miércoles, 25 de enero de 2012

La Máquina del Tiempo (1960) – George Pal

Entretenido filme de ciencia ficción, en el que se retrata una de las mayores obsesiones del cine del género: los viajes a través del tiempo, en lo que es una adaptación, con los normales matices de la interpretación propia del cineasta, de la obra escrita por H.G. Wells, publicada en 1895. Correcto el trabajo de dirección que hace el director George Pal de la inmortal fantasía del viaje temporal, en el que un científico, en los primeros días del siglo XX, construye la inverosímil máquina que le permitirá desplazarse a través de distintas realidades temporales, visitando, sucesivamente, las guerras mundiales, asistiendo y siendo testigo del acelerado desgaste de la Tierra, tanto por acción del propio ser humano, como por la naturaleza, cuando desata su furia en forma de erupciones volcánicas. Se desarrolla la historia de los Elois y los Morlocks, los primeros, hermosos seres evolucionados que solo viven para gozar, o al menos eso parece al inicio, pues la segunda raza, son mutantes que viven subterráneamente, ellos son los que trabajan para mantener a los Elois, pero esto no es gratis, pues sirven de alimento a los trabajadores y caníbales Morlocks. Adaptando evidentemente el libro a su personal enfoque, el director presenta su versión de esta atractiva y atrapante historia, nos introduce en el mundo del viajero temporal, una muy recomendable cinta de ficción, que originaría no pocos remakes y versiones posteriores, y es que es un tema ciertamente apasionante.

       


Inicia la cinta con una elegante residencia, repleta de relojes, en la que unos distinguidos invitados esperan a su anfitrión, que no aparece, y cuando al fin lo hace, H. George Wells (Rod Taylor), está en lamentable estado, desaliñado, agraviado, herido. Rememora y narra lo sucedido a sus camaradas, empezando con el último día del siglo XIX, estaba en una tertulia con ellos, en los que hablaba de la primera, segunda y tercera dimensión, pero sobre todo de la cuarta, que es el tiempo, y contaba que acababa de inventar una máquina del tiempo, y con una mini versión de la misma, transporta un cigarro. Esto despierta escepticismo en sus amigos, sobre todo David Filby (Alan Young), que le pide que destruya la máquina, que no puede jugar a dominar esas fuerzas. Pero George desobedece, prueba la máquina con un experimento de minutos al futuro, y funciona. Se anima entonces a viajar más adelante, se deleita viendo la variación temporal fuera de su máquina, llega hasta 1916, su residencia está abandonada y llena de telarañas. El científico se encuentra con una dura realidad, están en plena Primera Guerra Mundial, y encuentra a James Filby, el hijo de su amigo, que le cuenta que su padre murió en la guerra, mucho ha cambiado ya. Vuelve a viajar al futuro, esta vez a 1940, pero sin bajar de su máquina, contempla otro conflicto, ahora es la Segunda Guerra Mundial, cosa que lo desanima, y viaja más adelante, es 1966, encuentra otra vez a Filby hijo, bastante envejecido, una nueva guerra mundial está sucediendo, hay cataclismos nucleares, y un gran volcán que erupciona y castiga al mundo. George escapa.




Llega al increíble año de 802701, es un mundo con mucha flora, áreas verdes, observa una suerte de esfinge lejana, avanza hasta una ciudadela, hay mucho eco, pero ninguna persona, hasta que al fin, encuentra seres humanos, hombres y mujeres que no hablan, están relajados en una laguna, inactivos, hasta que una hermosa joven cae al agua, y él la salva de ahogarse. Ella es la única que no permanece muda, le habla, le dice que ellos son los Elois, es un mundo en el que no hay trabajo, ni leyes, ni gobierno. Ante su falta de comunicación, pregunta a un Eloi, si tiene libros, y cuando va a verlos, están desgastadísimos, se hacen polvo al contacto, se enfurece y decepciona, sale ofuscado, y cuando va a buscar su máquina, ésta ya no está. La Eloi que salvó, Weena (Yvette Mimieux), lo previene, hay una raza de la que debe cuidarse, los mutantes Morlocks, y lo lleva con unos anillos parlantes que le cuentan la evolución de la historia, mientras sigue buscando su máquina. Se entera de la verdad, los Elois son como ganado, inútiles, son criados por los Morlocks para que sirvan de alimento. Desciende a su mundo a través de chimeneas, encuentra esqueletos de los Elois devorados, pelea con los mutantes, los atemoriza con fuego, incendia todo y los elimina, pero queda atrapado en ese tiempo sin su máquina. Sin embargo, cuando todo parece perdido, la gran esfinge se incendia, el científico llega hasta ahí y recupera la máquina, y vuelve a su tiempo, los recuerdos han terminado. Tras su narración, los amigos siguen incrédulos, pero cuando se retiran todos, Filby vuelve para hablar con él, encontrando que ha vuelto a viajar, se llevó 3 libros, y con la ama de llaves deducen que volvió al futuro, a crear un mundo mejor.






