El reconocido y prestigioso
realizador norteamericano Henry Hathaway
comenzaba a cimentar su filmografía con la presente cinta, la quinta de su
producción, basada, como sus iniciales y anteriores ejercicios, en novelas de
Zane Grey, y producidas por la Paramount. Durante su variada y nutrida
producción como director, dirigió a notables actores como John Wayne, y para sus
iniciales labores, se involucra en el género por antonomasia yanqui, el
western. Nos introduce Hathaway en el universo de un individuo en el Oeste
norteamericano, que tiene por camarada a un anciano personaje cuyas tierras,
que ha trabajado toda su vida, están por serle arrebatadas debido a una treta
legal que un despreciable villano local ejercerá. Para evitarlo, el anciano
querrá traspasar sus tierras a su sobrina, pero el villano querrá secuestrarla
para evitar que se salven las tierras, debiendo el protagonista luchar por que
se haga justicia, y detener al infame. Bastante breve filme, que apenas rebasa
la hora de duración, en el que ya se van vislumbrando algunas de las aptitudes
del cineasta, es notable básicamente que en su breve metraje la narración sea
sólida y no se pierda el interés ni se caiga en el letargo, además de un agradable tratamiento paisajístico.
Los protagonistas de este añejo filme de 1933 son un por entonces jovencísimo Randolph Scott, el
héroe, Verna Hillie
como la sobrina secuestrada, y Noah Beery como el abyecto villano.
Comienza la acción con un individuo, un personaje en
medio del bosque, con su equino, que de pronto al parecer es atacado por severo
felino, pero el animal en cuestión resulta ser su puma mascota. Se trata de
Brett Dale (Scott), quien poco después se encuentra con su viejo vecino y amigo
Jim Gayner (Harry Carey), con quien conversan de la situación del pueblo, del clima,
y de un indeseable vecino lugareño, mientras unos jóvenes juguetean con un
jumento. Aparece el indeseable vecino, es Clint Beasley (Beery), que
hace una oferta a Gayner por sus tierras, la cual éste rechaza, pero, a punto
de poder aplicarse unas leyes sobre tenencia de tierras, el anciano las
perdería. Para evitar esto, Jim piensa en traspasar sus tierras a un familiar,
sería su sobrina. Beasley, sabedor de lo que quiere Gayner hacer, pretende
secuestrar a la joven mujer, pero Brett lo escucha todo, escondido en un
granero, con su puma Mike, y desde ya piensa en evitar sus malas intenciones.
Arriba entonces la sobrina, Alice (Hillie), el astuto Beasley se hace pasar por
enviado de su tío, y la escolta, aunque en realidad la está secuestrando, pero
Brett, que se apersona, consigue arrebatar a Alice de las manos de Beasley y
los suyos.
Cuando Jim se entera que es Brett quien tiene a su
sobrina, se tranquiliza, y Dale por su parte, sosiega y atiende a la
díscola Alice, va menguando su brío y desobediencia, jugando ambos con los
cachorros de Mike. Luego, Jim llega hasta la casa de Dale, con la mala suerte
de que en las afueras se encuentra Beasley, que había anticipado sus acciones,
y elimina al viejo Gayner. Acto seguido, llama, con su gente, al sheriff, a
quien le indica que quien eliminó al viejo fue Brett, y teniendo éste secuestrada a su sobrina, parece ser todo cierto. Es Dale encontrado culpable y
condenado a muerte por la horca, mientras Alice es llevada por Beasley a su
residencia, donde vive con la señora Peg Forney (Blanche Friderici).
Clint, haciéndose con la autoridad de la heredera Alice, despide a muchos
empleados de la finca Gayner, quienes, sabedores que es una treta suya,
se determinan a liberar a Brett, y por su parte, el puma Mike, aprisionado, se
libera. El ruin Beasley, a solas con Alice, intenta propasarse con ella, solo
la presencia de Forney lo evita, y poco después, la joven escapa de su
claustro, mientras Dale a su vez, huye de prisión. Tras un severo tiroteo, que
genera un incendio, y tras eliminarse a la puma, compañera de Mike, es Forney quien liquida a Beasley,
finalmente los lugareños quedan en paz y felices.
Se plasma así una de las
iniciales obras del yanqui Hathaway, y uno de los aspectos que prontamente se
materializa, y que imperecederamente decora la cinta, es el tratamiento, el
ambiente que genera el realizador, incluyendo tanto las tomas de los fondos
indómitos y vastos, como el tratamiento sonoro. Así, el tono natural del filme
se manifiesta en el cantar de aves, que nunca se detiene en exteriores,
fusionado, en esas secuencias, con perennes y dominadores paisajes
de fondo, ese tratamiento paisajístico, con grandes encuadres y notable
composición de ese indómito medio, montañas y bosques, sumado al aspecto sonoro
antes mencionado, materializa un trabajo audiovisual agradable, que pareciera
vaticinar futuros trabajos de westerns, y con los que el cineasta ya va
apuntando buenas maneras, una buena ambientación. En ese natural escenario, aparece nuestro protagonista, el héroe, en íntima conexión con esa naturaleza,
como evidencia su tierna y entrañable relación con su felino mascota, el
severo puma que parece un tierno gatito con su amo, incrementa ese tono de
naturalidad, una sencillez que impregna la totalidad del filme, además de una
cercanía con su equino, es una suerte de cowboy bonachón conectado con la
naturaleza pero distanciado de las mujeres, que siempre le han caído mal, sin
que esto deba caer en malas interpretaciones, es una muestra de su carácter y
su persona, un noble héroe que no duda en dar nalgadas a la díscola muchacha
para aleccionarla. Y en el otro lado, el abyecto villano, indeseable infeliz,
ruin personaje que no duda en eliminar a la puma hembra, ni al anciano, ni en
querer ultrajar a la sobrina, llevarse a los pumas cachorros, es un compendio
de lo indeseable. En su brevedad y sencillez, el filme consigue delinear a sus
personajes, es una sólida adaptación, Hathaway va definiendo y encontrando su
estilo, su norte, dota al filme de una buena estructuración narrativa, dinámica
y consistente, el interés jamás decae, y tiene un final consecuente, la propia
mujer con quien convive Beasley lo liquida, poético final para un bastardo. Con
decentes actuaciones de su reparto, especialmente de Scott y Beery, al igual
que Carey -los tres asiduos por aquella época del cineasta-, además de una
decente puesta en escena y dirección, se configura una correcta variación de
western, casi un preludio a ello, es un buen ejercicio en el que un buen
director va encontrando ya sus aristas.
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