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jueves, 17 de noviembre de 2011

A la mañana siguiente (1986) – Sidney Lumet

El buen director norteamericano Sidney Lumet nos presenta esta película que valgan verdades, no es lo mejor de su filmografía, ni mucho menos. Cuenta con el atractivo de tener en el rol protagónico a la bella Jane Fonda, pero cuya belleza se perderá caracterizando a la alcohólica y desaliñada protagonista, una mujer que se ve inmersa en una surreal situación, cuando despierta una mañana con un cadáver al lado, incapaz de recordar nada de la noche anterior, y tiene que resolver la encrucijada, en la que se encontrará más de una sorpresa, y que pondrá en peligro su propia vida. Completan el reparto Jeff Bridges y el recordado Raul Julia, en una historia que tiene un inicio muy interesante y original, pero cuyo desarrollo acaba volviéndose rácano, simplón, sin interés, la historia no sabe llevar por buen camino el prometedor inicio, ni con buen ritmo ni con nuevos eventos.

      


Mientras una TV trasmite su programación, Alex Sternbergen (Fonda), despierta en su cama junto a un cadáver masculino, acuchillado, sin recordar absolutamente nada. Naturalmente, trata de escapar, sin encontrar cupos en el aeropuerto, pero conociendo incidentalmente a Turner Kendall (Bridges), un ex policía retirado por incapacidad que cuida de ella. Ya en confianza, le cuenta todo lo sucedido a Turner, que la va conociendo más, ella es una alcohólica sin mucho oficio ni beneficio, igual que él, que pasa su tiempo sin hacer nada importante. Se piensa en la posibilidad de que el cadáver haya sido colocado ahí para inculparla. Después, va a la casa de Turner, donde la alcohólica fácilmente se deja seducir, tras lo cual mantienen una intensa discusión, y ella se va, va a buscar a un querido amigo, el estilista Joaquín Manero (Julia), mientras un amigo policía de Turner investiga el caso. Al profundizar la investigación no queda duda de que el cadáver fue colocado ahí, se está sembrando la evidencia a Alex, y el culpable de todo es el propio Joaquín, que pretende liberar de culpa a la verdadera asesina, una amante suya. Turner descubre todo, va a buscar a Alex y pelea con Joaquín, hasta que llega la policía. Los culpables son encerrados, y Alex se queda con Turner.




Película que tiene un atractivo y atrapante inicio, con la Fonda que encuentra el cadáver y nadie sabe nada de lo que pasó, crea una inicial intriga que nos envuelve, y que no se esclarece sino hasta el final. Sin embargo, conforme avanza la historia, se va perdiendo el relato en detalles intrascendentes, anodinos, que hacen perder paulatinamente el interés, la narración se va por la tangente, y se pierde en bifurcaciones secundarias, y pese a tener algunos momentos atractivos, al final acaba ahogándose inevitablemente en ese innecesario desvarío, y más aún con una conclusión que era relativamente predecible, que se antoja un tanto simplona y que no colma las expectativas de tanto misterio. Uno de los atractivos de la cinta era ver a la hermosa Jane Fonda, pero este atractivo pronto se desvanece cuando vemos a la descuidada y despistada Alex, mujer greñuda, ebria y alcohólica, que no sabe lo que hace, parece estar siempre perdida. No es algo agradable de hacer, pero la película de Lumet, una de sus más flojas presentaciones, casi obliga a su reprobación, conociendo el potencial del realizador, y hace añorar al gran director de Serpico (1973), Dog Day Afternoon (1975) o la estupenda Network (1976).


  

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Serpico (1973) – Sidney Lumet

Uno de los filmes que más le serán recordados a unos de los actores contemporáneos más memorables y serios, el inmortal y único Al Pacino. Apenas un año después del súper clásico The Godfather (1972), El Padrino, un jovencísimo Pacino nos obsequia una de sus grandes actuaciones, de aquellas que se cuentan entre el ilustre repertorio de una joven estrella, futura leyenda. El encargado de poner en escena una obra tal tenía que ser alguien a la altura, y el designado es el gran Sidney Lumet, el querido autor de clásicos del cine, que nos dejó recientemente, y claro, cumple excelentemente con la función de dirigir no sólo un clásico sino dirigir también al futuro monstruo, a un Pacino que todavía tiene el rostro del juvenil Michael Corleone, y es que el genial actor yanqui se caracterizó por su versatilidad, por personificar papeles diversos desde joven, prodigiosos personajes o sencillos, era un talentoso y precoz actor, estallaba desde sus años iniciales, pero en esta oportunidad encarna a un personaje de “la acera de enfrente”, el incorruptible policía Frank Serpico, que tendrá que experimentar las tormentosas penurias de los tantos delitos callejeros en la Gran Manzana, Nueva York es la ciudad que le enseñará hasta dónde es capaz de llegar la delincuencia callejera, pero no sería eso lo peor que descrubriría, pues la mayor corrupción, el mayor enemigo y más indignante e inaceptable para él, se encontraría en sus propias paredes, en las mismas fuerzas policiales.

