Durante los cincuenta, el boom
del cine de ciencia ficción tomará fuerza definitiva, más vigencia que nunca, y
no pocos serían los ejercicios cinematográficos que a ese respecto se
concretarían en lo sucesivo. Así, una seguidilla de clásicos de la ficción verían
la luz, primero Robert Gordon realizaría su It
Came From Beneath The Sea (1955), y dos años después Nathan Juran haría lo
propio con la cinta que nos ocupa. Es la fantástica historia, ubicada en los
años contemporáneos de aquellos días, narrando el entonces futurista evento del viaje
interplanetario, cuando una delegación espacial llegue hasta el planeta Venus,
y logren regresar, pero de manera abrupta, estrellando la nave en Sicilia,
Italia, y trayendo consigo a un inesperado acompañante, una bestia extraterrestre. Una suerte de reptil que crece a ritmo acelerado, creando el caos y despertando el terror a su paso, mientras
avanza en tierras italianas, y el ejército hará lo propio para detener al
incontenible e inmenso reptil. Uno de los clásicos del género, con sus incipientes pero apreciables efectos
especiales de antaño, reuniendo los elementos infaltables de todo ejercicio de
esta naturaleza que se precie. Interpretado por William Hopper, Joan Taylor y Frank Puglia¸ es un apreciable filme de los
albores del cine de ciencias ficción, género que cobraría toda la fuerza y
vigencia conocida, y, naturalmente,
generaría algunos homenajes y recreaciones en posteriores series televisivas.
La acción inicia con un mensaje, una voz nos habla de las
proezas espaciales, acontecimientos importantes y formadores del destino
humano, la era atómica, la era especial y toda la revolución que conllevó.
Después, nos situamos en Venecia, el mar veneciano donde unos pescadores están
en faena, cuando de repente una gigantesca nave espacial cae de los cielos,
impactando violentamente en el mar. En el
Pentágono, el incidente es rastreado y localizado, las autoridades se desplazan
hasta ahí. Un niño encuentra un dispositivo proveniente de la nave
espacial, extraño elemento que vende al científico del
pueblo, el Dr. Leonardo
(Puglia). Un astronauta, el coronel Robert
Calder (Hopper), es atendido
por Marisa (Taylor), hija de Leonardo, y van a ver a otro tripulante, el doctor
de la expedición espacial, que, con sus últimos suspiros, afirma que es
imperativo que se recupere la especie animal encontrada en su misión, que
hay un virus, tras lo cual fenece. Después, el doctor Leonardo y Marisa
encuentran el contenido del dispositivo, una especie de crisálida rota, y una
bestezuela que salió de su interior, suerte de reptil al que encierran en una
jaula, la misma que rompe al crecer rápidamente.
La milicia del pentágono llega hasta el lugar, explican a Leonardo que el primer viaje interplanetario se realizó, llegaron a Venus, la criatura es proveniente de ahí, deben encontrarla, e inician la búsqueda, pero la bestia ha escapado. Libre, llega el monstruo hasta un granero, Hopper y los militares intentan detener con vida al animal, invulnerable a las balas. Las autoridades locales del pueblo están hartas, desean eliminar a la bestia, pero Calder interviene para seguir intentando capturarla viva, y se informa que el ser tiene una comprobada debilidad por la electricidad. Se articula un ataque coordinado con helicópteros y paracaidistas, atacan al monstruo en una cascada, y logran contenerlo, gracias a una malla electrificada lo dejan inconsciente. Calder y las autoridades lo tienen capturado, en un zoológico, estudiándolo, hasta dan acceso a la prensa, pero, lógicamente el animal llega a escapar. Hay histeria en el zoológico, la bestia se enfrenta a un elefante, matándolo, y luego enfréntase a los tanques y metralletas del ejército. Finalmente, consiguen matar al monstruo, cuando éste cae de una gran altura, todo ha terminado, y Calder y Marisa se quedan juntos.
Termina de esta forma una cinta ficcional correcta, sencilla, sin muchas vueltas o adornos innecesarios, simplemente se va al grano, una extraña bestezuela ha llegado proveniente del planeta Venus, llega a la locación del sur de Venecia, sale de su crisálida, y se desarrolla hasta convertirse en descomunal bestia. Gigantesco monstruo reptilesco, es un auténtico clásico del género, cuando por aquellos años las cintas de ciencia ficción estaban aflorando, y ganándose oleadas de adeptos, estaba cobrando fuerza un género que se convertiría en una de las columnas vertebrales del séptimo arte de entonces. Así, se sitúa la acción en el futuro de entonces, en el ficcional futuro de 1957, cuando los viajes interplanetarios eran una fantasía, el primer viaje de la humanidad fue a Venus, de donde se trajo a la colosal criatura. Curiosamente, no se trata de un monstruo destructor, no es un monstruo obseso con el caos, la muerte y la destrucción, la criatura es definida como un ser que responde con violencia cuando es atacado o amenazado, tal como le sucedió a un desafortunado e insolente cánido, y ciertamente el monstruo, con todo, pese a ser una criatura formidable e invulnerable a las balas, nunca ataca la ciudad. No es como en It Came From Beneath The Sea (1955), donde el descomunal y aberrante octópodo desquició las calles yanquis de San Francisco, ahora el monstruo reptiliano es atacado por los humanos, temerosos de la descomunal amenaza, aunque sea más una amenaza en teoría que en práctica, y es acorralado hasta que finalmente es liquidado. Con los efectos especiales de vanguardia para la época -obra y gracia de Ray Harryhausen, difunta gloriosa autoridad en el tema-, resulta agradable apreciar las secuencias que hacen uso de esos artilugios, resaltando aquella en la que la enorme bestia ataca al dueño del granero, y, cómo no, la magistral secuencia del enorme reptil librando singular batalla con el gran paquidermo, a quien finalmente derrotará y eliminará; las escenas de batalla entre ambos colosos son de lo mejor del filme, notables. Como se mencionó, tiene los elementos imprescindibles del género, el terror encarnado en el ser espacial, y, claro, también la cuota de romance con el coronel William Hopper y su enfermera, Joan Taylor, a quienes espera sublime sesión amorosa tras desaparecer la bestia. Un clásico del género, las personas indicadas, sabrán apreciarlo y disfrutarlo.
Esta pelicula me encanta, Ray Harryhausen era un genio.
ResponderEliminarAsí es Reynalda, un auténtico genio irrepetible.
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