




Inolvidable clásico del cine negro, donde por primera vez en el género de robos, se explora el personal mundo de los antihéroes, los asaltantes de banco, o joyería en este caso, y el director nos muestra el personal perfil de cada uno de ellos, sus dilemas, así veremos al abridor de cajas fuertes Louis con sus problemas financieros para mantener a su mujer y su hijo recién nacido, al duro Sterling Hayden interpretando a un campesino que añora su juventud, sueña con su infancia en Kentucky, rodeado de la paz del campo y de un magnífico caballo, semental que se estropeó, al igual que todo ese mundo suyo, y al arruinado magnate Emmerich, casado con una esposa de la que está aburrido, y manteniendo a una joven amante, su mundo se derrumba por culpa de sus propios excesos, de su pomposo estilo de vida. A través de la investigación policíaca, también nos muestra el corrupto mundo de la ley, corrupción de la que ellos son conscientes, pero que no mucho pueden hacer al respecto. La película es una muy seria puesta en escena, lúcida, de narración directa, sin distractores, inclusive prescinde de banda sonora, cero música, la historia que se nos presenta es todo, es donde nuestra atención debe estar centrada, y para ello somos ayudados por el buen ritmo del que Huston dota a su cinta. En el final, veremos cómo el gradual fracaso de sus planes, desemboca en la muerte de casi todos, el único sobreviviente va a prisión y el protagonista, Dix, se arrastra intentando alcanzar aquel mundo donde fue feliz, tratando de alcanzar su infancia. Remarcable y memorable cinta, otra de esas joyas que debemos al gran John Huston.