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domingo, 8 de abril de 2012

El quimérico inquilino (1976) - Roman Polanski

Tras el regreso al éxito y aceptación tanto del público como de la critica que significó Chinatown (1974), inicia con la presente cinta Polanski su etapa francesa, habiendo ya recorrido sus natales tierras polacas, el Reino Unido y también Norteamérica. Cinta que prosigue con las siempre coherentes y congruentes directrices del polaco, en la que juega con el suspenso y con el terror de una situación que pueda parecer descabellada, propia de un orate, pero que termina apoderándose de un individuo hasta volverse su perdición. Se trata  de la historia de un sujeto que llega a una pensión, busca alojamiento, se le ofrece un departamento que ha quedado vacante al intentar suicidarse su antigua arrendataria. Situación aparentemente normal, de pronto el inquilino se ve inmerso en una pesadilla, cuando sienta que todos los habitantes de la pensión tratan de generar un siniestro deja vu, traten de enloquecerlo hasta inducirlo a la misma acción que su predecesora. La cinta tiene muy logrados momentos de terror y suspenso, y el papel principal masculino recaería en nada más y nada menos que el propio director, Polanski nos obsequia una muestra más de lo multifacético de su arte, pues su faceta actoral también fue fructífera y de calidad, a la altura de su autor. Se inicia una nueva etapa en el cine de Polanski, una etapa con sus respectivas características distintivas, y que parecía abrir un nuevo abanico de posibilidades para el gigante director.

        


Se nos introduce a la cinta con un largo, parsimonioso y movedizo travelling alrededor de un edificio, se nos va familiarizando con la locación. Es París, y después, al lugar llega Trelkovsky (Polanski), un sujeto que está buscando alojamiento. Una mujer allí le muestra una habitación, y pronto le informa que quedó vacante pues la antigua inquilina intentó suicidarse saltando por la ventana. Luego se entrevista con el Monsieur Zy (Melvyn Douglas), con el que tras una negociación, llegan a un acuerdo por el cuarto. Poco después, Trelkovsky va a ver a la desafortunada ex inquilina, Simone Choule, al hospital, encontrando un vestigio humano, un cuerpo completamente cubierto de vendas, y allí encuentra también a Stella (Isabelle Adjani), amiga de ella, pero curiosamente, al ver a Trelkovsky, la enferma grita desgarradoramente. Trelkovsky y Stella van al cine, donde ella manifiesta ser muy caliente, pero el asunto queda ahí, el suceso de Choule es un misterio. Llama al hospital en los días siguientes, Choule murió, y se asienta ya él en el departamento. Recibe la visita de unos amigos por su nueva casa, pero Monsieur Zy le llama la atención por la bulla. Extraños sucesos pasan, encuentra un diente en una pared, y desde su cuarto, con vista al baño común del edificio, observa a una persona completamente inmóvil. Pasan unos días, y con sorpresa encuentra su habitación desvalijada, completamente desordenada, y las quejas por los ruidos continúan.




Poco después vuelve a encontrar a Stella, van a la reunión de un amigo de ella, y luego a la casa de la fémina, donde Trelkovsky se embriaga. Ya en su casa, rechaza una petición de una junta de firmas para echar a una inquilina. Comienza a alucinar, en el baño, encuentra una suerte de extraños jeroglíficos, y desde su cuarto, en el baño, primero ve a alguien que lo observa con catalejos, luego ve a la mismísima Choule, vendada, ahí. Reparan los vidrios que Choule rompió con su intento de matarse, Trelkovsky ya cree que todos intentan inducirlo al suicidio, empieza a perder la razón, se traviste, y despierta con la boca ensangrentada, e incluso encuentra otro diente humano en la pared. Empieza a sufrir paranoia de todos sus vecinos, sufre el ataque de un brazo por la ventana, trata de escapar de ahí, va con Stella, que le permite pasar la noche en su casa, le dice que puede quedarse allí unos días, dándole las llaves de su hogar. Pero luego, al ver unas fotos, enloquece, destruye el mobiliario de Stella, se va, intenta comprar un arma, no lo consigue. Vuelve a casa, tiene otras alucinaciones de pesadilla, se traviste nuevamente, y no soportando todo, finalmente se arroja por la ventana hasta en dos oportunidades, quedando en exactamente la misma condición que Choule, con cuerpo entero vendado, y gritando desesperadamente; el macabro deja vu se ha consumado.




