Gran clásico de la cinematografía italiana, aquella
prodigiosa maquinaria, incansable engendradora de joyas del séptimo arte, que
supo en la presente oportunidad presentarnos este inolvidable ejercicio de cine
puro, soberbia muestra de cine latino, que tuviera en su momento respectivo
homenaje y remake por parte de la contraparte norteamericana, lamentablemente más conocido que éste, el primigenio y
genial trabajo. El imperecedero cineasta Dino Risi, ilustre insignia de los
directores de su país, es quien nos entrega esta genial cinta, adaptación de la
novela de Giovanni Arpino, siendo el libro adaptado a guión por Ruggero Maccari y
el propio Risi. Presenciaremos la historia de Fausto Consolo, militar, capitán
forzosamente retirado de la milicia al sufrir el infortunio de quedar ciego
luego de un accidente durante unos entrenamientos con explosivos, perdiendo,
además de la vista, uno de sus brazos. El lisiado y malhumorado ex oficial vive
recluido en su hogar, atendido por una senil tía, y en su aislamiento, recibe a
un jovencito como lazarillo, que lo guiará en bizarro viaje por tierras
italianas, con incierta intención, y en la que una hermosa mujer lo dará todo
por salvar al capitán del auto abandono. Indeleble muestra de arte italiano, el
filme es una maravilla, poderosamente cimentada en un sólido guión, y
engalanada estando salpicada en todo momento por un agudo y mordaz humor, humor
negro y socarrón, pero, sobre todo, por la inolvidable representación que el
mítico Vittorio Gassman hace del huraño y lisiado militar, imperdible su
caracterización, es el principal aliciente actoral, correctamente escoltado por
el demás elenco, particularmente la bella Agostina Belli. Inolvidable trabajo
de cine europeo, joya de este país, tristemente, como se mencionó, relegado
por el impacto mediático del remake yanqui protagonizado por el gran Al Pacino,
pero rescatada por el cinéfilo versado, que sabrá conceder la importancia del caso a
este clásico filme italiano.
El filme se inicia con un
joven, que recorre las calles italianas, un barrio suburbano, llega hasta una
residencia. Se trata de Giovanni Bertazzi (Alessandro Momo), que llega a
una casa regentada por una hacendosa anciana, que dice ser la tía del individuo
a quien Giovanni ha ido a ver, un retirado ex militar, enceguecido tras
infortunado accidente con explosivos. Ahora ella cuida de él, como lo ha estado
haciendo los últimos siete años. Giovanni, también joven militar, está de
licencia por este trabajo, de lazarillo, que realizará, y conoce al desdichado
y refunfuñón capitán Fausto Consolo, que tras somera y singular auscultación, termina por aceptar a su nuevo guía, a quien llama
simplemente Ciccio, y elabora un itinerario que realizarán al día siguiente. El
primer lugar al que irán será Nápoles, para lo que toman el tren, en el camino
va quedando patente la severa tentación y debilidad del capitán por las
mujeres, su difícil carácter hace pronto flaquear a Giovanni, a quien Fausto
lleva primero a una tienda a comprar ropa adecuada a sus propósitos. Llegan
después a Génova, civilizada ciudad en la que Fausto, bien ataviado al igual
que Giovanni, prontamente se acerca a un lugar para él de particular interés,
el prostíbulo, pero sólo para que el joven lazarillo escoja y seleccione con la
vista a una prostituta físicamente del gusto del capitán. Tras esto, van a pasar la noche al
hotel donde se hospedan, y Giovanni, en nocturna travesía,
hurga en la maleta de Fausto, encontrando la fotografía de una bella mujer, y
un arma.
Al día siguiente, vuelve Ciccio
al prostíbulo, pero no encuentra a la original fémina; en su lugar, halla a
Mirka (Moira Orfei), bella ramera que se traslada al hotel de Fausto,
que divierte a su amigo -como llama a su actividad sexual-. La prostituta
queda muy satisfecha de Fausto, por su caballerosidad y por su dinero, y éste
también termina satisfecho, pese a notar que se trataba de otra mujer. Tras
esto se dirigen a Pisa. Fausto, sabedor que el muchacho hurgó en su maleta, le
dice que matará a alguien con el arma en Nápoles, luego va a ver a un primo
sacerdote suyo, con quien se confiesa, y es absuelto. Tras otra eventual visita
a un prostíbulo, van luego a un restaurante, donde una colección de jóvenes féminas
los espera, y entra las que se encuentra la hermosa Sara (Belli), a quien
Ciccio reconoce de la foto. Sara está enamorada de Fausto, pero el lisiado la
desprecia y humilla repetidas veces. Ella está embelesada con Fausto pese
a todo, le cuenta a Giovanni el origen de su amor, mientras Fausto, reunido con
Vincenzo (Torindo Bernardi),
su vejo camarada con quien también quedó ciego, prepara una festividad en casa.
