lunes, 19 de diciembre de 2011

La comedia del Terror (1963) – Jacques Tourneur

El notable realizador francés, el gran Jacques Tourneur, responsable de muchos memorables ejercicios de cine negro, presenta dos décadas después de sus inmortales Cat People (1942), y I Walked with a Zombie (1943), esta negrísima comedia en la que reúne un elenco tan atractivo y oscuro como inverosímil, y vemos materializado un impensado hecho, ver en una misma película a los titanes contemporáneos del terror, vemos juntos al genial Vincent Price, al inmortal Peter Lorre, y al único Boris Karloff. Como si se tratara de una singular fiesta de horror, de escalofríos, los grandes clásicos del cine terror se encuentran, para configurar una deliciosa comedia, en la que Price se encarga de un negocio de funeraria, ayudado por su torpe asistente Lorre, y ante lo difícil de su situación, por falta de trabajo y las ajustadas deudas, decide tomar en sus propias manos el destino del negocio, y “generar” él mismo a sus clientes. Es así que se ven enfrascados en la sórdida necesidad de liquidar a los miembros de su comunidad para tener clientes en su funeraria, que, por cierto, es propiedad del suegro de Price, Karloff. Las más disparatadas circunstancias se producirán, los más cómicos enredos y situaciones, y siempre todo ambientado con el oscuro estilo del gran Tourneur. Imperdible y delirante comedia.

      



En un entierro, vemos a dos figuras oscuras presentes, esperan que termine el duelo y se llevan el cadáver y el ataúd, así comienza esta comedia ambientada en un desviado mundo apartado. Vemos después a la figura dominante de las antes vistas, es Waldo Trumbull (Price), que discute acaloradamente con su esposa Amaryllis (Joyce Jameson), a quien la única razón por la que soporta es su padre, Amos Hinchley (Karloff), su anciano suegro a quien todas las mañanas ofrece un frasco de ficticia medicina, pues en realidad es veneno, y su hija lo salva siempre. El senecto es dueño de la funeraria, el negocio que les da de comer, a ellos y al asistente de Trumbull, Felix Gillie (Lorre), que siente compasión y secreto amor por la maltratada esposa. El casero le informa a Trumbull que se están juntando las deudas por la renta de su casa, que tienen 24 horas para entregarle el dinero, por lo que la pareja se ve forzada a actuar otra vez: van a una casa, y pese a las torpezas del señor Gillie, la allanan, entran y Trumbull asfixia con una almohada a un anciano. Se retiran, y cuando la horrorizada mucama grita, aparece convenientemente Trumbull, ofreciendo sus servicios funerarios. Se encargan del entierro y todo lo concerniente, pero con la mala fortuna que la viuda se va raudamente, sin dejar sus honorarios ni ningún dinero. Ante la insistencia del casero, el señor John F. Black (Basil Rathbone), lo escogen como su siguiente víctima, van a su casa, y el señor Gillie encuentra a un lunático Black, que declama disparates y lo ataca con una espada, y repentinamente, sufre un aparente ataque cardíaco.




Aparentemente muerto, su mayordomo informa que sufre de catalepsia, y que anteriormente ya había engañado su aspecto de muerto. Es así que se llevan el cadáver, que tras unos ligeros espasmos, resucita en la funeraria, ve a Trumbull y a su ayudante, y de la fuerte impresión de ver que lo quieren eliminar, muere otra vez. Lo ponen en un ataúd, donde morirá y resucitará repetidas veces. El supuesto cadáver inesperadamente no es enterrado en una tumba, sino puesto en una cripta, y ya allí, tiene una nueva resurrección. Trumbull recibe el cuantioso botín de su acto, y ante los constantes rachazos a su esposa, ex practicante de ópera, y dueña de una insoportablemente aguda voz en el canto, ella se va acercando al señor Gillie, él también la desea, y ambos planean escapar juntos. Mientras ellos preparan su huida, reciben la inesperada visita de Black, completamente vivo, que fue liberado de la cripta, y que va a buscar venganza, armado con una enorme hacha. Trumbull lo mata, y presencia otra vez sus no pocas resurrecciones, pero finalmente lo elimina, ataca también a Amaryllis, la deja al creerla muerta. Al ver esto, Gillie enloquece, y pelea con Trumbull, que  deja a su ayudante cuando parece muerto. Tras otras peripecias, al final Gillie y Amaryllis escapan, dejando atrás ese fatal espectáculo.




Muy divertida la cinta de Tourneur, la más negra de las comedias, repleta de absurdos, muerte, intentos inauditos de envenenamiento, catalépticos cadáveres que resucitan una y otra vez, una atmósfera bizarra es la que alberga a los retorcidos individuos que eliminan a sus vecinos para que su funeraria tenga trabajo, personajes que lidian con la muerte diariamente, y lejos de asustarse de ella, se ríen con la muerte, sobre todo el protagonista, un Vincent Prikce siempre distinguido, elegante, y claro, portador del mejor cine terror. Resulta divertido ver al locuaz Trumbull, tan enérgico, tan cansado de todo, el personaje más elegante dentro de ese oscuro mundo, que muestra la mayor preparación, evidenciada en su verborragia personalidad. Para enriquecer ese privilegiado reparto, el inolvidable Peter Lorre encarna al torpe colaborador, resignado y sometido a su jefe, y amando en secreto a su atractiva mujer, dueña de unas cuerdas vocales insoportables, pero que él compara con los sonidos del ruiseñor. Y para completar el tándem del terror, el recordado Frankenstein, Boris Karloff personifica al padre de la desafinada y chillona esposa, el suegro que se sienta con la muerte todos los días a desayunar, y la esquiva sin siquiera notar su presencia cuando su hija le aparta una medicina que en realidad es veneno, tósigo que se encargará de darle de su propia medicina a aquel que labora con ella, con el que tiene una relación intima, su yerno enterrador. El ambiente es siempre observado por un felino, un gato rubio, que es silencioso testigo de este bizarro y morboso universo, pero que es presentado en forma divertida e incluso lúdica, donde uno se ríe de personas que mueren y resucitan múltiplemente, de espasmódicos cadáveres que regresan a la vida, y nos divertimos con un culto sujeto, de extraña elegancia, que convierte el asesinar en oficio. Gran comedia del siempre interesante francés Tourneur.



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