miércoles, 11 de enero de 2012

San Quentin (1937) – Lloyd Bacon

Cinta donde apreciaremos a uno de los más queridos rostros del cine clásico, apreciaremos al entrañable Humphrey Bogart en su juventud, bisoño y casi imberbe actor que por entonces iniciaba lo que sería una muy gloriosa e inmortal andadura actoral. Curiosamente, en esta oportunidad no es el protagonista principal que eclipsa a todos los demás intérpretes, pero también sería llamativo verlo en un papel algo ajeno a lo que tantas veces, y tan bien encarna. Lo veremos alejado del clásico papel de detective privado, de hombre clandestino, recio, fuerte, determinado y masculino, que conquista a toda mujer que se le ponga al frente. De aquel personaje característico que lo encumbró para siempre, solamente queda el irascible carácter, la intensidad y el brío de un indomable convicto que está recluso por robo, y ya adentro, se enfrenta a un afamado ex oficial militar que es encargado de implantar un nuevo programa de rehabilitación para los internos, y de paso termina involucrándose sentimentalmente con la hermana de Boggie, situación que acabará sacándolo de control, mostrando una de las caras más extremas del inolvidable intérprete de Casablanca. Interesante cinta, que los admiradores de este inmortal actor disfrutarán.

     


En la penitenciaría de San Quintín, se está pasando lista a los internos, y a la vez se les aplica severos castigos, esto los tiene bastante inquietos, y se la tienen jurada al encargado de esos castigos, el Teniente Druggin (Barton MacLane). Paralelamente, en las altas esferas de mando, se discute de la presión que imponen las altas autoridades, y de lo imperativo que se está volviendo ya no castigar a los presos, sino implementar programas de rehabilitación. Después, el Capitán Stephen Jameson (Pat O'Brien), llega de Texas, y en un club conoce a una atractiva bailarina llamada May (Ann Sheridan), ella es hermana de Joe 'Red' Kennedy (Bogart), un recién salido de prisión, que está volviendo a ella por reincidente. Jameson llega también a  los cuarteles generales de la prisión, el recio Capitán pretende poner orden en ese lugar, mientras Joe Kennedy, recién llegado a San Quintín, es un rebelde que no quiere saber nada de rehabilitaciones, rápidamente se trenza en una pelea con otro recluso, por lo que es castigado y pierde los no muchos privilegios que se le daban en la prisión. Mientras tanto, May va a ver a su rebelde hermano. Debido a su indisciplina, Joe conoce a Jameson, el encargado máximo de los programas de rehabilitación, pretendiente de su hermana, que explica su rudeza, y a la vez le habla de su experiencia manejando grupos humanos.



Tras conversar, él le da a Joe otra oportunidad, tendrá un trabajo y recuperará sus privilegios. Por otra parte, se niegan a trabajar en los talleres creados, y Jameson debe controlarlos, aplicándoles el castigo de dejarlos sin comida. Hay indisciplina, desorden y anarquía, los reclusos llaman la atención de los medios de comunicación, y Jameson es cuestionado por los malos resultados que obtiene. Jameson se reconcilia con May, y es que habían tenido un malentendido por su manejo de los reclusos, y los demás colaboradores de San Quintín observan la estrecha relación que tiene con la hermana de Red. Joe empieza a trabajar honestamente, incluso ignora a 'Sailor Boy' Hansen (Joe Sawyer), que le exhorta a escapar, pero cuando los demás internos se burlan de cómo el jefe corteja a su hermana, cambia totalmente su actitud. Es así que logra escapar con Sailor, se realiza una persecución en auto, ellos cambian de vehículo, pero colisionan. Sailor y Druggin resultan muertos tras la correría, Boggie escapa, y Jameson desea probar su posición, y va con May, encontrando ahí a “Red”. Toda la verdad es sabida, que el interés del ex oficial por May es genuino, como fue genuina su intención de ayudar a Joe, ojo de la tormenta y señalado como prueba viviente del fracaso del Capitán. Pese a todo, rebelde siempre, huye, y es herido en su escape. Con aventones, agonizante, regresa a San Quintín, donde fenece tras reconocer el trabajo de Jameson.



El norteamericano Lloyd Bacon termina de esa forma su cinta, interesante película de muy corta duración, superando por poco la hora de metraje, en un agradable ejercicio de cine que se aproxima al film noir, y centrando mayor parte de la atención en Boggie, que encarna a una suerte de antihéroe, el recluso que quiere cambiar, desea a conciencia mejorar, pero no puede consigo mismo, no puede con su genio, y cuando se entera de tergiversadas versiones de su benefactor cortejando y enamorando banalmente a su hermana, echa todo a la basura. Resultó más que interesante ver a un joven Boggie, pero no por eso menos intenso, sigue siendo el recio personaje, indomable, indómito, que se lleva todo por delante, con la pequeña diferencia que en esta oportunidad ya no es un detective privado desenmarañando misterios y enamorando a toda presencia femenina que se le cruce. Bogart estaba por entonces lejos aún de conocer al amor de su vida, la hermosa e imperial Lauren Bacall, a una década aún de sus inmortales y estupendas colaboraciones, Humphrey ya nos daba muestras de su recia personalidad, actor de carácter que siempre deja al espectador enganchado con toda su fuerza interpretativa. Con las correctas actuaciones de Pat O'Brien y Ann Sheridan, además del joven y furibundo Bogart, se configura una algo aleccionadora película, materializado en el final reconocimiento que el indomable recluso hace por el trabajo del oficial que corteja a su hermana, su arrepentimiento lo redime, lo convierte en una persona digna, deja de ser reprobable. Agradable y disfrutable cinta breve, algo que los verdaderos fanáticos de Boggie no dejarán pasar inadvertido.




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