Configura Pólanski un excelente thriller, terrorífico thriller que no podía estar exento de las impactantes imágenes y secuencias tan propias del realizador, pero agregando ahora un poderoso elemento de suspenso, con el que consigue enganchar al espectador a una situación de pesadilla, que comienza como una mera e insignificante preocupación, pero que va tomando forma y fuerza, hasta apoderase del sujeto, atormentarlo, hacerle perder el juicio, y finalmente la vida misma. Continúa colaborando con el confiable Gérard Brach para apoyarlo en el trabajo de guión, ahora realizado conjuntamente por ambos. Recrea al fantástico mundo de un personaje que se ve inmerso en inverosímil situación, renta un cuarto vacante al intentar matarse su antigua habitante, y de pronto ve cómo todos a su alrededor hacen lo que parece un muy esforzado intento por recrear exactamente la situación en la que la antigua inquilina perdió el control y quiso poner fin a su existencia. Prontamente esto se manifiesta, tibiamente al inicio, cuando el tendero de un restaurante prácticamente le imponga repetidas veces la marca de cigarros y bebida que la fenecida mujer consumía, Es en la segunda parte de la película que la demencia empieza a tomar fuerza y posesión del atormentado inquilino, comienza la descomposición, Trelkovsky va cediendo a la casa, a sus inquilinos, enloquece, pierde el control, la oscuridad lo va dominando todo, unas sombras que gradualmente van tomando el control, invadiendo todo primero, luego retirándose y dando paso de nuevo a la luz, pero dejando caer finalmente un triunfante y envolvente lúgubre manto que termina por adueñarse irreversiblemente de todo.






Como siempre en su cine, las figuras e imágenes cobran fuerza vital en la película, empezando con la infrahumana mujer, la inquilina que quiso matarse, un vestigio de gente, cubierta toda de vendas, solo sus ojos y boca están descubiertos, una boca que profiere un grito desgarrador, es un cadáver viviente gritando a todo pulmón, y creando el misterio de porqué lo hizo. También genera las imágenes que van tejiendo el suspenso, el terror, siempre tibio al inicio, con las inmóviles figuras de personas completamente estáticas en un lejano baño, como siniestros maniquíes, inalcanzables con su inactividad hierática, que impregnan de terror poco a poco todo. Asimismo, las secuencias de delirio, las alucinaciones, son de las mejores que se le han visto, las de mayor impacto, como una vecina ahorcando al atormentado individuo, y claro, la muerta que vuelve de ultratumba, la difunta inquilina, que regresa con vendas y todo, a ese baño donde extraños jeroglíficos se manifiestan, observa a Trelkovsky, se quita las vendas, ¡sonríe!, horrorosa imagen con la que comienza a perder la razón el desgraciado personaje. Por supuesto, una de las más poderosas imágenes, con las que ya lo sacan de quicio, quedando en el aire si era fantasía o no, es la cabeza humana que aparece y desaparece de su ventana, y después al acercarse, es que todo el vecindario está jugando al fútbol con la cabeza, es el máxime de la alucinación, el máximo delirio, pesadillesca visión, la descomposición y demencia que desbordan y abruman a Trelkovsky, que busca ayuda con las autoridades, pero el sheriff también es parte de la sombría conspiración, que termina por destruirlo. No soporta la situación, se traviste, engendra un patético personaje, producto de la insoportable presión de la que es víctima.


Comienza el tormento y la alucinación.



Trelkovsky cede, está por concretar el mórbido deja vu.

Pesadillesco. Los vecinos juegan fútbol con la cabeza humana.


