Estupenda adaptación del británico Boorman de la inmortal leyenda del Rey Arturo, en esta cinta que constituye un excelente ejemplo de cómo se debe adaptar una historia realmente amplia, rica y compleja. Boorman da una lección ambientando de manera magistral ese impresionante mundo medieval, con hermosas imágenes bucólicas, los caballeros con sus brillantes armaduras, una solemnidad propia de una época tan memorable, además de precisas y correctas incorporaciones de elementos simbólicos que realzan el sentido de la película, le dan coherencia, la convierten en un mundo intrincadamente elaborado y en que realmente sentimos que viajamos al Castillo Camelot, sentimos que estamos en un mundo donde los magos tienen gran sabiduría y dominio de fuerzas naturales y sobrenaturales, donde la legendaria espada Excalibur es el elemento que puede decidir el destino de todo el mundo. Pero esa maestría para ambientar su obra sería solo uno de los tantos méritos del director, y ciertamente, no sería el mayor. A esa soberbia puesta en escena, se suma una muy importante intencionalidad o directriz que le da a su película, en la que respetó mucho de la historia primigenia, aunando detalles y matices propios de su concepción, pero siempre manteniendo esa imagen de mundo del Medioevo, respetando la mística que debe impregnar a ese mundo.
Respecto a los mencionados matices propios de la particular concepción del director, la más llamativa a mi juicio viene a ser cómo se permite la licencia de, en la segunda parte de la película, incluir y amalgamar al relato principal una segunda historia, la de la búsqueda del Grial, quedando plasmada aquí una muy interesante dualidad, una contraposición de dos antagonismos, de dos mundos opuestos: el barbarismo de los paganos, de ese universo medieval, contrapuesto al mundo cristiano, simbolizado por el Santo Grial, que representa en la película el único medio de redención y de recuperación de todos los ideales perdidos, del honor de los caballeros y de la salvación de la tierra, que pasa por los momentos más críticos, está a merced de poderosas y malignas presencias con poder superior al humano. Sin lugar a dudas, una muy interesante y significativa elección del elemento redentor, el elemento que se vuelve clave y fundamental durante la parte final del filme, el que reivindicará a los valerosos caballeros, para participar conscientemente en el magno enfrentamiento, y sabiendo que de encontrar la muerte en el campo de batalla, estarían materializando el máximo de los ideales como caballero, pues tendrían el honor de alcanzar la inmortalidad, la leyenda, a través del único medio que permite la entrada a esa categoría: la muerte defendiendo su ideal en combate.
La acción inicia en un reino dividido, un reino que no tiene rey, donde una gran batalla se está librando, y donde vemos a la prodigiosa espada Excalibur surgir del agua. Vemos al rey Uther Pendragon (Gabriel Byrne) invitado a una cena, y que es ayudado por el mago Merlín y su magia para transmutarse y engañar a Igrayne (Katrine Boorman), a quien brutalmente fecunda, y es así que Igrayne es poseída, y Arturo es engendrado, el niño nace y Merlín se lo lleva. Uther, que iba a buscar al niño, es emboscado y antes de ser eliminado, incrusta la espada en una piedra, de la que solo el escogido será capaz de retirarla. El tiempo pasa rápidamente, y Arturo, siendo un joven ya, se dirige con su padre y hermano adoptivos a un duelo, cuyo premio será la oportunidad de remover la legendaria espada, acto que ni los mejores campeones caballeros de la tierra son capaces de realizar, pero el joven Arturo lo hace hasta en dos ocasiones, sin realizar esfuerzo mayor. Arturo, sin embargo, es rechazado por los caballeros por su origen bastardo, y se entera a través de Merlín de sus verdaderas raíces, y el mago lo cuida y le da el entrenamiento propio de un rey, le habla del Dragón, que es la fuerza, es la tierra, que lo es todo.
