El inmortal británico Hitchcock
tendría con esta cinta un punto de inflexión en su brillantísima carrera, pues es
con esta película con la que finalizaría su etapa en su tierra natal, es su
última película antes de emigrar a tierras yanquis, a hacer historia con sus
numerosas obras maestras en estudios hollywoodenses. Esta cinta, que no goza
ciertamente del reconocimiento y prestigio de sus más logrados trabajos, ha
sido por ciertos sectores defenestrado por haber sido realizado por un Hitch
que tenía la cabeza más en Hollywood que en el plató británico, y muchas son las anécdotas
y factores que se dieron a conocer posteriormente. La historia de la cinta es
más bien sencilla, una atractiva damisela llega al verídico establecimiento del
título, la posada Jamaica, donde va a buscar a unos tíos suyos. Pero en esa
casa, aparte de encontrar a sus parientes, se topará con una banda de
asaltantes marinos, suerte de piratas, que asaltan y roban todo navío que se
acerque a esas tierras, y ella, al involucrarse más de la cuenta, pondrá en
peligro su propia existencia. Indudablemente el mayor atractivo de la cinta, y
que hace prácticamente por reflejo visionarla sin pensarlo dos veces, es su
reparto, Charles Laughton y Maureen O’Hara juntos, en este sentido el
espectador no saldrá decepcionado, aunque no se pueda decir lo mismo del producto
final del filme.
Son los inicios del siglo XIX, y
en la zona inglesa de Cornwall, muchos peligros son los que rondan, pues
asaltantes del mar están al acecho. En una noche tormentosa, una embarcación
tiene la mala suerte de estrellarse con los peñascos del lugar, y son
intervenidos por los facinerosos. Después, la atractiva Mary (O’Hara), es
enviada a la posada Jamaica a vivir con sus tíos. Es llevada groseramente ahí
por un cochero, y ya en la posada, conoce a los numerosos comensales que ahí
habitan, y el que da las órdenes ahí es Sir Humphrey Pengallan (Laughton). Al
ver a Mary, Pengallan se queda embelesado, e inmediatamente la damisela es bien
tratada. Encuentra a sus queridos tíos Joss (Leslie Banks) y Patience (Marie
Ney), que le advierten, empero, que ese no es un lugar apropiado para mujeres,
y en efecto, los personajes asaltantes se desenvuelven cerca, y sus violentas
actividades alcanzan el Jamaica. Los
ladrones con frecuencia planean sus golpes en la posada, se desatan peleas a
menudo, golpes y gritos muchas veces por dinero, o detalles de sus asaltos, y
todos conocen a Sir Pengallan. En una de esas oportunidades, ella conoce a uno
de los asaltantes marinos, uno que resulta agraviado de las peleas.
Conmovida, Mary ayuda a este
personaje, se involucra más de lo debido, y ella misma es buscada junto al
fugitivo, mientras Pengallan sigue a lo suyo, dando órdenes y al tanto de lo
que sucede. Ambos prófugos se refugian en la bahía, y se internan tanto que
terminan en una especie de cueva, de la que logran salir finalmente a través de
las aguas, siempre juntos, y regresan a la posada Jamaica después de unas
horas. El motivo de tanta rencilla es dinero, mucho dinero, razón por la que
los piratas maniatan tanto a Pengalla como al beneficiado por Mary, que es a
su vez raptada. Pero Pengalla se libera sin mayor dificultad, es una noche
tormentosa, se intenta agraviar otro navío, pero la persistente Mary advierte a
las víctimas, que evitan el robo. Entre todas las correrías, su tío Joss
resulta herido, y aunque Mary lo auxilia, el hombre fenece. El buen Pengalla se
compadece de Mary, y la ayuda a escapar, disfrazándola y despistando a los
demás, que la buscan por arruinar su asalto. Con el distractivo del Sir, Mary
consigue escabullirse de sus perseguidores, llega al puerto, yendo también el
joven que ella ayudó. Pero, de modo impensado, Pengalla sube a lo
alto del mástil de la embarcación, y se mata arrojándose de la cima.
Finalmente, quedan juntos Mary y su nuevo amor, que sobrevivieron la aventura
en el Jamaica Inn.
Divididas opiniones genera la
cinta, por una parte, aquellos que la consideran una soberbia película, y por
otro, el grupo mayoritario, los que salen decepcionados de una cinta que no
responde a la gran mayoría de nortes y aristas que rigieron normalmente la
filmografía del genial director británico. Lo cierto es que la cinta contiene
algunos interesantes elementos, como la representación del indómito lugar,
donde la impecable utilización del blanco y negro por parte de Hitch dota de mayor
expresividad a sus imágenes, que potencia más con una atractiva composición de
la salvaje naturaleza de esa zona, resaltando las imágenes del bravo mar y sus
poderosas olas, remarcando la fuerza y lo indómito de esas tierras, una tierra
de nadie, dominada por una variación de piratas. Allí está localizada la posada
Jamaica, establecimiento que es verídico por cierto, aunque con ciertas
diferencias de acuerdo a lo que me he informado. Y es así que apreciamos un
lugar distinguido, elegante, con candelabros, cenas y distinguidos comensales,
pero que tiene la peculiaridad, por ejemplo de que la servidumbre pasea los
caballos por plenos corredores de la posada. Es una historia más bien sencilla,
sin demasiados giros de los hechos o giros inesperados que despierten en exceso
el interés, es la primera adaptación que haría Hitchciocok de una obra de
Daphne Du Maurier, quien, entre otros trabajos, le brindaría a Hitch el
material para su colosal Rebeca (1940),
apenas un año después. Sin las intrigas ni situaciones bizarras de otros
ejercicios, sin su inherente suspenso en su historia, Hitch dirige una obra por
la que muchos dijeron que la hizo por cumplir, más pensando ya en tierras
yanquis, y ciertamente no es lo mejor de su director, todavía muy lejos -en
estilo y tratamiento, no cronológicamente, por lo ya mencionado- de lo mejor
del director. Lo cierto es que la película despierta ciertas expectativas que
al final se sienten un tanto insatisfechas, pero no se puede negar el buen
trabajo de una leyenda de la actuación, el genial Charles Laughton se muestra
señorial e imperial, con su sello y distinción, como es usual, entrega una
buena actuación, aunque una de las anécdotas del filme son los problemas que
tuvo el director con Laughton, cuyas excentricidades en el plató le enemistaron
con Hitch, que lo consideraba poco profesional. Asimismo, tenemos a la bella
como pocas Maureen O’Hara, debutando con su nuevo nombre artístico, es su
primer filme serio, y la bella actriz ya apuntaba maneras; es el reparto lo
que finalmente saca a flote a la cinta, y veríamos más bien un adelanto de la
genialidad que Jean Renoir nos obsequiaría con This Land is Mine (1943), lucimiento pleno de los mismos
protagonistas. Singular cinta, peculiar ejercicio por parte de Hitch, pero sus
fanáticos, entre los que se cuenta quien escribe, no pueden dejar de revisarla.
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