El excelente polaco se somete a sí mismo a la tortura, encarna a un retraído personaje, que enloquece y piensa en la muerte, y en la más inverosímil, pero a la vez real, conspiración por acabar con su vida, y un Polanski ducho tanto en la dirección como la actuación (y como en torturas de la vida real, ciertamente), no podía desentonar, ni mucho menos, ofreciendo una actuación sólida como el enajenado infeliz que se ve superado por una situación surreal, y sucumbe ante ella. Juega en la cinta, como siempre con este director, un papel importante la música, lóbrega, apremiante, desesperante, obra y gracia de Philippe Sarde, que se fusiona y da textura a la demencia, enriqueciendo y potenciando la densa pesadilla, terminando de configurar la atmósfera imprescindible de toda cinta de Polanski, un estupendo complemento a todo el trabajo visual, para configurar ya la excelente obra audiovisual que es el producto acabado. Y para el clímax final, la secuencia en la que es completamente desbordado y poseído por el edificio y sus inquilinos, se materializa una especie de recreación sectaria, todos los inquilinos confluyen en la visión de pesadilla, aplaudiendo y observando la final caída de Trelkovsky, que curiosamente se bifurca en dos, la primera, que es la más demencial, la ya descrita, y la segunda, donde los inquilinos, ya humanizados, le piden rectifique, pero no hay marcha atrás. Son todos representados siniestramente, como una pintoresca variación de la satánica secta que hiciera lo suyo en la magistral El Bebé de Rosemary (1968), son los mismos que perpetraban la orgía con el fútbol con la cabeza humana, es la cumbre de una negrísima demencia, que culmina con el más siniestro deja vu, Trelkovsky que re versiona al esperpento cubierto de vendas, la pesadilla se ha repetido, pero ahora él está del otro lado. Un muy buen thriller de terror, que Polanski escribe, dirige y protagoniza, y en el que realiza un muy interesante trabajo de cámara, ágil, precisa, que se desliza y llega a todos los puntos. Resulta también imposible dejar de mencionar el trabajo en la fotografía de Sven Nykvist, el fotógrafo del titánico Ingmar Bergman, dato que basta y sobra como carta de presentación, él es el responsable de mucha de la fuerza de las imágenes de la presente película. El omnipresente director proseguía su distinguida andadura cinematográfica iniciando ahora su etapa francesa, con esta memorable cinta, que los fanáticos de este magnífico director, como quien escribe, sabrán apreciar y adorar.


Sangrante travestido, comienza ya a ser desbordado por la delirante demencia.

Cual bizarra ópera, los vecinos acuden a su máxima decadencia.


Como una mórbida secta, con singular regocijo presencian su perdición.


El grotesco deja vu se concretó. Todo está consumado.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Camille Claudel (1988) - Bruno Nuytten

Cine francés el que nos ocupa en esta oportunidad, con el filme dirigido por Bruno Nuytten, cinta de largo aliento para representar la historia de una artista tan talentosa como atormentada, la escultura del título. Nos narra la existencia de la escultura Camille Claudell, desde sus inicios como precoz joven apasionada a la escultura, y cuando poco después ingresa a la Escuela de Bellas Artes, llamando poderosamente la atención de Auguste Rodin, que se vuelve su maestro, amante y compañero. Sin embargo su vida su vuelve turbulenta cuando su querido Rodin no se desligue de su mujer, la abandona, y ella vaya perdiendo paulatinamente la cordura, hasta ser recluida en un sanatorio mental, donde pasaría sus últimas tres décadas de existencia, ajena al mundo exterior y al contacto con la gente. La cinta respeta en buena parte la veracidad histórica de la trágica existencia de la notable escultora, hermana de un importante poeta y político francés, recluida y ocultada al mundo por la vergüenza de su condición. El reparto que selecciona el director es de lo mejor de la cinta, Isabelle Adjani como la artista atormentada, y el gran Gérard Depardieu como su principal amante, Rodin, aportando siempre la sobriedad y experiencia de un muy notable actor francés. Si bien algo extendida y dilatada en su duración, es un buen ejercicio esta producción europea, con actuaciones apreciables y todo el refinamiento del cine francés.