Después, los bárbaros atacan el castillo, y Arturo pelea valerosamente, se gana el respeto, y vence a Uryens (Keith Buckley), que le pide clemencia, a lo que Arturo responde que sólo un caballero puede matar a otro caballero, y se arrodilla en el agua, ante el asombro de todos, y Uryens se yergue, blande la espada y jurando por San Miguel y San Jorge, lo nombra caballero, pero ahora él es mucho más que eso, él es el rey Arturo. El nuevo rey se va fijando en la hermosa Ginebra (Cherie Lunghi), cosa que Merlín no aprueba completamente, mientras conocen al invencible caballero Lancelot, encantado e incapaz de encontrar a alguien que lo pueda vencer en combate, y que derrota irrefutablemente en duelo a Arturo. Pero el rey, cegado por la ira, convoca el poder de Excalibur, derrota a Lancelot, pero a un alto precio: por utilizarla en sus caprichos, ajenos a los nobles fines de Excalibur, la espada se ha roto, él rompió lo que no se podía romper. Sin embargo, la fabulosa espada es restituida al momento por una mujer emergente de las aguas. Lancelot entonces es adoptado como caballero y forma a los legendarios Caballeros de la Mesa Redonda. Después, Arturo y Ginebra consuman su amor y se casan, mientras reaparece la hermana de Arturo, la hija de Igrayne, Morgana (Helen Mirren), a quien vimos como una niña cuando Uther entró y violentó a su madre. Ahora ella ya es adulta, es una aprendiz de maga, y desea aprender de Merlín los secretos del Conjuro de la Creación.
Por otro lado, Lancelot, que ha tenido una secreta relación con Ginebra, desaparece, dejando como nuevo caballero y paladín a Percival (Paul Geoffrey). Arturo se entera del adulterio de Ginebra a través de Merlín, que afirma que su tiempo se está terminando, y accede a preparar como heredera a Morgana, entrenándola en las espirales del Dragón. Pero Morgana, apenas tiene dominio sobre el Conjuro de la Creación, engaña Merlín, y lo encierra en el ámbar del sueño, para engendrar con su hermano un hijo invencible, Mordred (Robert Addie). El nacimiento de Mordred genera un rayo que cae y hiere a Arturo, ante lo cual Lancelot clama que hay un rey sin espada, una tierra sin rey, y solo el grial puede corregir la situación. Inician la búsqueda, Lancelot tiene alucinaciones con el Grial, pero no es capaz de alcanzarlo, mientras el tiempo ha pasado y Mordred ya es un joven, y quiere tomar por la fuerza lo que le pertenece, el castillo Camelot, y ataca a los Caballeros de la Mesa Redonda, sosteniendo singular combate con Percival. Finalmente, el Grial es alcanzado, hecho que genera un renacimiento total de Arturo, que recobra a Ginebra y a Excalibur, y va a enfrentarse a Mordred en la batalla final. Merlín es liberado y resucita por el amor de Arturo, y Lancelot guía a los caballeros en el campo de batalla lleno de niebla. Arturo derrota y mata a Mordred, quien liquidó a su madre, una Morgana que en castigo tenía el aspecto de una desdentada anciana. Muerto en batalla el rey, alcanza la inmortalidad de la leyenda, y tras haber cumplido con todos los sagrados designios de su creación, Excalibur vuelve a sumergirse en las aguas.
Culmina de esta forma la monumental cinta, que tiene una riquísima cantidad de matices y detalles por analizar. Empezando en orden, es remarcable la poderosa secuencia inicial de la violenta posesión de Igrayne por parte de Uther, una secuencia donde claramente el gran director Boorman va dejando entrever la directriz de su cinta, es un mundo bárbaro, un mundo de violencia, plasmado en Igrayne, poseída brutalmente, totalmente desnuda ella, y completamente investido él por su armadura, escena poderosa visual y simbólicamente, remarcando el poder y brutalidad del caballero, pues es un mundo en el que su clase es la que decide el rumbo de la historia, es un mundo de caballeros. Y para representar este impresionante y majestuoso mundo, el realizador impregna a su cinta de un extremo misticismo, una solemnidad épica que contribuye a darle esa aura magnánima que perdura durante cada minuto de duración de la película, y ese es uno de los grandes aciertos de Boorman, que consigue crear un mundo que se siente herméticamente bárbaro, un mundo impenetrable, que se siente auténtico. Resulta significativo también que los protagonistas en ningún momento se refieran a su escenario como Inglaterra o Bretaña, sino simplemente se la referencia como The Land (La Tierra), y eso es, un mundo mágico y medieval apartado de todo, en el que vemos a los gallardos caballeros con sus magnificas armaduras, a magos controlando las fuerzas sobrehumanas, convocando a prodigiosos dragones que son la tierra misma, y esto se ve simbolizado hasta en la forma en que Uther se transmuta momentáneamente en un dragón cuando va a violentar a Igrayne.