Entrañable cinta, un clásico de su género, la ciencia ficción tiene a una ilustre representante en esta cinta, donde uno de los máximos sueños del ser humano se materializa, el viaje a través del tiempo, poder desplazarse a otro tiempo, ver cómo serán las cosas en el futuro, en un momento del futuro que tú escojas, o volver al pasado también a tu antojo, una increíble situación, digna de los más delirantes ejercicios ficcionales. Cabe mencionar que, al menos de la información a la que he tenido acceso, la cinta es una adaptación que tiene cortes bastante licenciosos por parte del director Pal, diferencias palpables del libro, como omitir los marcados tintes políticos, socialismo, comunismo, la repartición de las clases sociales en base a esos conceptos, una clase acomodada, opulenta, que solo disfruta, los humanos evolucionan en Elois, y otra trabajadora, obrera, condenada al inframundo, humanos que involucionan en Morlocks. Se omite esa perspectiva política, pero se mantienen las razas y sus status quo. Así vemos a los hermosos Elois, perfectos, acomodados, viven solo descansando, frívolos, riendo, bailando y jugando, despertando indignación en el científico viajero del tiempo, y la otra, los involucionados y horrendos Morlocks, seres bestiales, que gruñen, trabajan, y devoran a los primeros, que son una suerte de ganado suyo que ellos crían con ese fin. En este apocalíptico mundo ese es el nuevo equilibrio, un mundo con frutas gigantes, con anillos giratorios parlantes, donde los libros han quedado en el olvido, y donde el científico llega como una suerte de Mesías, a recuperar la Tierra en nombre de los humanos. Otro detalle interesante, que lamentablemente se omitió del libro, es el viaje del protagonista al final de los tiempos, con una tierra habitada por cangrejos y mariposas gigantes, mundo del que huye horrorizado. 




El tratamiento que el director hace a su cinta, ya mencionadas las salvedades de su particular concepción, son bastante agradables y apreciables. Y de esta forma veremos al acomodado científico y a sus camaradas, todos de apariencia burguesa, en los albores del Siglo XX, en un mundo de tintes victorianos, elegantes y distinguidos, y el científico que pasea los atuendos propios de la época pro diversos momentos de la historia, las dos primera guerras mundiales conocidas, y una tercera en 1966, relativamente macabra predicción, de un por entonces futuro a seis años, además de los desastres nucleares y las catástrofes naturales, tanto el hombre como la naturaleza atentan contra el planeta, que sufre las consecuencias de todo ese desgaste. Otro detalle agradable es la forma en que hace no pocas de sus representaciones, empezando por la máquina del tiempo, de apariencia casi jocosa, pero que no hace más que adentrarnos en ese ficcional mundo, y es así que vemos una suerte de diván forrado de rojo, con una sombrilla en la parte de atrás, y unos extraños aparatos en la parte delantera, en una constitución bastante peculiar de la máquina del tiempo, y cuyo diseño permite completamente apreciar los variaciones físicas de la Tierra a través del tiempo. Está también el detalle del maniquí en miniatura, a través del cual el científico aprecia el cambio en moda mientras pasan las centurias, las vestimentas que cambian, cambian los atavíos que visten a la muñeca, su amiga que nunca envejece (never aging friend, suena mejor en inglés), como él la define. Y por supuesto, su percepción del inverosímil año de 802701, un mundo ciertamente hermoso, armonioso, de vegetales descomunales, de cielo azul, solo empañado con los mutantes Morlocks, una ambientación memorable que le valdría a la cinta ser ganadora del Oscar a los mejores efectos especiales en 1961, un mérito más de este inolvidable clásico. Una pieza fundamental dentro del cine de su género, memorable cinta que serviría de referencia para posteriores remakes.




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