viernes, 15 de junio de 2012

Los caballeros las prefieren rubias (1953) – Howard Hawks


El descomunal director yanqui Howard Hawks continuaría desenvolviéndose con singular maestría en diversos géneros, es un director que prácticamente hizo de todo en el cine, y todo lo hizo bien. Buen ejemplo de ello es esta inmortal comedia, que se convirtiera con los años en uno de los filmes mayores, de la mayor bomba sexual que el séptimo arte haya conocido jamás. Doble H, HH, Howard Hawks, dirige a la doble M, MM, Marilyn Monroe, como la blonda irresistible, objeto ineludible de deseo, la diosa por antonomasia, la número uno, al menos, la número uno indiscutible en tierras norteamericanas. Es la historia de un dúo de amigas, una rubia y la otra morena, famosas cantantes, la primera, es una mujer completamente frívola, adicta al dinero, a los regalos, a las comodidades materiales, que busca asegurar su futuro y casarse con un adinerado individuo, un fantoche de sus caprichos. Pero, antes de casarse, se embarca en un crucero, lujoso viaje en el que no perderá oportunidad de buscar su conveniencia, pero metiéndose en más de un aprieto cuando se le acuse de robar una valiosísima diadema, propiedad de la esposa de un magnate, otro más que cayó ante sus encantos. La Monroe sale sencillamente espectacular, etérea, y, como no es una característica inherente suya, actuando memorablemente, correcta en su papel, y es que ella es la diosa del filme, el centro de todo, en esta comedia inolvidable.

      


Tras un vistoso y notable espectáculo, protagonizado por las cantantes y bailarinas Dorothy Shaw (Jane Russell), y Lorelei Lee (Monroe), Gus Esmond Jr, (Tommy Noonan) le da un inmenso diamante a Lorelei, tienen planes de casarse, pese a la oposición del padre de él. Por ese motivo, ella decide tomar un viaje en crucero a Francia, lejos del alcance de su futuro suegro, viajará solo con Dorothy, sin Esmond, con un equipo de deportistas olímpicos, mientras hay un fisgón que las observa. El crucero parte, Esmond se queda en Norteamérica, parten las dos amigas, y los deportistas. Ya en altamar, Lorelei se preocupa por encontrarle novio a Dorothy, un novio con mucho dinero, que considera es lo más importante, mientras Ernie Malone (Elliott Reid), el fisgón, la sigue cada vez más de cerca. Conoce Dorothy primero al propio Malone, que oculta su labor, y luego a Sir Francis “Piggy” Beekman (Charles Coburn), riquísimo personaje, dueño de minas de diamantes en Sudáfrica, luego inevitablemente Lorelei lo conoce, hombre casado, con una mujer con muchos diamantes. Lorelei sigue buscando a los más ricos del barco, decepcionándose de que Henry Spofford III (George Winslow), uno de ellos, sea un niño. Dorothy después tiene un idilio con Malone, pero luego lo ve fotografiando a Lorelei y Piggy.




Lorelei se infiltra en la habitación del detective para recuperar las fotos, no las encuentra, con su amiga prepara un ardid para obtenerlas. Lo embriagan y quitan sus pantalones, recuperan las fotos, pero Malone y Dorothy están genuinamente enamorados, mientras la irresistible Lorelei logra engatusar a Piggy, y ha obtenido la impresionante diadema de su esposa. Pero Lady Beekman (Norma Varden), se mueve inmediatamente para recuperar su joya, las amigas son demandadas, Esmond les cancela el crédito por lo sucedido, aunque después aparece arrepentido. La policía inicia pesquisas, ambas son acusadas de robo, Lorelei se niega a devolver la diadema. Se apertura un juicio por lo sucedido, en el que la señorita Shaw aparece de pronto haciéndose pasar por Lorelei, nadie nota la diferencia, hasta que aparece Malone. Piggy se apersona discretamente, mientras Esmond es persuadido por Dorothy para que no hable nada de lo que sabe, todo es desconcierto. La diadema desaparece, pero está en poder de Malone, todo está ya esclarecido, Lorelei, o Dorothy, es declarada inocente, y ya libre, la real rubia se enfrenta al padre de su supuesto novio, Esmond Sr. (Taylor Holmes), que no se resiste a su persuasión. Finalmente, la boda se materializa, Lorelei ha obtenido lo que tanto quería, un esposo rico.




