viernes, 27 de enero de 2012

Contacto en Francia (1971) - William Friedkin


Todo un clásico del cine de acción, del cine policial, esta excelente película del director Friedkin fue auténticamente demoledora cuando vio la luz, ganándolo todo en los por entonces aún dignos Premios de la Academia, mérito que es sumamente notable y ensalzador para una cinta de acción, pero la verdad es que la película lo merecía y con suficiencia. La película contiene infinidad de detalles y matices, pero lo que se erige muy por encima de muchas cosas es la espectacular secuencia de la persecución en automóvil, sentando una base, un auténtico referente para secuencias de esa naturaleza, en lo que se considera como uno de los ejercicios más brillantes e impactantes de ese tipo. Y eso se logra, más que nada, gracias no a costosos efectos especiales ni trucajes “ingeniosos” ni novedosos de cámara, sino simplemente a rodar profesionalmente, a grabar una verdadera persecución, no elaboradas representaciones -que más que vistosas, terminan siendo vistosamente falsas-, sino una auténtica persecución en auto, grabada correctamente, y que le da un nivel de realismo inigualable, y una de las razones por la que la cinta es santo y seña, referente del género policial de cine. Ganadora del Oscar a Mejor Película y Mejor Director, la cinta sumaria a sus laureles el Oscar a Mejor Actor Principal para un muy correcto Gene Hackman, en un singular papel de policía, al menos para él, pero también cuenta el filme con un reparto muy destacable, con el nominado al Oscar como Actor Secundario, Roy Scheider, y al ibérico Fernando Rey, que completan los papeles estelares. La cinta nos narra la historia de dos detectives antinarcóticos, Hackman y Scheider, que luchan por desbaratar una gran operación de tráfico de heroína, cuyo principal contacto es Rey. 


     



La acción inicialmente nos ubica en Marsella, Francia, donde un sujeto está siendo seguido por un policía, y tras unos breves momentos, el sujeto, que es un mafioso, liquida de un tiro en la cara a su seguidor, policía. Posteriormente, estamos en Nueva York, donde una operación encubierta en un bar se realiza, en la que los agentes Jimmy Doyle (Hackman) y Buddy Russo (Scheider), atrapan a un sujeto, buscan saber un nombre contacto. Paralelamente, Alain Charnier (Rey), es un acomodado mafioso que se mueve en paradisíacas locaciones, mientras “Popeye” Doyle sigue buscando más información de su caso, siguiendo a posibles comercializadores, pero tiene aún inciertas pistas. Ambos siguen a lo suyo, el opulento Charnier moviéndose entre sus poderosas conexiones, y Doyle con Russo que han identificado a un involucrado, Sal Boca (Tony Lo Bianco), así como a sus compinches, tras lo cual intervienen un bar, un cuchitril en el que se mueve mucha heroína, registran a los parroquianos, y obtienen información de un importante cargamento de heroína que se aproxima. Buscan a su contacto, un tal Weinstock (Harold Gary), un pez gordo, y aunque su jefe está incrédulo, los detectives siguen moviéndose, mientras Charnier está muy alerta a todo. Inician entonces el seguimiento, utilizando micrófonos, y siguen las actividades de Boca, esta operación los lleva hasta el propio Charnier, que se mueve en lujosos hoteles, también siguen al acaudalado francés.




Los principales arquitectos de la operación con heroína van siendo identificados, y estos, por su parte, reconocen que se trata de una heroína de excelente calidad, como no se ha visto en mucho tiempo. Doyle ya ha identificado plenamente a Charnier, lo sigue clandestinamente, pero de lo que no se percata es que el astuto francés también lo ha identificado a él, y con habilidad lo pierde. Por otro lado, la parte norteamericana involucrada con el cargamento empieza a tener algunos problemas financieros, respecto a los plazos, y a Jimmy se le acaba el crédito, la confianza de su jefe, él y Russo son retirados del caso. Posteriormente, “Popeye” Doyle es atacado por un francotirador, que le dispara desde lo alto de un edificio, pero tras una espectacular persecución finalmente lo alcanza, lo encara y elimina. La operación continúa, los policías han logrando detener un auto que supuestamente está sucio, que debe contener toda la droga, y hallan la gran cantidad de heroína camuflada en la carrocería del automóvil. En la secuencia final, Charnier se encuentra con sus socios, hay cierta inquietud e incertidumbre, la heroína es entregada, al igual que el dinero, pero al retirarse, hay una emboscada policiaca, todos son detenidos. Tras esto, unos textos nos informan que finalmente Doyle y Russo quedaron fuera de la fuerza policial, y que Charnier logró escapar.