Con alcohol, Fausto se divierte con las demás féminas, desprecia de
nuevo a Sara, y, tras quedarse a solas con Vincenzo, se oyen disparos. Vincenzo
queda grave, y Fausto, también herido, es llevado a una casa de campo por Sara
y Ciccio. Allí, ebrio, Fausto se confiesa cobarde, despide a Ciccio, y
finalmente, llama a Sara, la acoge como su nueva compañera y guía.
El gran Risi nos deleita con
liricas imágenes y secuencias desde el primer instante, se siente como si
estuviéramos presenciando un filme mundano, de situaciones mundanas, pero con
el tratamiento sensible que el italiano sabe imprimirle a su obra, es una
suerte de expresiva introducción a la mundanidad, a cotidianas actividades. De
esta forma veremos al juvenil militar Alessandro Momo, en las primeras escenas
del filme, caminando por las calles, arreglando su vestimenta y apreciando las
tiendas, mientras suena la sutil y agradable melodía de Armando Trovajoli, la sensible melodía que nos
acompañará durante todo el metraje, expresiva y lírica música cargada de
sentimiento. Las fuertes figuras y simbolismos no demoran en asomar tampoco en
la película, siendo uno de los primeros, la tía del capitán, la tía que pronto
se presenta y auto define como la madre, la bizarra matriarca de esos
aposentos, y razón no le falta. Desde la rigurosidad de su posición, define al
infortunado accidente que la vista al capitán costó, como un “juego”, es algo
ridículo que pasó “jugando”, afirma ella, pues ejercicios de explosivos es como
jugar con ellos, asevera (curioso el hecho de que esta afirmación haya sido
seguida al pie de la letra, casi ambiguamente en la re versionada yanqui del
filme, en la que fue en efecto un mero juego con granadas lo que costó la vista
al buen Al Pacino). Estamos, primero que nada, ante una obra maestra plena,
rebosante de figuras bellísimas, poderosas, tanto retórica como paradójicamente,
estos apartados consolidan y refuerzan un buen guión, y claro, las mencionadas
figuras descollan, los simbolismos, como el juego del lobo persiguiendo a las
ovejas, símbolo también de la poderosa ligazón de Fausto por las mujeres, ellas
son su debilidad, su vicio. Tenemos también el recurso de Fausto diciéndole a
Sara que ve el color de su vestido, y que le sienta bien, preciosos instantes
en los que se ahondará en posteriores líneas. Este es el contexto narrativo, en
el que se desarrolla la historia, oscura, un ciego recuperando su vida, o mejor
dicho, las ganas de vivirla, pero a la oscuridad y tinieblas del filme, del
ciego, se suma un delicioso humor, negro humor que se esparce uniforme y
sostenidamente durante toda la cinta, humor erótico por momentos, y humor de
humillación por otros, como los constantes tormentos de que Fausto hace presa a
un honorable coronel, que llora en el supuesto funeral de Fausto, pero no llora
por su muerte, sino porque sobrevivió.
Uno de los mayores disfrutes del
filme sin duda alguna viene a ser la apreciación de la encarnación del genial
Vittorio Gassman del huraño y enceguecido ex militar, Gassman es un mayúsculo nombre,
bordado en letras de oro en la historia del cine italiano, interpreta uno de sus
papeles escaparate, uno de los papales más entrañables de esta leyenda de la
actuación latina, Vittorio es el plato fuerte del filme, su cimiento y piedra angular. Y la
primera irrupción en su personaje viene a ser, por supuesto, la inicial
entrevista con su lazarillo, con Ciccio, en la que el gran acercamiento de la
lente de la cámara nos permite introducirnos en el universo del ciego, en sus
muertas pupilas, los dilatados discos del inerte sentido, elementos que se
vuelven el sórdido meollo visual de la secuencia, con cierta violencia se nos descubre
la intimidad y cercanía a la inactividad óptica del capitán. Su único
compañero, a parte de la anciana cuidadora, viene a ser su felino mascota, el
castrado asesino, como le llama, su castrado asesino felino mascota es el único
acompañante, ambos son felinos manteniendo singular relación de amor-odio,
mientras la soledad vuelve a cernirse sobre el ciego, y se refugia en su
música, y la actuación de Gassman viene a descansar significativamente sobre su
gesto, sus registros faciales, pues si bien su desenvolvimiento físico es
llamativamente resuelto, pronto y vigoroso, el rostro se vuelve fundamental en
su interpretación, y Vittorio hace gala de su tremendo dominio en el área, con
expresiones perdidas, frías, angustiosas. Es un individuo por demás singular,
huraño, amargado, resoluto y rígido, herencia de su formación militar, pero
que -y esto vuelve al personaje tan curioso como entrañable- encierra aún en
medio de su tormento ciertos halos de poeta -el nombre mismo de Fausto ya nos
va diciendo suficiente respecto a esta intención-, a los cuales dedica
evidente guiño con una de sus tantas frases memorables. “Para maletero y poeta,
se nace”, el torturado invidente es tajante y resoluto. “El sol no es lindo,
linda es la lluvia, yo veo con los oídos”, “La lluvia es ruido, es música”,
hermoso y poderosamente válido símbolo el que Risi nos desliza, el ciego, por
supuesto, odia la luz, se refugia en su nueva compañera, la tristeza y
melancolía de la lluvia se complementará ahora con los que son sus nuevos ojos,
con sus oídos, y en la lluvia, en su ruido, en su música, está la belleza para
nuestro personaje, que cuando cae su amada lluvia, goza y danza junto a ella,
siendo una lástima no poder apreciar el rostro de Gassman en ese singular momento. Y claro, el bastante evidente en más de una ocasión simbolismo paradójico, de que es el ciego el que realmente ve, él guía al lazarillo, Ciccio, que parece ciego, ciego de ojos y de sentido común al que el lisiado capitán muestra los caminos.
