jueves, 31 de enero de 2013

Divorcio a la italiana (1961) - Pietro Germi


Gran filme italiano, una de las comedias clásicas de la historia del cine latino, y uno de los pilares de la consolidada y reconocida comedia a la italiana, la commedia all'italiana, en la que el director Pietro Germi va sentando las bases de una nueva forma de hacer comedia, en la que se plasma una ácida crítica a la sociedad de su tiempo, a la vez que se combina esto con ese elemento idóneo para precisamente eso, deslizar una crítica. El cineasta escoge la clave satírica, la clave cómica para manifestar la ácida y corrosiva burla, primero a la sociedad italiana contemporánea de entonces, y también para su atiborrado y risible sistema legislativo, en el que el crimen está severamente sancionado, empero, el crimen pasional, el asesinato pasional, está bastante más blandamente sancionado. El director nos transporta así al mundo demencial de Fefe, un burgués, un barón viviendo en Sicilia, algo venido a menos, tras doce años de matrimonio, y completamente harto y hostigado de su mujer, viene a posar su interés en su joven y atractiva prima, a quien ama secretamente. El asunto se viene a complicar cuando Fefe, casi sin querer, se entere de que ese amor es correspondido por la jovencita, y se decida a sacarle provecho a la legislación siciliana, que es dura con los asesinos, sin embargo, es tibia y permisiva con los que asesinan por vengar su honor por adulterio, es decir, el crimen pasional. Entonces en barón se decide a fabricar una situación para deshacerse de su mujer, y emprender el idilio con la prima, desatándose la enajenación y las disparatadas correrías. Entrañable y clásico filme, que cuenta con la participación del mítico Marcello Mastroianni, protagonista de un filme cinco estrellas, una joya italiana.

       



Mientras escuchamos una melancólica canción, que se extiende durante los créditos, vemos la fotografía de unos esposos, que se va alejando. Inicia la acción entonces con el barón Ferdinando Cefalú (Mastroianni), Fefe, el de la imagen, se moviliza en un atiborrado vagón de tren, fuma, ve a través de la ventana el páramo siciliano de Agromonte, Sicilia, comienza a rememorar. Recuerda su hogar, el palacio, y su padre, Don Caetano, enumera a sus familiares, su esposa, su madre, y Angela (Stefania Sandrelli), su prima, que llegaba con ellos de visita. Tras doce años de matrimonio, Fefe observa y admira clandestinamente a Angela, y luego va al lecho con Rosalia (Daniela Rocca), su mujer. Mientras intensas situaciones eróticas se suceden, Fefe va resistiendo las impertinencias y chillidos de su mujer. Luego, la familia hace una paseo a la p[laya, y en un momento, aparte y a solas con Angela, tienen un acercamiento,  y es que tibiamente, Angela le dedica miradas y atenciones, ella le corresponde, y Fefe acaba enterándose ello. No pudiendo ya contenerse los primos, de noche, y en el jardín del palacio, consuman finalmente su idilio, pero Angela debe partir al día siguiente para iniciar sus estudios en un convento de monjas. Fefe se entera luego a través de los periódicos de un crimen, una mujer asesinó a su esposo por haberla engañado, y en el juicio respectivo, se mostraron blandos con el pasional crimen.






Ante eso, Fefe pone manos a la obra, atavía a su mujer, la exhibe por Agromonte, le está buscando un amante, difícil labor, tanto por la poca gracia de su esposa, como por sendos motivos para cada prospecto, mientras Fefe la soporta cada vez menos. Entonces, pasa algo imprevisto, regresa a Agromonte, luego de una estancia en la guerra, Carmelo (Leopoldo Trieste), antiguo admirador de Rosalia. Prontamente Fefe se las arregla para hospedar en palacio a Carmelo, la situación mejora para él, pues Carmelo y Rosalia pronto sienten atracción. Parte el barón al día siguiente a Catania, a ver a Angela, dejando a los potenciales amantes solos. Llega al extremo de instalar micrófonos para espiarlos, fabrica cartas de sus conocidos indicándole que es cornudo, Se sabe también que Carmelo en realidad está casado, y que tiene tres hijos, tras lo cual, los amantes escapan. El hecho se vuelve la comidilla, todos se burlan de Fefe, el cornudo. El humillado Fefe luego tiene impensado encuentro con la mujer de Carmelo, cornuda también, pero mucho mas determinada que él. Luego, ya habiendo encontrado a los prófugos, aparece primero la cornuda, que lo aventaja y liquida a Carmelo, haciendo luego Fefe lo propio con Rosalia. Tres años han pasado, y las remembranzas terminan, Fefe vuelve, tras tres años de prisión, a ver a Angela; se casan, pero hay un inconveniente, la nueva esposa no pierde tiempo, y está coqueteando con otro, un nuevo crimen se cocina.