Enorme película que bien merecidos premios y reconocimientos obtuvo, primero con los aún por esos años valiosos Oscar, en los que ganó todo lo importante en lo que compitió, además de los Globos de Oro, y de los BAFTA alemanes; una película que donde competía, ganaba. Sin duda su secuencia más memorable, es la de la persecución de “Popeye” Doyle en su auto al tren donde huye su agresor francotirador, soberbia secuencia en la que se prescindió de elaborados trucos, sino simplemente el director Friedkin, localizado estratégicamente dentro del auto para captar desde ángulo privilegiado la persecución, realiza tomas tanto de la frenética persecución al tren, como de la calle que se “mueve” a una gran velocidad. Es así que vemos, desde esta y otras perspectivas, desde excelentes ángulos, el auto que se estrella con numerosos obstáculos, pero que sigue con su objetivo, que esquiva también a una mujer que lleva una cabriola con su bebé, Doyle manejando contra el tráfico en su persecución sin tregua, una frenética correría automovilística que se siente, se observa completamente genuina, real, cercana y verídica, y es que ciertamente lo fue, se prescindió casi de dobles, y hasta el conductor del tren involucrado era el chofer en la vida real del vehículo, no era un actor, inigualable realismo para una secuencia de esta naturaleza. Queda también registrado el detalle del policia pidiéndole "prestado" su auto a un civil, automóvil que lógicamente será machacado, detalle tantas veces después copiado, cada vez más burda que otra. Sin lugar a dudas es un trabajo muy destacado, trabajo que se complementa con una verdaderamente remarcable edición, un excelente montaje que también fue debidamente reconocido con el Oscar a Mejor Montaje para Gerald B. Greenberg, pues el resultado final que apreciamos es una secuencia que con justificada razón convertiría a The French Connection en la cinta referencial del género, el cine policial tenía a una muy ilustre representante.






Dos años después vería la luz su secuela, The French Connection 2, en la que se repetirían los papeles del duro policía Popeye, pero con una variación algo más compleja del personaje que la valdría un Oscar a Hackman, que nos deja documentadas secuencias como su operación encubierta, disfrazándose de Papá Noel, además de no pocas correrías, siendo la más intensa en la que caza al francotirador, pese a esos kilos de más que se la aprecian, memorable el personaje que inmortalizaría al buen Hackman. Vale mencionar que es un papel que se dice originalmente estuvo orientado hacia Paul Newman, fuera de alcance por el presupuesto. Notable evidentemente su representación del policía, como también lo fueron las actuaciones del resto del elenco, un Scheider que no pudo quedarse con la estatuilla, pero también está el siempre distinguido Fernando Rey, en otro papel que tampoco estuvo originalmente pensado para él, y si bien a algunos les resulta curioso ver a un actor español encarnando a un malhechor francés, para el cinéfilo instruido es algo que no tiene absolutamente nada de extraño, conociendo sus no pocas y estupendas colaboraciones con un gigante del cine, su paisano, el realizador ibérico Luis Buñuel, que en su etapa final, la francesa, supo sacar provecho de este sofisticado y excelente actor, hablando, evidentemente, el idioma francés, por lo que participación como Charnair no es ninguna sorpresa. Lo que sí es una sorpresa, y ciertamente una indignante, es la decisión en el corte final de la cinta, de hacer un doblaje a su voz, y es así que, sus parlamentos en inglés son respetados, pero sus líneas en francés son incomprensiblemente dobladas, y la voz que escuchamos, no es la de Rey. Con todo ese rico background, la cinta supera todas las trabas a las que se enfrentó, como la de no tener permiso en Brooklyn para rodar, y realizar clandestinamente su rodaje en esa ciudad, para cimentarse como una memorable película, con su genial trabajo de cámara, una cámara muy involucrada en la acción, que se vuelve un elemento más de seguimiento, de documentación de la actividad policial por desbaratar el tráfico de la heroína, adentrándonos en el bajo mundo de los yonquis, los traficantes, y claro, la ley. Cinta de necesario visionado, de lo mejor de la década que recién iniciaba entonces, cinematográfica y estadounidensemente hablando.






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