La correcta solemnidad con que el director dota a su cinta se ve fuertemente reflejada en la significativa secuencia en que Arturo rompe la sagrada espada, esa maravillosa espada que fulgura con un verde resplandeciente todo el tiempo, que le da ese aire de suprema y mística arma, y al utilizarla el rey para sus banales caprichos, al utilizarla por un capricho humano, vencer en una lid menor, la espada pierde su aura sagrada y legendaria, y se vuelve un arma común y corriente, se vuelve un pedazo de acero rompible, Arturo olvida por completo su sentido legendario, que lo hizo el elegido, el único capaz de removerla de la piedra donde reposó largos años. A este respecto, también se nos muestra que los personajes, pese a su naturaleza de caballeros, y a sus acciones magnánimas, no son de origen divino, son seres humanos, imperfectos, esto representado en Lancelot, que es capaz de involucrarse con la mujer de su mismísimo rey, acción que lo hace caer de su gracia. Esa acción no fue menor, pues estamos en un universo donde los caballeros son la referencia del mundo, y él, el caballero de más confianza, traicionó a su rey. Para restituir la solemnidad y grandiosidad perdidas con ese acto, el director se toma la licencia de unir al relato la historia de la búsqueda del santo Grial, el prodigioso cáliz que es capaz de resolver la caótica situación, con Merlín atrapado, Morgana como la más poderosa presencia, y el maligno y sobrehumano Mordred amenazando Camelot, el Grial se asoma como la única salvación de ese mundo perdido, donde su rey ha caído, ha perdido vitalidad ante el joven y emergente Mordred. Solo el Grial fue capaz de restituir la energía del desgastado rey, fue capaz de devolver el orden a la tierra, y por supuesto, hizo posible derrotar a las fuerzas malignas, y fusionar ambas historias es la licencia más llamativa que hace el cineasta británico, pero lo hace de manera tan solemne y correcta, que al final termina incrementando el misticismo y grandiosidad de la historia que nos presenta.
Notables también son los simbolismos empleados durante toda la cinta, que por no ser tan evidentes, terminan generando un ambiente subliminal, de un mundo mágicamente épico, misterioso, como las grandes estructuras circulares monolíticas que en más de una ocasión se aprecian, y es que el círculo también es un símbolo de la naturaleza cíclica, el eterno retorno, y aparece en momentos sensiblemente importantes, tanto en intervenciones de Merlín, como en la estupenda secuencia de la batalla final, donde un sol sangriento se observa al fondo, pero de este detalle último se hablará posteriormente. Un aspecto que naturalmente no podía descuidar el director es el dominio técnico con el que narra la historia. Así, veremos unos correctos encuadres, encuadres dinámicos, otros estáticos, seguimientos de la acciones que nos llevarán a viajar por el mítico castillo, a observar las grandes lides, la cámara es capaz de posarse debidamente con picados y contrapicados, ángulos correctos que engrandecerán una figura en su momento, o la minimizaran en otro, y en definitiva, generan una narrativa visual que permite apreciar los múltiples detalles de este onírico mundo surreal. Resulta interesante el considerar que Boorman intentó adaptar a la pantalla anteriormente otra fantasía épica literaria, El Señor de los Anillos, pero pese a su fallido intento, quedó impregnado notablemente de esa magia de mundos épicos, para plasmar esta genial obra que ahora apreciamos.
La secuencia final es una de las más hermosas de todo el filme, cuando la máxima de todas las batallas se libra, el destino de la tierra y todos sus habitantes se está decidiendo, los más prodigiosos guerreros se baten en duelo, y es entonces cuando vemos aparecer en el fondo de todo a un imposible sol rojo, un hermoso disco ensangrentado se sitúa omnipresente en los momentos cruciales, lo observa en silencio todo, nos observa en silencio a nosotros. Boorman nos presenta al sol como un sanguíneo titán que observa desde su privilegiada locación a los mortales luchando, decidiendo el futuro de esa tierra, sin lugar a dudas aquí esta potenciado el simbolismo circular antes mencionado, en una secuencia de enorme poder visual, una belleza poética para el crepúsculo del filme, como anunciándonos que el desenlace ha llegado, son momentos preciosos, y un excelente ejemplo de la belleza simbólica y visual que Boorman emplea en su remarcable presentación de este mundo pagano, cuya religión y mitos se ven desplazados por la religión cristiana, el Grial, como se observa en las bodas de Arturo y Ginebra, celebradas con el fondo de un lienzo con la imagen del rostro de Jesús. Como se puede ver, la riqueza de la cinta es muy amplia, se extiende a varios campos, y también se manifiesta con una atractiva banda sonora, que intensificará los momentos más álgidos, como las correrías a las batallas, las revelaciones, el intenso momento de la fecundación de Igrayne, etc. Monumental película, obra maestra de su realizador y un remarcable trabajo de adaptación de una leyenda épica al cine. Imperdible.
