El neoyorkino Martin Ritt, probablemente el director que
mejor conoció al buen Paul Newman, nos entrega un nuevo capítulo en la
colaboración de ambos yanquis, en este ejercicio, que si bien no es el más
brillante de todos los que realizaron, logra alcanzar un decente nivel. Newman
protagoniza la historia de John Russell, más conocido como Hombre, un hombre
blanco en la Arizona de 1880, que fue criado por indios apaches, y que ha
adoptado mucho de su forma de ser, de su espíritu, y que de pronto, es llamado
a que regrese a su mundo, al que los blancos llaman el mundo civilizado, pues
también ha recibido una gran herencia; sin embargo, el así llamado mundo de la
civilización no hace más que engendrar la destrucción de Hombre. Un ya maduro
Newman entrega una interpretación aceptable, estando acompañado por Diane Cilento, Martin Balsam, y Richard Boone,
entre otros, para configurar una cinta de cine yanqui comercial, que si
bien no es brillante, cumple con su cometido de entretener, con cierta dosis de
romance, pero mayormente con una tonalidad dramática, y con un desenlace fatal,
en la que probablemente lo más llamativo sea ver una nueva colaboración de la
extensa producción de la dupla Newman-Ritt, que soberbios ejercicios supieron
dar al gran público en su momento, y es que el neoyorkino conoció como nadie al
emblemático actor.
En las áridas tierras de Arizona, aparece un joven
yanqui, Billy Lee Blake (Peter Lazer), que busca a John
Russell, Hombre, lo busca por unos caballos. Tras negociar brevemente, Hombre
va con otro personaje, Henry Mendez (Balsam), que le informa que un hombre
allegado a él ha fenecido, dejándole en herencia una casa de considerable valor, le dice que regrese con los suyos, al mundo de los blancos. Poco
después, Russell se involucra en una pelea en el bar donde estaba, por defender
a unos indios apaches de unos blancos que los hostigaban. En la susodicha casa,
que sirve de posada, habitan tanto Billy como la mujer que atiende, la madura
pero aún atractiva Jessie (Cilento), que se quiere desposar con el sheriff del
condado, pero es rechazada por éste. Al llegar Hombre, que se ha cortado el
cabello, su intención es vender la posada, intención no muy bien recibida.
Hombre emprende un viaje para materializar sus objetivos, y el único carruaje
disponible lo hace tener que compartir la travesía, entre otros, con el doctor
Alex Favor (Fredric March), y su esposa
Audra (Barbara Rush). Uno de los pasajeros en el carruaje es Cicero Grimes (Boone),
un patán que se divierte hostigando a las mujeres, tanto a Jessie como a la
provocadora Audra.
Repentinamente, son asaltados por
unos bandidos, encabezados por el propio sheriff, Frank Braden (Cameron
Mitchell), que ha dejado el cargo, pero Hombre se enfrenta a los asaltantes,
eliminando a Braden y a varios de sus colaboradores. Siguen avanzando, a pie
ahora, con Mendez y Billy, y los demás individuos, que necesitan que les
muestre el camino, están desorientados mientras temen un contraataque de los
bandidos, que buscan el jugoso botín, mucho dinero. Y efectivamente, los
facinerosos contraatacan, pero Hombre, siempre llevando la batuta del grupo,
consigue defender a los pasajeros, van refugiándose en las montañas. En el
refugio, Jessie comienza a sentirse intrigada e interesada por la fría
personalidad de Hombre; siguen avanzando, caminando, evaden un grupo de indios
apaches, pero el despreciable Grimes, que se unió a los asaltantes, ha raptado
a la señora Favor, la tiene de rehén. Se desata un intenso tiroteo, los
pasajeros sobrevivientes se refugian en una casa abandonada, desde la que
negocian con Grimes, que sigue teniendo en Audra su principal baza de
negociación. Finalmente, Hombre cede, se arriesga por la mujer, y tras un
tiroteo, elimina al bandido, pero termina siendo también liquidado.
Culmina así Ritt su filme, un
filme que guarda cierto grado de interés, ambientado en la zona norteamericana
de Arizona del siglo XIX, es 1880, son tiempos violentos, los malos entendidos
se arreglan con armas, duelos, la ley del más fuerte es la que se impone en
esas tierras de nadie, donde hasta el propio sheriff se termina convirtiendo en
amenaza, se vuelve un bandido más. En esa tierras es que surge la figura de
Hombre, un blanco que fue criado por los indios Apaches, y posteriormente por
un blanco, pero en determinado momento, Hombre prefirió el apartamiento y
tranquilidad de la vida de Apache, y es que absorbió mucha de su personalidad,
frío, taciturno, parsimonioso en su proceder, silencioso, como si todo el
tiempo estuviera calculando la situación. Adquirió sus maneras, lacónico, no
debe nada a nadie, no se inmuta por nadie, es un personaje de perfil bajo, y
con ese perfil es que despierta el interés de la atractiva mujer madura Jessie,
una atracción que no podrá consumarse. Un Newman ya maduro y ducho sabe
entregar una serena y correcta actuación, y tiene en Ritt a un personaje que lo
conoce bien, y que sabe mover los hilos detrás de las cámaras. Es una suerte de western, sencilla historia,
sin demasiadas emociones, es un desarrollo más bien tranquilo. Finalmente, al
buen John Russell, Hombre, al hombre que vivía tranquilo en su alejamiento, se
le pide que vuelva al mundo de los suyos, los supuestamente suyos, con la
civilización, pero ese supuestamente civilizado mundo en realidad significa la
violencia y salvajismo, que termina desembocando en la muerte de Hombre, que
finalmente no pudo volver, no volvió a un lugar al que no valía la pena volver.
Ritt realiza una cinta aceptable, no atractiva en demasía, pero que termina
teniendo aprobado, que algún fanático de Paul Newman no se perderá, y poder
verlo unos minutos con un look de indio Apache de ojos azules.
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