La cinta es pleno y total lucimiento de la bomba rubia, la irresistible Marilyn, que comienza cantando, junto a su compañera, una más de la larga lista de performances de la rubia, una de sus especialidades, es la introducción a uno de sus más memorables y mejor recordados filmes. Iniciaba la década de los 50, el género del musical estaba en plena ebullición, efervescente ola de cine, y claro, HH no podía quedarse al margen, configura Hawks su particular ejercicio del tema, y, como para no perder la costumbre, genera el director norteamericano un ejercicio más que notable, más que decente, inmortal. Es una comedia ligera, liviana, frívola, concebida para divertir y entretener, y vaya que lo hace, su comedia logra abrirse paso, tiene momentos muy logrados, entre los que se cuenta el recordado segmento de la rubia Monroe atrapada en el ojo de buey en la cubierta del barco, con el infante haciendo las veces de sus miembros inferiores, mientras el viejo libidinoso la acecha, y la rubia finge tener laringitis, es de lo más hilarante, la diosa hace comedia, dirigida por un maestro. En ese sentido, como se mencionó, la Monroe sorprende positivamente con una de sus actuaciones más apreciables, pues no debe confundirse uno, el papel es frívolo, como la comedia misma, extremadamente frívola mujer es Lorelei, y aunque el personaje pueda a algunos resultar insoportable o sumamente engreído, es su performance lo que se debe juzgar; y la MM cumple con nota en ese aspecto, consolidando su imperecedero perfil, hermosísima, irresistible, única, tan hermosa como escasa de materia gris, engreída y comedida, para ella el dinero lo es todo, y con esos encantos, no le es muy difícil conseguirlo.








Y sí, el film está concebido para el pleno lucimiento de ella, y ella se luce como muy pocas veces lo logró, se muestra dominadora, picara, imperial incluso, con amplitud y variedad en sus registros, lo domina todo, a su singular manera, la etérea blonda, encaja perfectamente en el personaje, y eso vuelve a su actuación notable, memorable, no en vano es pues ella puesta en el tándem mítico de actores representativos de su generación, la MM junto a los igual de míticos Montgomery Clift y el prodigioso Jimmy Dean. Bellísima y ataviada como una reina, es su película, se materializa la inmortal secuencia de Marilyn cantando en su vestido rosa, rodeada por los hombres, que la desean intensamente, y de mujeres, que la envidian con la misma intensidad, mientras interpreta la legendaria secuencia de su canción, Diamonds are a Girl's Best Friends, en el repertorio selecto de la bomba sexual, todo un clásico, ostentoso e inolvidable segmento, selecta secuencia del cine. No pocas son las canciones interpretadas, algunas por ambas féminas, otras sólo por Jane Russell, como ella cantando y bailando entre los deportistas olímpicos, o ella cantando en el juicio, muy hilarante secuencia, también delirante es escucharla imitando el inconfundible acento de la Monroe, y todas las secuencias de esta naturaleza son magnificadas por la teatralidad que aplica Hawks en su enfoque, enriqueciendo las secuencias con su conocido dominio expositivo, y claro, éste se manifiesta más poderosamente que nunca en la secuencia mencionada de Marilyn. Por supuesto, como no podía ser de otra forma, Lorelei se sale con la suya, se casa con un adinerado sujeto, que le soluciona vida, y con su irresistible persuasión, convence incluso al reacio suegro, la bella rubia se casa, y ella realmente ama, ama a su manera, con dinero necesario de por medio, pero lo hace, con su peculiar amor y filosofía. Disparatada, descabellada, hilarante, delirante, comedia inmortal, diosa inmortal, de un director inmortal, que todo lo que hacía, lo hacía bien, que aparentemente no podía dejar de hacer obras cumbres, obras maestras, HH, Howard Hawks.
















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