[ "Excalibur" es considerada por la crítica la mejor adaptación de la leyenda artúrica. Eso quiere decir que la leyenda artúrica es un fárrago infumable, y la Edad Media, una versión avant la lettre de los años setenta, plagada de magas hippies, armaduras de lentejuelas, conjuros de colorinchis y coros lisérgicos. Otra posibilidad, a la que me aferro, es que lo fumable y lo lisérgico rulara de los responsables de la película -desde los productores al director, pasando por los maquilladores, el director de fotografía y todo el plantel de actores- hasta los críticos. Solo eso explicaría tanto entusiasmo por un producto cuya delirantemente kitsch puesta en escena compite en grandilocuencia con las interpretaciones de los actores, y cuyo director confunde espasmos con elipsis y ruido con intensidad. Delirante.
ResponderEliminarDaniel Andreas: FILMAFFINITY ]
He leído tu opinión de la película, así como el comentario que he puesto arriba, y yo después de ver la película tengo la opinión, a pesar de que no tengo mucha idea sobre el tema, de que no esta bien hecha.
Con "bien" me refiero a que las escenas no son creibles, las batallas son muy pobres e irreales (incluso desde una perspectiva medieval), y no capta la grandeza del ciclo artúrico. Tras verla no te parece haber visto algo grande y legendario, sino unos pobres caballeros, que pelean como niños y se comportan como tales, un mago y una maga sin poderes que impresionen, y unos cineastas con muy poco arte. La banda sonora es pobre, la película parece no haber sido hecha lo mejor que se pudo, a pesar de que la historia no este mal llevada.
Estoy escribiendo este comentario porque ya que tu tienes una opinión muy distinta, me gustaría saber en que te basas para defenderla, y poder entender la crítica positiva que hay acerca de la película.
Lo veo difícil, pero agradecería que me contestaras. Gracias de antemano.
En efecto, tengo una opinión muy distinta, por la valentía de la mezcla de dos temas diferentes, medioevo caballeresco y el Santo Grial, dualidad religiosa; por las poderosas imágenes y simbolismos, que a mi no me parecen burdos, ni la música. A mí sí me parece bien retratado y capturado ese ambiente, por suma de esos elementos y la solemnidad. Si quieres mayores datos, relee mi crítica, hablo claramente de porqué aprecio el filme. DISCUERDO PLENAMENTE CON ESO DE "cineastas con muy poco arte", pienso que aquel que hable así de Boorman, es más bien él quien tiene poca o nada de ideas de arte cinematográfico, la cinta es sólida.
Eliminares una gran critica, gracias por usar tu tiempo en hacer estas cosas.
ResponderEliminarGracias a ti por apreciarlo.
EliminarPrimero quiero destacar tu selecciòn en cuanto a la fotografìa, asì como el buen tino de tus apreciaciones para con el film. Sin duda es una propuestas que no puede tomàrsela a la ligera o de forma inocente, ya que cada imagen es simbòlica y añade significado a los parlamentos. Me parece un genial logro del director la mezcla responsable que propone del misticismo y la teologìa de la Edad Media. Me gustarìa saber si alguien estableciò la relaciòn de la escena de los cuerpos desnudos y la espada que los separa, como referencia a la la leyenda de Tristàn e Isolda, donde la relaciòn del rey con los amantes es casi idèntica, en cuanto al amor que los une, con la del Rey Arturo. Pregunto tambièn si pudieron ver la casi personificaciòn del Amor, en cuanto a un elemento definitorio y poseedor del hacer humano: ¿se relaciona con el amor a la patria que antecede al amor interpersonal o quizàs es el amor al bien en un sentido casi cristiano del tèrmino o es el amor a la verdad?
ResponderEliminarUn placer.
Primero.. tu apreciación comparativa a Tristán e Isolda es exquisita.. una cinta con tantos matices lógicamente tiene numerosos detalles.. casi imposibles de abarcar todos en un solo visionado.. sino que debe repetirse más de una vez.. y enriquecer el enfoque. Tu apreciación es muy interesante. Por otra parte, y siempre en mi opinión, pienso que en el mundo de los caballeros el amor a la patria está primero que todo. Gracias por visitar el sitio y participar María!.
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