viernes, 15 de junio de 2012

Río rojo (1948) – Howard Hawks


Es Howard Hawks uno de los más grandiosos directores que las tierras del Tío Sam alguna vez produjeron, dómine en todo lo que se propuso, desde sus inmortales ejercicios en el cine negro, donde supo descollar, pasando por múltiples y delirantes comedias, y claro, sus westerns, ilustres como pocos, siempre trabajando con los mejores actores. Es, pues, Hawks, un titán, un gigante cinematográfico, y materializa con este filme uno de sus más inmortales e imperecederos ejercicios, considerado uno de los westerns por antonomasia, y por algunos, como el mejor western jamás rodado. Razón no les faltaría a los partidarios de esta aseveración, pues es Río rojo (1948) uno de los westerns más queridos, mejor recordados y mejor realizados del cine. Es la inmortal historia de dos individuos, los dos mejores y más rápidos pistoleros que el Oeste haya visto jamás, uno adulto, recio y curtido vaquero, que educa y enseña a disparar al otro, joven, ambos se vuelven inseparables, ambos son como padre e hijo, ambos abordan la titánica tarea de movilizar un enorme hato de reses por territorio yanqui, con todas las dificultades que una labor de estas características acarrea, una travesía que pondrá a prueba máxima sus lazos amicales. Magistral cinta, para la posteridad, tanto por la maestría insuperable de Hawks en la cowboyada, como por las geniales colaboraciones actorales, el mítico John Wayne como el pistolero mayor, acompañando y apadrinando al buen Montgomery Clift, joven entonces, a quienes se unirá Joanne Dru, usual también de trabajar con Wayne en recordados ejercicios de western. Cinta básica, infaltable, clásico indispensable.

        


Todo se inicia con un grupo de vaqueros que se movilizan, van hacia California, están en la frontera de Texas, Thomas Dunson (Wayne), se separa de ese grupo, abandona a sus camaradas y a su mujer, a quien deja un brazalete de oro, ella queda destrozada con la separación. Se va, únicamente acompañado por su leal amigo Nadine Groot (Walter Brennan), llegan al Río Rojo, donde acampan, y donde posteriormente son atacados por indios, uno de ellos porta el brazalete de su mujer, que murió. El único sobreviviente de la masacre fue un joven, Matt Garth (Mickey Kuhn), que se les une. Se dirigen luego al Sur, siempre por Texas, las tierras son buenas, las que son reclamadas por los emisarios de un individuo. El tiempo pasa, Matt crece (Clift, de adulto), han logrado consolidar, con Dunson y Nadine, muchas reses, pero ante ciertos peligros, y al no tener en ese lugar compradores de la carne, se deciden a movilizarse hasta Missouri, a más de 2,000 Km. Al iniciar su camino, se siguen enfrentando a emisarios del supuesto dueño de las tierras, Don Digo, pero van contratando colaboradores en el camino, como Cherry Valance (John Ireland), ayudante. Matt y Cherry se conocen, ambos son excepcionales pistoleros, Dunson va hablando al gran grupo humano que ha reunido para mover a las 10,000 cabezas de ganado que tienen.




Inician el camino, Cherry propone un camino a Kansas, rechazado por Dunson, la misión se vuelve complicada, el terreno es feroz, árido, Dunson se vuelve más y más tiránico y para colmo, un estúpido colaborador, por robar azúcar, genera una gran estampida. Producto de esto, hay pérdidas materiales y humanas, y sólo la intervención de Matt salva al causante de ser liquidado por Dunson. Se producen lluvias, el terreno se vuelve más hostil, hay atisbos de motín, y Thomas los trata aún más duramente. Es Matt quien finalmente comanda el motín, dejan a Dunson amarrado y abandonado, los demás continúan pero extremadamente temerosos de su represalia, mientras hay indicios de ataques indios, comanches. Se acercan a una suerte de oasis, con mujeres, donde Cherry se queda, y a donde llegan, no antes de sostener intenso combate con los indios. Ya en el lugar, conoce Matt a Tess Millay (Dru), fémina que se muestra interesada en él, y con quien tiene un romance. Pero deben partir, y un ya liberado Dunson, siguiéndoles el rastro,  conoce también a Tess, sabe de sus amoríos con Matt. Finalmente, es agosto de 1865, batuteados por Matt, los hombres llegan a Missouri, encuentran un gran comprador de las reses. Luego, llega primero Tess, a advertirle a Matt que Dunson viene a matarlo, que es el siguiente en llegar, pero ya juntos, tras pelear, Tess pone las cosas en orden, y padre e hijo adoptivo se reconcilian.