Pero nuestro torturado protagonista
necesita sentirse humano aún, y claro, para sentirse aún conectado a la
humanidad, necesita lo que humano vuelve a un humano, necesita vicios. De esta
forma, el capitán vive obseso con las mujeres, ellas son su vicio, ellas son su
principal ligazón a este mundo; sentimental, se llama a sí mismo, las mujeres
son el último rastro del hombre que alguna vez fue, y ciertamente, una mujer
será quien lo rescate de la penumbra eterna, enseñándole a asumir su nuevo rol,
y devolviéndole las ganas de vivir, que tan fácilmente pueden evaporarse. Su
desenfreno y libídine lo llevarán a personificar notables secuencias, el lobo
sediento de carnalidad, que persigue a las ovejitas, desnudas féminas, está obseso con ellas, y Sara,
aprovechando la confusión, se arroja a sus brazos, encontrando desprecio y escarnio a su
propia obsesión. De igual forma, a este mismo respecto, entre las secuencias
más jocosas, se encuentra pues la secuencia en que el libidinoso Fausto esconde
con habilidad el único brazo que le queda, y lo hace en el momento preciso en
que una jovencita holandesa, una monja de veintidós, aparece en su aposento, siendo pues
“necesario” que ella lo ayude en la micción, generándose severa secuencia
cómica, la fémina presa de la incomodidad de tal situación, con el lujurioso
ciego, de imperdible expresión de satisfacción en su rostro, es un humor severo, que
engalana el trabajo de Risi. El filme viene a ser un tragicómico trayecto hacia
la redención del ciego, hacia su salvación y redescubrimiento del gusto por
vivir, y mientras ello se consuma, ciertas enseñanzas se van sucediendo, siendo
la fuente de las mismas principalmente el primo sacerdote de Fausto, aquel que
le da los conceptos que realmente pueden hacerlo recapacitar, es el único que
puede decirle que su ceguera, su cruz, puede simbolizar en realidad su
salvación, el religioso le dice al lisiado que lo envidia, pero no por ser
ciego, no por no poder ver y a la vez ver
más, sino por no poder ver, y poder imaginar -matiza su afirmación
diciéndole que él sólo escucha a los marginados, pues éstos son los que
realmente están cerca de entender la verdad-, pero el
apesadumbrado y resignado ciego rechaza ese concepto, aún siendo su primo el único a quien escucha con seriedad y atención, pues asevera que él no puede ni
ver, ni imaginar, su penumbra parece haberlo consumido todo, pero aún habrá un
halo de esperanza para nuestro protagonista.
