domingo, 29 de enero de 2012

Mi estación preferida (1993) - André Téchiné

El siempre interesante director francés André Téchiné nos presenta un muy atractivo filme que explora el complejo universo de la relaciones familiares, las ambivalencias que puede haber en los vínculos fraternales, y el paso del tiempo, la forma cómo el paso del mismo cambia todo, especialmente a las personas, dejando atrás la imagen de lo que alguna vez se fue. Téchiné realiza su singular ejercicio exponiendo los mundos personales de unos hermanos cuya relación se ha visto bastante alejada y erosionada durante el tiempo; muy cercanos cuando niños, los años han pasado, sus vidas han cambiado, e inevitablemente se apartaron, pero su relación se verá reactivada cuando la anciana progenitora de ambos enferme, y vaya perdiendo, primero la razón, y después la vida. La situación unirá, para bien o para mal, a los hermanos otra vez, desnudando los problemas que el paso del tiempo no ha borrado entre ellos, y también reavivando conflictos del pasado, pero pese a todo, expresando al final el fuerte amor que los une. La cinta está interpretada de manera excelente por la siempre hermosa y distinguida Catherine Deneuve, además de Daniel Auteuil en los papeles principales, y la calidad interpretativa de ambos, en especial de la bella Deneuve, dan realce definitivo a la película, que cuenta además con un no menor atractivo, la hija de un grande entre grandes, la hija del inmortal Marcello Mastroianni, Chiara, en su papel debut, dejando realmente buen sabor de boca, conformando todos un aporte actoral que se erige como uno de los principales alicientes de esta propuesta, que está dividida en cuatro partes o capítulos.

         


1, La Partida, vemos a una mujer madura que rememora experiencias pasadas con su madre, caminatas de sus años de infancia, y esto se produce debido a que su progenitora está de visita en su casa, es Navidad, y ella es invitada especial, aunque se muestra abstraída, hablando sola, y llamativamente inquisitiva. La madre está enferma, y con este motivo, la mujer, Emilie (Deneuve), va a ver su hermano, al que no ve hace años. Este personaje es Antoine (Auteuil), es neurólogo, a quien cuenta que su madre está delicada, aunque no es nada grave. Parecen no llevarse bien. Después, Emilie le cuenta a su esposo, Bruno (Jean-Pierre Bouvier), que invitó a Antoine para la cena navideña, cosa que no le sienta bien, pues lo considera inmaduro y problemático. 2, Paso en Falso, Antoine llega a casa, hay tensión, está nervioso e indeciso, encuentra en pleno acto sexual a Khadija (Carmen Chaplin), una colega de trabajo de los esposos, que laboran juntos, y Lucien (Anthony Prada), hijo adoptivo de la pareja. Al día siguiente, encuentra a su madre, que le cuenta detalladamente todo lo que no soporta de la familia de Emilie, está incómoda, desea irse. Durante la cena, la madre, Berthe (Marthe Villalonga), está a gusto con su hijo, mientras Bruno la soporta tan poco como ella a él. Ya terminada la cena, los jóvenes de la casa intiman, y una conversación sobre el testamento de Berthe desencadena una pelea física entre Antoine y Bruno, no llegando a nada sobre la herencia, y yéndose la madre con su hijo menor. Este problema saca a la luz las dificultades que atraviesa el matrimonio de Emilie, alejada de Bruno, herméticos desde hace tiempo, incomunicados, resuelven separarse. La más afectada es su hija, Anne (Chiara Mastroianni), que busca refugio en Khadija.