      


El filme inicia con el buen Serpico,  que está siendo llevado a sala de emergencias, ha sido herido en el servicio, y esto trae preocupación a todo el departamento. Estando así, entramos en una retrospectiva, nos remontamos a los inicios de Serpico en las fuerzas policiales, desde que es un bisoño en la academia, sus primeras intervenciones. Correcto desde el comienzo, siempre derecho, va chocando con algunas incompetencias de sus camaradas. Veremos también el lado humano de Serpico, su relación con su novia Laurie (Barbara Eda-Young), la forma en que se está independizando, amoblando su nuevo hogar, es un personaje muy popular en su barrio. Al tener demasiados problemas con el departamento donde trabaja inicialmente, pronto cambia su actividad a detective encubierto, en otro departamento, donde es entrenado para detectar y combatir la venta de drogas, va descuidando su aspecto premeditadamente para encajar en el nuevo submundo en el que tendrá que mimetizarse. Sin embargo las cosas no mejoran mucho en su nuevo entorno, Frank, siempre recto, siempre incorruptible, también tendrá diferencias por injusticias cometidas por sus propios compañeros, no termina de adaptarse al nuevo ambiente.





Es así que recibe la propuesta de, como agente encubierto, hacer el papel de un yonqui español, pero su honestidad siempre será un obstáculo para él, a diferencia de sus compañeros, nunca toma el dinero fruto de las acciones ilícitas de su equipo, aún cuando esta negativa le genera problemas, pues conforme avanza el trabajo, aumentan las ganancias, ganancias concretadas en botines de dinero manchado. Pese a todo, él mantiene su incorruptibilidad, sin embrago, toda esta presión empieza a afectar su vida personal, y es que las dificultades en su trabajo se incrementan, las trabas, la corrupción en el mismo departamento, a todo esto se suman complicaciones en su relación, y finalmente su novia Laurie termina el asunto. Llega el momento en que se les hace un juicio a causa de las muchas actividades ilícitas de la fuerza, y cuando Serpico es llamado a declarar, siempre con su integridad por delante, no delata a sus compañeros, lo cual va complicando el proceso. Frank sigue a lo suyo, trabajando honestamente, hasta que es herido en una intervención, es el momento de cruce temporal con el inicio del filme, hay expectativa de su estado, preocupación, pero va mejorando, su madre italiana y su padre van a verlo. Finalmente se recupera, le quedan algunos rezagos de la bala, denuncia a los corruptos, y renuncia a la fuerza. Años después, un texto nos informa que Serpico fue condecorado y vive en Suiza, donde reside con su fiel can, su pastor inglés que siempre estuvo con él.
Uno de los papeles que queda en el escaparate selecto del querido Pacino, de uno de los actores referenciales de esta generación, sobreviviente aún de la realeza de Hollywood, uno de los pocos portadores de los genes reales de los años dorados pasados. Pacino era aún un jovencito cuando rodó este clásico filme, este clásico policial, donde no tuvo que actuar demasiado, es el personaje de un joven sencillo, como él, un policía inexperto pero correcto, tanto dentro como fuera de su campo laboral, y esto es algo inherente a él que acabará por pasarle factura. En el filme Serpico tendrá que adaptarse a una realidad cruda y fuerte, se ve obligado hasta a modificar su aspecto, cambia su apariencia, más no su camaradería, pues sigue siendo solícito y ayuda a sus camaradas. El incorruptible Serpico tiene que ganarse el sustento en la competitiva ciudad de Nueva York, sede de otros memorables retratos de la inmundicia suburbana yanqui, donde la corrupción es el pan de cada dia, y peor aún, es el pan de cada dia de los policías, ciudad donde donde los yonquis son la fauna constante de las calles, en medio de toda esa locura, él es distinto, y no se mezcla jamás con todo eso, es una realista historia, sin ornamentos innecesarios, de un incorruptible policía que jamás se dejó corromper. Todo un clásico, por el excelente director, y claro, por el entrañable e inmortal Al en uno de sus papeles de juventud. Recomendable, para el fanático de este multifacético y entrañable actor, es un platillo imperdible.



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