Durante todo ese severo y
variopinto trayecto, al pobre Ciccio le corresponde soportar al ciego,
obedecerlo solemnemente y no proferir ni un monosílabo de desaprobación, ni
mucho menos queja, quedándole como único y particular refugio, claro, su
mente, sus pensamientos son su único escape, y son ciertamente el único aparte
del filme, los segmentos en que Ciccio piensa para sus adentros son los únicos
segmentos escindidos de todo el sólido entramado del bizarro show que el
lisiado ex capitán nos ofrece. Por supuesto, nuestro personaje, Fausto, no
podría quedar exento de redención, esa redención que tan ansiosamente busca,
pero que, cual niño asustado, asustado de su nueva y traumática condición,
rechaza casi automáticamente, la rechaza en la forma de la hermosa y
persistente Sara. Otro de los más memorables momentos del filme viene a ser
precisamente uno de los rechazos del ciego a su eterna enamorada, al afirmarle,
tras su insistencia, “qué bonito vestido, especialmente el color. Te sienta
bien”. Terribles palabras, terrible frase, terrible significancia, prodigiosa
sentencia, buen ejemplo del sólido guión, exquisita y cruel delicia, uno de los
momentos más rescatables de la cinta, elocuente e irrefutable rechazo hacia la
fémina, las palabras metamorfosean, y lo que expresan no corresponde a su
convencional acepción, la severa y socarrona paradoja le indica a la muchacha
que Fausto “no ve” nada en ella, es inmune a los encantos de la enamorada, y, con
tan cortante e ingeniosa sentencia, luego de arrancarle lágrimas, la descarta,
pero ella, tozuda, no se rendirá. Ella está destinada a encarnar su
absolución, su redención final, la peculiar joven es resoluta, y está
determinada a conseguir a Fausto, su amor no conoce fronteras, ella, en efecto, eligió a Fausto como receptáculo de su
amor, al que reivindica afirmando no es un tonto amor, que Fausto cederá, y
terminarán siendo sus mutuas razones de vivir. Así, finalmente podemos observar
el desenlace en el que se manifiesta lo que más de uno podía entrever, el
lisiado y manco ciego finalmente se aferra con todas las pocas fuerzas, físicas
y espirituales que le quedan, a su último bastión, y tiene la tremenda suerte que
ese bastión está fundido con el más sublime y perseverante amor. Sí, el huraño
ex capitán, en el fondo asustado cual infante, entiende y acepta que su única
salvación es Sara, embelesada con él, ella es su llave a la redención, algo que
en el fondo él siempre supo, sólo que su pesada cruz le impidió entender antes,
pero no importa ya esa cruz, no importa ya qué tan pesada es -o fue-, pues Fausto tiene
ahora invaluable compañera para continuar lo que le queda de trayecto vital.
Bello filme, inolvidable cinta, trabajo referencial para el director y el
intérprete, Risi y Gassman juntos, prodigiosa dupla, generando patrimonio de cine italiano, para
el cinéfilo versado, es este el trabajo inolvidable de Profumo di donna, y aunque la re versionada yanqui (excesivamente licenciosa, en el que la belleza de las figuras y los simbolismos se diluyen ante los facilismos y alineamientos a estándares de paladares cinéfilos yanquis) es tan
lamentable como innegablemente mucho más conocida que este trabajo (sin
desmerecer al oscarizado Pacino, por supuesto, el salvavidas de este posterior filme), se sabe cuál es la verdadera
historia hecha arte, la verdadera cinta de arte. Imperdible joya del cine
italiano.
Excesivamente largo el comentario aunque acertado. Es un a joya del cine y Gassman da una lección de profundidad en los conflictos existenciales. Anoche tuve el infortunio de ver el fragmento de inmerecida fama de Al Pacino . La escena del tango es patética, parece un maniquí.
ResponderEliminarNo seamos tan crueles con Pacino, por favor, ciertamente esa cinta no es su mayor aporte, pero lo dicho, creo que es el salvavidas de ese triste remake.
EliminarAnoche la pasaron por la tele, en Historia del Cine. Hacía mucho tiempo que no la veía y la disfruté junto a mi hijo, como la primera vez. La de Al Pacino no la he visto por voluntad propia, no quiero que me den otra versión de lo que ya fue exquisito.
ResponderEliminarMe gustó mucho tu comentario, qué bueno que aprecies este gran filme. Buena disciplina con lo de Pacino, si bien no su mejor trabajo, nunca despreciable.
ResponderEliminarGran película 🎥
ResponderEliminarExtraordinaria.
EliminarUstedes son "cinéfilos" o funebreros? No dudo ni resigno la versión Gasman sórdida y oscura. La de Pacino, realza valores y los hace dignos: Lo exquisito, el placer por la vida el honor, la integridad. La escena del tango en ese marco de sensualidad y delicadeza resulta sublime. El momento de la defensa ante el comité de la universidad: IMPERDIBLE!!!Basta de comparar, ambas versiones INSUPERABLES.
ResponderEliminarAmbas versiones son apreciables. Para gustos y colores.. cada uno tendrá SU favorita.
EliminarCuando se estrenó "Perfume de Mujer" todos recordamos a Vittorio Gassman (y eso que no soy mayor)Humildemente no es Paccino "el actor". No me gusta y la película fue y seguirá siendo malísima en su totalidad
ResponderEliminarA mi me gusta la nueva versión de este filme, aunque personalmente pienso que Pacino es casi lo único bueno de ese remake, y que esta versión es superior.
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