sábado, 10 de septiembre de 2011

Los idiotas (1998) – Lars Von Trier

El famoso trabajo por el que Lars Von Trier se hizo muy conocido, por el que alcanzó mayor notoriedad, y por el que se erigió como uno de los fundadores del movimiento cinematográfico Dogma 95. Un trabajo que, a mi entender, no tiene mucho en común con las otras dos películas que conforman esta trilogía, Golden Heart. La primera trilogía, Europa, tenia películas de innegable parecido, de similitud en los estilos y en los recursos, las tres películas son plenamente identificables, tienen la misma directriz. Esta película, sin embargo, sin juzgar aún su calidad, considero que no tiene mucha relación con las otras dos, la primera, Breaking the Waves (1996), y la tercera, Dancer in the Dark (2000). Las otras dos películas comparten como puntos comunes una muy poderosa historia, un crudo drama contado sin mayores tapujos u ornamentos, apoyados en excelentes actuaciones, y con fondos musicales destacables. Idioterne, o Los Idiotas, se diferencia notablemente de ellas. Una de las películas emblema del mencionado movimiento, se distancia bastante de los objetivos del cine conocido, y es que es precisamente ese su objetivo. Destruir los conceptos existentes de historias artificiales, trucajes, ornamentos, todo eso debe ser eliminado del aburguesado y decadente pseudo cine actual -dicen los seguidores del movimiento-, todo detallado en el famoso juramento del decálogo del Dogma, que incluye, entre otras tantas implicaciones, usar cero diálogos, cero escenografías, la película en su totalidad debe ser rodada con cámara en mano, etc, todo en busca de los inicios del cine. Excelente la iniciativa, los resultados deberán ser juzgados por un ojo consciente de a qué se va a “exponer” al ver este arte de vanguardia. Se presenta así el llamado Dogma#2, Idioterne.

         


Comienza la historia, con un grupo de jóvenes, que fingen ser idiotas, fingen ser retrasados mentales para no pagar una comida consumida. Ellos conviven, son perfectamente conscientes de lo que hacen. Todos son relativamente iguales, sin ningún rasgo destacable. Todos, menos Karen (Bodil Jørgensen), ella es distinta, ella no se siente enteramente cómoda con la situación, y esto genera que los demás estén un tanto pendientes de ella. El objetivo del grupo es encontrar lo que ellos llaman “su idiota interior”, timan gente, se ganan algún dinero con su falsa idiotez. Los muchachos deben vender una casa, por la que reciben una buena oferta, y también otro negocio de comida de bebés. Luego, uno de los cabecillas, Stoffer (Jens Albinus), tras tener un ataque de locura, propone la polémica secuencia de la orgía, la cual Von Trier muestra son tapujos, sin disimulos, lo que le ganó naturalmente no pocos problemas de censura. Luego, el padre de Josephine (Louise Mieritz), va a recogerla y llevarla a casa, rompe la armonía del grupo. Posteriormente, la distinta del grupo, Karen, se va también a casa, ella era la única que veía las cosas distinto, y ella fue plenamente feliz con el grupo. Se lleva a su amiga Susanne (Anne Louise Hassing), quien verá su vida familiar. De regreso en casa, su idiota interior volverá a aflorar.  



Termina así el segundo Dogma, una historia en la que casi no hay trama, ni hay puntos de quiebre, la acción no se detiene. Utiliza Von Trier el recurso de una entrevista directa a cada personaje, hablando con la cámara y explicando cada uno su sentir, lo cual nos permite ingresar y explorar lo que cada uno piensa y siente. La metodología del Dogma 95 es puesta en escena, a cargo de uno de sus mejores exponentes, y el resultado puede, y ha sido criticado por algunos puristas que consideran al Dogma como un ejercicio que acercó al cine a la pornografía amateur, aseverando que los historiadores serios del cine ni siquiera lo considerarían un movimiento cinematográfico. Es una opinión estricta, rígida, intolerante, que quizás no abre los sentidos para entender una corriente de cineastas que simplemente están hartos del aburguesado arte actual, del falso cine que ellos consideran artificial e inválido. Es curioso que, una vez realizado este “experimento”, Von Trier nunca volvió a realizar otro trabajo con el Dogma. ¿Lo hizo sólo por diversión, sin seriedad o genuino compromiso?, ¿Finalmente no le atrajo nada el proyecto?, ¿Falta de verdadera identificación de uno de los fundadores con el movimiento? Sólo el propio Lars lo sabe, pero si algo no puede dejar de comentarse, es que esa falta de compromiso de uno de los fundadores de la corriente, no habla precisamente bien del movimiento, haciéndolo ver como un efímero desliz o cana al aire, empero, hablamos de Von Trier, que hizo de este singular filme el centro exacto de su segunda trilogía. Si bien los otros dos trabajos ya antes mencionados que completan el tríptico no tienen nada que ver con éste, casualmente esa falta de relación multiplica lo curioso de este facto, pero, de nuevo, hablamos de este danés e impredecible cineasta, puede tratarse todo de una tomadura de pelo, mientras el director se divierte a sus anchas... de nuevo, sólo el propio Lars lo sabe. Lo cierto es que, haciendo a un lado ese escepticismo y renuencia a aceptar este movimiento, podemos ampliar un poco la percepción para apreciar un poco de cine diferente, de cine rebelde, de arte que busca romper brutalmente todo convencionalismo actual, y volver a la raíz primigenia del cine, y si algo ha enseñado la historia del arte en determinados casos es que, muchas veces un arte distinto, antes de abrirse paso y hacerse respetado, batalla contra censuras de todo tipo. Los resultados, a juicio de cada uno, y la polémica, servida.



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