Notable filme, notable comedia, en el que el director desnuda unas características y falencias dignas de ruborizarse, pero de minimizar -parcialmente, claro- la ofensa se encarga la fina comedia, en la que una suerte de panfleto de la ciudad nos es deslizado por el barón, nos habla de su infancia, de su gente, de su tierra, y rápidamente se enumera sus características, sus iglesias, sus locaciones, sus habitantes, etc.  La figura de la tierra que habitan se desliza, una tierra imaginaria, Agromonte, lo que se utiliza para disfrazar el ácido mensaje satírico, pero ese intento luego es anulado, pues Agromonte está en Sicilia, receptáculo de la sátira por su legislación, por su gente, y por sus costumbres, costumbres entre las que vemos a un barón, venido a menos, pero que mantiene las apariencias. El relato, íntimo y cercano, nos introduce en las acciones de nuestro protagonista, siendo la imagen de apertura la imagen del desdichado y su mujer, su castigo, su lastre, el elemento que desencadenará toda la demencia. Iniciada la acción, la narración en off de Fefe incluso se verá interrumpida por sucesos de lo narrado, se nos adentra en lo que sucede, nos divierten con lo que vemos mientras nos involucran en ello, nos vinculan a sus pecadillos, a sus fisgoneadas secretas hacia Angela. Empatizamos con el aparentemente inocuo y desmejorado barón y su particular drama, soportando estoicamente a la insufrible mujer, su chillona voz, su hambre de afecto, es un problema sobre el papel risible, y es que estamos en presencia de un cínico, un entrañable cínico. Siguiendo en esa línea, los detalles de comicidad se suceden, la viveza, el morbo, vemos al padre desalojando a su hijo del baño, interrumpiendo su fisgonearía, sólo para prolongar él mismo la acción, y observar con no menor deseo y libídine a la jovencita durmiente, sin mencionar las constantes circunstancias en que Fefe sorprende a parejas en clandestino coito, o las repetidas alusiones al barroco, al siglo 700, el 800, un casi automático intento de lucir sofisticado, culto, alturado. Las situaciones hilarantes se suceden, Fefe repetidas veces imagina a su mujer siendo liquidada por él mismo, se imagina victimándola, y luego arrojándola a una gran olla con agua, la imagina feneciendo en arenas movedizas, o deshaciéndose de ella mandándola lejos en un cohete espacial mientras él se solaza, con rostro impávido, con sus imaginarios fenecimientos.








Otro punto a tener en cuenta es cómo retrata justamente al personaje principal, al protagonista, es un barón, un burgués, pero un burgués venido a menos, que reside en una casa también venida a menos, un burgués que se aferra a esa imagen, aunque por dentro, su ostentoso palacio sea en realidad un destartalado inmueble, mantiene la imagen pese a todo. Y Marcello Mastroianni, leyenda de la actuación italiana, se encarga de retratar ese carácter, encarna un personaje singular, un burgués cansado de sus relativos lujos, cansado de una mujer insufrible, viene a fijar su interés en su hermosa y joven prima. Se trata de un problema típico pobre niño rico, pero que no se limita a lamentarse, sino, en la cúspide de su cinismo, pone manos a la obra para poner fin a su problema, sabotea su matrimonio; es pues un sujeto complejo, un cínico, en medio de una artificial comodidad, su mayor problema se convierte en deshacerse de su mujer para satisfacer su apetito por su prima, esa es su gran disyuntiva, este cínico nos involucra y nos implica en su dilema, problema tan pequeño como grande, en su vida, lo que pareciera una trivialidad, se convierte en su obsesión. Y la representación de Mastroianni es tremenda, caricaturizando a toda una clase, la enajenación corre por sus venas, y desde el segundo inicial, lo vemos bien ataviado, fino, amanerado, siendo atendido, con una mirada como de aburrimiento, deslizándose por el atiborrado pasaje de un tren, con una larga boquilla de cigarro, exhalando bocanadas, lánguido, despreocupado, observando por la ventana, y es ahí, observando el páramo, cuando su semblante, cuando su actitud cambia, adquiere automáticamente una nostálgica postura, mientras observa el páramo italiano, el páramo sureño que avanza, y ahí comienzan sus remembranzas, comienza el filme. Es un neurótico, el detalle del gesto de la boca y el ruidito producido son sencillamente geniales, repetidos tics que fluirán en los momentos más disparatados, caricaturizando así aún más el retrato del barón, el retrato de toda una clase, la clase acomodada, y Mastroianni se luce, como no podría ser de otra forma, en una de sus interpretaciones míticas, de escaparate, con la indumentaria burguesa, sus gestos neuróticos y amanerados, el bigotito; una apariencia inolvidable, para una interpretación inolvidable.