Gigantesco western, forma parte del selecto Olimpo del género, y en el que Hawks saca todo su arsenal y hace gala de su excelente dominio expositivo para mostrarnos y enmarcarnos el escenario, el desafiante Oeste yanqui, y así, con una música e imágenes imponentes, genera una magnifica composición, magníficos encuadres, capta toda la grandiosidad y lo potente del desierto inmisericorde, combinándolo con los protagonistas, con los vaqueros. Con Hawks, que respeta a más no poder sus lineamientos, su conocido esmero y determinación en mostrar una historia sin ornamentos, tal cual es, sin alteraciones, realiza la cámara movimientos prolongados con los que se nos muestra, e informa a la vez, el escenario, se nos configura la estupenda fotografía del vasto desierto, el inmenso paisaje parece cobrar vida ante el solemne tratamiento audiovisual hawksiano, recorriendo todo lo que los ojos de los protagonistas pueden ver, y lo hace a menudo. Y claro, Hawks retrata una sencillez estupenda, remarcable, una sencillez que nos acerca a la intimidad de los personajes, esa cercanía dota a la cinta de verosimilitud, pues vemos a personajes humanos, personajes sencillos, divertirse, en una cinta donde el humor jamás deja de estar presente, con momentos mayormente interpretados por el indio que acompaña a los blancos, con los delirantes momentos en que el indio Quo, interpretado por Chief (Jefe) Yowlachie, atormenta al pobre anciano desdentado Nadine al arrebatarle su dentadura postiza, y cuando éste protesta diciendo que, sin dientes, le entra tierra al abrir la boca, el indio replica que, si no abriera la boca, la tierra no entraría; el humor hakwsiano es un delirio, y hace a la cinta más digerible, más sencilla, más humana. Amor, amistad, relación padre e hijo, amor pasional frustrado, ambición, es un filme que requería de la genialidad de Hawks tras las cámaras, es un film hawksiano por excelencia, tan sencillo como genial.











Pero, naturalmente, no todo es humor, tiene el filme sus necesarias dosis de suspenso, de peligro, peligro de muerte, materializado esto con mayor fuerza en la soberbia secuencia de la estampida, cuando, tras asustar a las reses un estúpido colaborador que robaba azúcar, de pronto los astados cuadrúpedos corren, generando muertes humanas. Hawks retrata pues todo el escenario del western, todo el desierto, las infaltables reses, los coyotes, buitres, los analfabetos individuos que firman con una X, así, con pasmosa naturalidad, Hawks materializa su primer western, y lo hace como si se tratara de un dómine genial del tema, apenas dos años después de dirigir otra obra mítica, The Big Sleep (1946), con el titánico Humphrey Bogart. Y claro, los personajes, indispensables, estupendos, fortalecidos por actuaciones igual de geniales, ambos, Wayne y Clift, descollan en sus actuaciones, vuelven a la cinta más inmortal. Es Thomas Dunson un personaje singular, recio como ninguno, la pérdida de su mujer es un doloroso error que no puede superar, que tiene atravesado en el corazón, eso lo vuelve amargado, llega incluso a se tiránico, determinado a liquidar al causante de la estampida sin pensarlo dos veces, pero a la vez es humanizado con el detalle de enviarle zapatos rojos a la viuda de quien en la estampida feneció, se trata pues de un personaje complejo, atractivo, el centro de toda la acción. Rememora, naturalmente, Dunson su propia historia, la ve materializarse y re versionarse en su hijo adoptivo, que es el receptáculo de todo el esfuerzo que hace, el heredero de las ganancias que generará el trabajo de toda una vida, pues el añoso pistolero sabe que su momento de juventud atrás ya quedó, y no pretende que su hijo repita su triste e irreparable error, esta vez la historia será diferente, nos deja Hawks un final feliz, un final donde todos consiguen lo que querían, a saber: el trabajo cumplido, y el amor que se consumará. Se termina así una obra maestra, inmortal joya cinematográfica, legado del cine, una de las cintas emblema de un género, baluarte del western, la prodigiosa epopeya de movilización de una decena de miles de reses a través de miles de kilómetros de inmisericorde y árido desierto, enfrentando arbitrarios, falsos y violentos dueños, temibles indios, feroces lluvias, entre otros impedimentos, que hacen aún más magnifica la empresa. Por supuesto, la dificultad de la misión no fue solamente ficticia, pues no pocas fueron las dificultades que tuvo que superar Hawks para materializar su filme -desde auténticas inclemencias climáticas, hasta la escasez por extinción de la famosa res de cuerno largo, etc.-, pero, como se sabe, mientras más esfuerzo se le imprime a algo, más valioso se vuelve, y en efecto, este filme es invaluable, joya inmortal del cine, excelente trabajo de un excelente director, doble H, HH, Howard Hawks.













El cowboy por antonomasia.

Inmortal leyenda.



El titán yanqui.

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