoso, quizás eclipsado por lo mediático de las posteriores versiones
yanquis, pero es una joya, el debut de Luchino Visconti, filme que navega entre
los trabajos desconocidos del cine, pero de una fuerza y valía innegable y
eternamente vigente, un filme necesario.
Lo que nunca entendi es porque hay un niño escuchando la conversación de Gino y Giovanna.
ResponderEliminarEs el después habla con el policía que viene siguiendo a Gino...
EliminarCorrecto.. la gente está atenta..
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