3, El Siguiente Paso, Berthe tiene un accidente, una caída, que es la segunda, Emilie otra vez es la primera en enterarse, busca a su hermano, no saben qué hacer respecto a su estadía, pero se reúnen, y en medio de vinos, se acercan, encuentran en su compañía un mutuo alivio como en ninguna otra parte. Dan paseos con su madre, algo arisca, pero juntos reviven viejas y alegres vivencias. Finalmente, la dejan en una institución para ancianos, y Antoine, al enterarse que está separada, lleva a su hermana a dormir a su casa. Después, Antoine visita a Anne, Khadija y Lucien, los jóvenes ahora hacen su vida a su manera, alejados de sus padres, ganándose el sustento en un club nocturno. De vuelta a casa, Antoine encuentra a una Emilie que no está del todo cómoda con la convivencia fraternal, pues la encuentra, a esas alturas, ridícula y anormal, pero siguen de esa forma. Cuando van a ver a su madre, se dan con la sorpresa que ya ha empezado a perder la razón y la cordura, Antoine enfurece, se la llevan de ahí, él mismo la examina, y los exámenes revelan que tuvo una hemorragia cerebral, los daños son graves. La más afectada con todo es Emilie, que está muy alterada, al punto de ser seducida por un extraño, tras lo cual se va de la casa de su hermano y regresa a su casa de matrimonio, vacía al estar Bruno de viaje. Un descontrolado Antoine va hasta la casa, entra por la fuerza y exige una explicación, tienen una fuerte pelea, en la que ella le recrimina culpabilidad por lo sucedido a su madre, se encaran viejos defectos y rencillas, odios y resentimientos. Impotente, él se auto lisia, quedando cojo, y finalmente Berthe muere, reuniéndose toda la familia para el velorio. En la secuencia final, la familia habla en una comida sobre sus estaciones favoritas, sus sentimientos, Emilie declama unos versos.



Es de esta forma que Téchiné pone punto final a su cinta, en la que realiza de primerísima mano un cercano estudio a una muy compleja relación fraternal, dos hermanos alejados ven cómo sus mundos vuelven a unirse al enfermar su madre, pero las cosas que encontrarán ya no son para nada como en otros tiempos. El cineasta francés se interna en ese mundo, donde Emilie es un ama de casa que se ha vuelto reprimida, amargada, insatisfecha con su vida matrimonial, y Antoine, un doctor que tampoco parece apreciar mucho su modo de vida. Ambos encontrarán alivio en el familiar que no ven en años, pero con el que nunca se deja de tener experiencias comunes únicas, haber crecido juntos, compartir cercanas anécdotas, pero este inesperado reencuentro también hará aflorar desencuentros, discusiones y viejos resentimientos, además también de nuevas e inesperadas circunstancias. A este respecto, es llamativo el nivel de ambigüedad que tienen los hermanos, sobre todo el deseo de posesión, casi carnal, de Antoine sobre Emilie, que es la única que detecta lo ridículo de la situación de hermanos adultos conviviendo juntos, las relativamente inciertas intenciones de su hermano, irresponsable, descuidado, engreído hijo menor, consentido de su madre. Ese nivel de ambigüedad estalla al no soportar ella más la situación, reproches que llevaban mucho esperando, acusaciones de odio a la madre, problemas del pasado, complicarán su situación, y Téchiné nos lo muestra con naturalísimo tratamiento, una especie de estudio psicológico en el que presenciamos las preocupaciones, complejos y tormentos que cada hermano tiene, en un acercamiento sutil y preciso a la intimidad de ambos. El lenguaje narrativo es mesurado, cosa correcta, dada la naturaleza del filme, rompiendo la linealidad y convencionalismo únicamente una secuencia onírica, sueño de Antoine, en la que alucina un sangriento suicidio de Emilie, denotando ansiedad. La secuencia final es la más bella narrativamente, y en la que la cámara es más excelsa que nunca, la comida familiar en la que todos comparten sus motivos de preferir tal o cual estación, revelaciones que nos hablan mucho del mundo interior de cada uno, justificando el título deliciosamente, todo mientras la cámara hace lo suyo, deslizándose por todos los ángulos tan delicada como excelentemente, explorando todos los rostros, expresiones, introduciéndonos aún más en su mundo, la movilidad de la cámara y la precisión de su travelling, de su recorrido, vuelven a la secuencia muy remarcable, expresiva, sensible y hermosa. Mención aparte merecen los protagonistas, una Catherine Deneuve tan eficiente y convincente como de costumbre, toda una señora actriz, Daniel Auteuil que cumple también lo suyo, y no se puede dejar de mencionar a Chiara Mastroianni, la hija del inolvidable Marcello, debuta en el cine con una serena y muy aceptable actuación. La cinta, pues, tiene numerosos motivos para ser vista, y muchos más para ser disfrutada.









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