Así es como el director nos va deslizando perfiles bien definidos de ciertos caracteres, personajes entrañables, las mencionadas duplas carnales por un lado, o el juez por demás también caricaturesco por otro, la burla es perenne, la sorna no se detiene, la crítica se disfraza de sabrosa comedia satírica, el mejor caldo de cultivo para deslizar esas críticas, como hiciera décadas después, por citar un ejemplo, el genial ibérico Luis García Berlanga. Tensión, gestos, miradas, los silencios, todo desemboca en momentos en que esa tensión se puede cortar con una tijera, bromas ligeras, situaciones risibles, enajenación abrumadora, a la comedia no se le encuentran fisuras. Esto se debe en buena parte a que el cineasta, asociado con Ennio De Concini en un excelente y soberbio guión, nos desliza una comedia exquisita, que rebosa en momentos hilarantes, comedia sencilla, ligera, digerible, sólida, de pueblo, cercana a los personajes que retrata, que tiene en esa cercanía, en esa sencillez, la clave de que sea una comedia tan empática, tan exitosa, tan verídica. El humor campestre, la constante lujuria por los pueblerinos exhibida, nos pintan un exquisito mosaico de la enajenación y desenfreno de las gentes de entonces. Y la máxima enajenación, por supuesto, se encarna en nuestro protagonista, en Fefe, se materializa así la ridícula situación, Fefe tiene que encontrar un amante a su mujer, nada fácil labor, tanto por la fealdad y chabacanería de su mujer, como por los prospectos, y los sendos obstáculos que los desechan; tendrá que justificar así su pasional crimen, y además tiene que fabricar situaciones y pruebas del adúltero idilio. De esta forma, se suceden las más disparatadas situaciones, correrías, desencuentros y confusiones, y a cada segundo se va deslizando la crítica y satírica sorna a Sicilia, donde los cuernos son una mancilla sencillamente imperdonable, y que justifica cualquier acción con intención de vengar la severa afrenta. Inolvidable momento en que se encuentran ambos cornudos, Fefe, y la engañada mujer de Carmelo, pero la fémina, bastante más resoluta, es la primera en actuar, dejando en ridículo a Fefe, y a su honor, la comedia de Germi nos hace delirar. Ni hablar del final, ese extraordinario final, soberbio desenlace, un para entonces ya humillado Fefe ni se imagina que la espiral de demencia no está haciendo más que volver a girar sobre su eje, la locura se verá en su persona prolongada, pues un nuevo adulterio se cocina, un nuevo crimen pasional se asoma, se vislumbra otro divorcio a la italiana. Filme mítico, piedra angular de una nueva forma de hacer comedia, filme escaparate de esa formidable maquinara de hacer arte que en su momento supo ser, la industria cinematográfica italiana.







2 comentarios:

  1. Pues es un hecho, ya soy fan de este blog.

    Digo, realmente soy una persona que no sabe de cine, me declaro un neófito, sin embargo se observar y lo que veo en este blog es oro puro.

    Me gusta en demasía la forma en que das a conocer la cinta, también los comentarios y el análisis que haces es muy útil, pues repito. Para neófitos como tu servidor es una gran ayuda saber que ver o interpretar, es básico para ser un buen observador del séptimo arte.

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    1. Ese es precisamente uno de los nortes del sitio. Que gusto que sea apreciado el trabajo desarrollado.

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