La primera película en tierras yanquis que el gigante director británico realizó, el querido Hitch, cinta en la que nos presenta una singular comedia. Aún alejado de sus trabajos como el inigualable maestro del suspenso, de sus intrigas e incertidumbres, de sus intrincados misterios, aborda un tema y una historia mucho más inocuas, pero eso sí, desde ya demostrando que tenía un exquisito gusto por recrear situaciones inverosímiles, y lo hacía muy bien, desde sus inicios. Sin abordar, pues, aún los temas en los que es dómine, el suspense, deja patente su directriz de comediante, una faceta que ciertamente no dejaría de lado en el futuro, pues la dosis de clave cómica, estaría presente incluso en algunos de sus mejores ejercicios de intriga y suspenso. El gran Hitchcock nos presenta la historia del matrimonio Smith, un matrimonio yanqui de singulares costumbres y relaciones, que de pronto se ve enfrascado en la increíble situación de que, por motivos de la siempre impertinente burocracia, y por confusiones estatales, no están legalmente casados. Tal situación generará disparatadas consecuencias, y pondrá su relación a prueba máxima, mientras redescubren sus sentimientos. Interpretada por Robert Montgomery y Carole Lombard, sin ser remarcables sus actuaciones, son eficientes para dar vida a esta agradable comedia.
El señor David Smith vive en una acomodada residencia, con su esposa, Ann, y llevan ya tres días encerrados en su dormitorio, sin salir de él, su récord está en ocho días seguidos. Solo interrumpen su claustro cuando un personaje de la oficina de él les dice que es imperativo que firme unos papeles. Es la singular forma en que ellos llevan su matrimonio, con sesiones como esa que son usuales, en la que se exige respeto, donde hay encierros así de ser necesarios, una política de anti-peleas, hay muchas reglas entre ellos, y parecen adoptarlas con gusto. Pero su aparente armonía se rompe cuando, con sinceridad, él responde a una pregunta de ella, de que, si tuviera que volver a hacerlo, no se casaría con ella, pues sacrificó mucha libertad. Aunque la respuesta causa malestar, la noche pasa y ya es el día siguiente, en el que el señor Smith, en su oficina recibe la visita del señor Deever (Charles Halton), que le informa que, debido a inconvenientes legales entre Idaho y Nevada, zona donde se casó con su esposa, su matrimonio no es legal, es decir, ante la ley, ellos nunca se casaron. Simplemente deberían volver a casarse, pero el señor Smith se siente extrañamente feliz, y da la casualidad que Deever conoce de toda la vida a Ann, y le cuenta, junto a la madre de ella, toda la situación.
En la noche, el señor Smith lleva a su esposa a cenar, curiosamente al mismo lugar donde se casaron, ella, ya sabedora de todo, espera que algo especial suceda, pero nunca se concreta, y el otrora elegante restaurante se ha convertido en un cuchitril. Al no suceder nada, ella enloquece, discuten fuertemente, lo echa de casa, el señor Smith pasa la noche en un hotel. Al día siguiente, no llegan a ningún acuerdo, y la señora Smith, sin ningún sustento, se ve obligada a buscar trabajo, siendo cortejada por un viejo verde empleador, se van sucediendo jocosas situaciones, y las peores diferencias de la pareja se desnudan, Ann no quiere saber nada. Luego, el abogado Jefferson Custer (Gene Raymond), amigo de la pareja, es presentado por ella como algo más, está contenta con la situación, y se muestra feliz de que éste la corteje, coquetea con él en la cara del señor Smith. Después, ambos coinciden en un restaurante, ella con Custer, él con un amigo, y dos mujeres, una doble cita arreglada, o mejor dicho, mal arreglada pues su pareja es una mujer mayor no muy atractiva. Pero a ella no le va mucho mejor, pues acto seguido van a una feria, donde su juego se atasca y quedan suspendidos en el aire. Se siguen sucediendo hilarantes situaciones, ella sigue afanada en su determinación, pero él la sigue hasta una casa donde pasaron buenos días en el pasado, interrumpe su estancia con Jeff, y tras jugar ambos unos numerillos, charadas a su manera, terminan por reconciliarse, los señores Smith terminan juntos otra vez.
El inmortal Hitchcock se presentaba de esta manera en tierras norteamericanas, iniciaba de esta forma una etapa en su carrera en la que materializaría piezas inolvidables del cine yanqui, y del cine mundial, indelebles improntas que han sobrevivido décadas, y que sin duda lo seguirán haciendo, como imprescindibles obras de un director referencial. La RKO fue la encargada de producir esta cinta del genial director de Psicosis, quien, iniciando la década de los 30, plasma su faceta de cineasta que juega en el campo de la comedia, aún estaba lejos de producir sus soberbios ejercicios de suspenso, claramente lo mejor aún estaba por venir. Observamos a un Hitch que aún está por desarrollar su pasión por el género que lo volvería inmortal, y al mismo tiempo, el género que él cambió para siempre, pero ya va dejando patentes algunas de sus futuras constantes, como crear situaciones a las que nos introduce sin mayor presentación, se va al grano, las circunstancias son materializadas sin mayores devaneos, característica constante y acertada en el cineasta. Es así como nos presenta la historia del matrimonio yanqui de los Smith, en el que el señor Smith ve cómo, inverosímilmente, su deseo se vuelve realidad, cuando manifiesta que de volver atrás no se casaría de nuevo con su mujer, y de pronto, la burocracia hace que su matrimonio haya sido nulo, su sueño se ha cumplido, pero contrariamente a lo que pensaba, se voltea la tortilla, y es él quien acaba persiguiendo a su esposa para volver a casarse, esto se produce no sin que se generen disparatadas e hilarantes situaciones, donde sus diferencias se maximizan, pero finalmente, el amor nunca faltó ahí, por lo que vuelven a unirse. Aunque haya momentos en que se sientan algunas situaciones muy livianas, termina siendo una aceptable cinta que es necesario visionar, pues es la cinta primera en Norteamérica de un auténtico titán del cine. Posteriormente habría un bodrio de película con el mismo título -con dos seudo actores contemporáneos cuyos nombres ni siquiera mencionaré, para evitar un movimiento súbito de mi ánimo-, y que considero importante no confundir con esta obra del muy querido Hitchcock.
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