Wim Wenders, uno de los más
notables y decentes exponentes contemporáneos del siempre necesario cine
alemán, dirige en esta oportunidad este singular ejercicio de arte, en el que
con exquisito gusto se toma un poco el pulso a sí mismo, a su propia profesión,
al cine, y lo hace materializando su conocido y reconocido trabajo y directrices.
Nos retrata Wenders la peculiar historia de dos cineastas amigos, uno, director
de cine, y el otro, su mano derecha, su sonidista: este último recibe un
llamado de ayuda por parte de su camarada, que está rodando un filme en la
capital portuguesa. Al ir el sonidista a Lisboa, no encontrará a su amigo, pero
decide quedarse por lo bella de la ciudad, y comienza a grabar los sonidos a
usar en el filme. La agradable película será una exploración por la manera en
que el trabajo, la película, va tomando forma, el sonidista capturando Lisboa y
sus sonidos, y ubicando a su amigo no habido, convencerlo de terminar el filme.
Agradable ejercicio de Wenders, impregnado y dominado por su conocido y denso
estilo, nos da un vistazo de una parte de lo que es su mundo, la persecución del
artista por alcanzar la creación, nos
hace una pequeña muestra de ese, su mundo, el cine, y cómo se va concretando el
proyecto cinematográfico respecto al sonido. Dotado de toda la fuerza y belleza
audiovisual ya sabidas por parte del cineasta alemán, cuenta el filme con la
participación de la agrupación musical Madredeus, interpretándose todos a sí
mismos.
Inicia el filme con Phillip Winter (Rüdiger Vogler),
sonidista individuo que recibe una carta de un buen amigo suyo, cineasta, donde
le pide que lo ayude con un proyecto fílmico en Lisboa, con el que
aparentemente tiene recurrentes problemas. De esa forma, emprende largo
recorrido por carretera, largo y variado viaje que disfruta Phillip, pues gusta
de conocer diversas culturas. Recorre Europa en su automóvil, y llega
finalmente hasta su destino, Lisboa, donde prontamente pregunta por su amigo,
el director de cine Friedrich Monroe (Patrick Bauchau),
Fritz para él, y no le es fácil buscarlo sin dominar el idioma. Para colmo,
tiene problemas con su vehículo, su auto se estropea y no puede seguir. Logra
superar el límite comunicativo de idioma, es ayudado, y consigue llegar hasta
la casa de su amigo Fritz. Ya allí, éste no da señales, no aparece, en su
lugar, Winter conoce en la casa a Zé (Joel Cunha Ferreira), niño que, junto a otros, se desempeña como camarógrafo de Fritz.
Winter hace escuchar a los niños algunos sonidos de prueba, los maravilla con
su trabajo, mientras se va familiarizando con la bella Lisboa.
Una de sus actividades es escuchar a una banda de
músicos, Madredeus, los músicos de Fritz, entre los que está la hermosa Teresa Salgueiro,
a quien escucha cantar repetidas veces. Paralelamente, comienza a recorrer la
ciudad, a apreciar su belleza, y también a capturar sus sonidos. Cuando vuelve
con los Madredeus, se entera que se irán en una larga gira, se despide
de la bella Teresa. Winter no deja en ningún momento de buscar a su ausente
anfitrión, pero Fritz no da muestras de vida, incierto es su paradero, se
preocupa Phillip, pero continúa grabando sonidos callejeros, sigue con el
trabajo para el filme. Sigue el sonidista con su trabajo, lee la biblia en
portugués, frecuenta a los niños camarógrafos, y sigue perfeccionando sus
sonidos, recorriendo las calles con su equipo de trabajo. Hasta que, finalmente
aparece Fritz, con Zé, los tres visitan un viejo almacén. Luego Winter
escucha de su amigo sus sonados fracasos, conversan ampliamente, y Fritz no
quiere terminar el filme iniciado, Phillip trata de persuadirlo de lo
contrario. Eventualmente regresa Teresa, siempre ajetreada, pronto vuelve a
irse. Finalmente, tras haber culminado el filme, los dos amigos se retiran.
Excelente cinta, que se siente
poderosamente invadida e impregnada de la fuerza audiovisual de Wenders, de sus
imágenes, y además de sus característicos personajes. Apertura el cineasta su
trabajo con un agradable inicio del filme, con una suerte de introducción
audiovisual, agradable y prolongado segmento que rebosa de imágenes, de
recortes periodísticos al comienzo, entre los que se cuenta un guiño a la
lamentable noticia de la pérdida del maestro Federico Fellini, además de tomas
de la ciudad lisboeta, las interminables carreteras, avenidas, los monumentos,
el día y la noche portuguesas, apenas está llegando nuestro protagonista a su
destino, pero ya se nos obsequia un buen bosquejo de la realidad urbana de la locación.
Buena introducción al filme se materializa, pues es de lo que se trata, de
plasmar, mediante sus sonidos, una ciudad, el sonidista es quien nos guía, y su ámbito
laboral cobra vital importancia, se documenta auditivamente un proyecto, por
separado del resto del trabajo cinematográfico, se realiza esa labor, se escinde esa realización. Se configura de
esta forma un filme que es un gran y sereno ejercicio exploratorio, por una
parte de Portugal, de su folclore, de su gente, su música, narrada y plasmada
con la sencillez de un cuento local, y la búsqueda, por otra parte, de los
sonidos ideales por parte del artista, el sonidista, para dar forma a su arte y
al filme.
Así es como Wenders nos presenta
la odisea de ese individuo invaluable, indispensable para el cine, el
sonidista, de vital importancia para este arte, su travesía se volverá pues el
propio filme que nos ocupa, mostrándonos el germano realizador un poco de lo
que es ese sensible universo, su universo, mostrando también la frustración del
cineasta agotado de sus fracasos, hostigado, que quiere tirar la toalla, nos muestra la
búsqueda de la inspiración, y todo enmarcado en el sencillo y urbano escenario
de la capital portuguesa. A esa sencillez y concisión colabora decididamente un
correcto trabajo de cámara, hará gala el realizador de sutiles e inteligentes
travellings, siempre siguiendo la acción de manera precisa, adentrándonos más
en ese simple y sensible mundo de la creación artística, de la búsqueda de la
perfección expresiva. Importante cuota tienen también las secuencias de música,
de Madredeus, geniales son los segmentos donde la banda participa, su etérea y
atmosférica música invaden e impregnan todo, rompen la linealidad de otros
segmentos, son secuencias de muy sensiblemente diferenciado tratamiento,
segmentos aparte, de una densa atmósfera, de un exquisito ambiente, de ello se
encargan la solemnidad de las cuerdas, cellos, violines -toda la banda
interpretándose a sí misma, por cierto-, y la delicadeza y amplitud de registros
de la hermosa voz de Teresa Salgueiro. Es esta una secuencia que repetidas
veces fluirá durante el filme, deleitando a Winter, y al espectador, son los
instantes más logrados, de mayor expresividad y contundencia en la cinta. Con
toda esta variedad de elementos y recursos, toma forma un muy
apreciable ejercicio del maestro Wenders, un cineasta de esos que se nos
extinguen en los días actuales, toda su obra es digna de atención, es un
cineasta mayor, siendo este filme uno de sus muy ilustres representantes.
Gracias. Seguro la voy a ver. Mi blog es Cinebelchis, cariños!
ResponderEliminarcariños también.. gracias.
ResponderEliminarbelleza de película
ResponderEliminarCiertamente Wenders es un poeta audiovisual..
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