       


Abril de 1888, Francia, un joven Paul Claudel (Laurent Grévill) busca preocupadamente a su hermana, Camille, que ha desaparecido. La encuentran esculpiendo barro, una de sus aficiones, mientras Auguste Rodin, que ha notado su arte, se fija en ella y una amiga. Pese a que su vocación le genera problemas con su familia, ella sigue con lo suyo y se prepara para su primer trabajo en mármol, va al depósito de este material,  y realiza la figura de un pie humano. Rodin queda impresionado con su habilidad, y la contrata y enseña en su taller, se acerca a ella, la admira, pues ella sabe qué es lo que la inspira. Inician un romance, no muy bien visto por su familia, y aunque se mudan, Rodin la sigue y encuentra otra vez. El propio instructor habla con la familia de ella, les dice lo talentosa que es, y de sus intenciones de llevarla a Paris. Se consuma lo planeado, al igual que su romance. Llegan hasta una enorme residencia equipada con un gran estudio para trabajar su arte, van juntos a todos lados. Se van asentando y trabajando, asisten a banquetes y se codean con distinguidos círculos artísticos de la época, mientras su hermano Paul tiene problemas con su servicio militar. Llega a casa su padre, Louis-Prosper Claudel (Alain Cuny), que siempre la apoya, le recomienda que haga exposiciones para hacerse conocida, y desconfía de su relación con Rodin, un hombre casado.




En esas circunstancias, se entera que está embarazada, lo que la irrita, y se aleja de los actos sociales, y todo empeora cuando la mujer de Rodin la busca y la ataca; ella desaparece. Su trabajo mejora, hace un busto de Rodin muy reconocido por la crítica, pero ella se aleja de su maestro, al no poder éste dejar a su mujer, afirma que empezará a trabajar para sí misma. En silencio y ella sola, decide abortar, lo hace, y se queda con Paul, mientras sigue realizando algunos trabajos. Comienza entonces a hacer exposiciones, se va haciendo conocida por sus mejores esculturas, y Paul decide partir a Norteamérica. Poco después Rodin la vuelve a encontrar, tienen una intensa reunión. A él no le va bien esculpiendo, y ella, con todo lo pasado, ha ido desarrollando alcoholismo, produciéndose una acalorada discusión entre ambos. Su ruptura es inevitable, ella se siente decepcionada, sobre todo porque Rodin comienza a adueñarse de sus trabajos, los expone tomando los ingresos obtenidos, mientras a ella se le niegan ya las oportunidades, se le embargan sus trabajos; lo aborrece. Se degrada, sin dinero, no trabaja, vive en un total cuchitril, inundado por un río, está derrotada y acabada. De pronto, aparece en condición lamentable en un evento de Paul, se hunde en el alcoholismo, todo empeora, y al morir su padre, es recluida en un manicomio, donde pasa sus últimos 30 años de vida.





Interesante producción francesa para narrar la historia real de Camille Claudel, la gran escultora de mucho talento, que se relaciona con el inmortal escultor Rodin, en una unión de geniales artistas, pero que acabará por afectarla, deteriorarla y destruirla. En los días del inmortal y glorioso Víctor Hugo, se desarrolla la historia, que es respetada en buen grado por la película, aunque naturalmente con matices propios de la versión del director, y es así que vemos la conflictiva relación de ambos escultores, con un Rodin que siente que ha perdido la fuerza y la inspiración de otras épocas en su vida, invadido por la angustia, mientras una efervescente Camille asciende en su perfeccionamiento artístico, pero que termina quebrándose y marchitándose cuando entrega su juventud y mejores momentos al escultor, para que éste finalmente se quede con otra mujer. Es la triste y verídica historia de una artista dotada, brillante y genuina, que entregó todo a su maestro, y finalmente cae presa de la demencia y la dejadez. La cinta obtuvo numerosos reconocimientos en 1989, tanto en La Berlinale, como en los Premios César. Decisiva participación tuvo la hermosa Isabelle Adjani, tanto productora como principal protagonista, terminaría alzándose con uno de los cinco mencionados César que ha ganado hasta hoy. La apreciable actuación de Adjani también se complementa y realza con la actuación de uno de los mejores actores franceses de las últimas décadas, el gran Gérard Depardieu, ya maduro, curtido, siempre eficiente en su serena y elegante interpretación, y en esta oportunidad encarna al inmortal escultor Rodin. La música de la cinta también es notable, alturada, remite al refinamiento del mundo artístico francés de la época, con una sofisticada y delicada melodía, enmarcando sus bellas locaciones, así como los momentos de los artistas creando sus obras. Cinta de amplio reconocimiento, y con grandes actuaciones, quizás algo excesivamente dilatada en su duración, pero que configura un notable ejercicio de cine francés contemporáneo.



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