El otrora buen yanqui Martin
Scorsese, tras haber vivido su etapa de mayor brillo y excelencia artística en
la década de los 70, e inicios de los 80, con filmes tan inmortales como Mean Streets (1973), Taxi Driver (1976) o El Toro
Salvaje (1980), pondría un cierre a
esta etapa con el presente filme, antes de adoptar su nueva y posmoderna etapa.
Es una singular y bastante bizarra historia, probablemente esto último sea lo
que aporta mayor cuota en el balance general para hacer atractivo al filme. Es
la peculiar sucesión de aventuras y vivencias, por llamarlas de una manera, a
las que se enfrenta un yanqui promedio, un yanqui común y silvestre en la
competitiva ciudad de Manhattan, en donde una noche cualquiera, termina
convirtiéndose en un interminable desfile de situaciones inverosímiles, de
personajes igual de sorprendentes, y en las que hasta su propia vida se pondrá
en peligro. Todo involucrará encuentros efímeros con misteriosas y sórdidas
féminas, muchos yonquis, underground
y morbidez, en una de las cintas más extrañas de Scorsese, pero positivamente
extrañas. Sin actores de relumbrón, cuenta con Griffin Dunne y Rosanna Arquette
entre los personajes de mayor importancia, como el tunante infortunado que se
enfrenta a lo impensable, y la mujer con la que mayor tiempo se relaciona.
Posteriormente a este filme, mucho del talento y la genuina bizarría del
realizador neoyorkino se perdería para siempre.
Un individuo, editor, Paul Hackett (Dunne), vive en los ajetreos propios de su ocupación, hasta
que conoce, en un café, a una atractiva joven, Marcy Franklin (Arquette). Esa misma noche, Paul la llama a su casa, y
aunque tarde, se citan ahí mismo. Al llegar allí, no encuentra a Marcy, sino a
su compañera de cuarto, Kiki (Linda Fiorentino), escultora; en la extraña y sombría
habitación, pasa unos minutos con la semidesnuda escultora, la masajea, ella se
queda dormida. Llega entonces Marcy, que fuma marihuana, le cuenta a Paul de
una violación que sufrió de adolescente,
además de contarle que está casada, y
que su esposo se encuentra en Turquía, un extraño individuo. Fluye un beso entre ellos, y poco después fuman
marihuana adulterada. Él se va, quiere tomar el metro, no tiene efectivo,
y el tendero del lugar, Tom (John Heard), ofrece prestarle
para el boleto si enciende las alarmas de su casa, él olvidó hacerlo. Lo hace,
está regresando, y en la puerta del edificio de Marcy y Kiki, unos individuos
se llevan la estatua de la escultora, cree son ladrones, recupera la estatua y
vuelve al extraño cuarto.
Allí, Kiki le dice que en
realidad eran amigos, está con un sujeto de pinta sadomasoquista, Horst (Will
Patton). Segundos después, encuentra a Marcy muerta en su cuarto, ingirió
píldoras hasta la muerte. Llama a la policía y vuelve al café, la mesera de ahí, Julie (Teri Garr), le
invita a su casa a cenar. Paul se topa con la
sorpresa que Tom es el novio de Marcy. Se deshace pronto de Julie, busca a Kiki
y Horst en un bar marginal y underground, pero no los encuentra, Al salir,
conoce a una mujer, que también lo lleva a su casa a curarle una herida que le
hizo. De pronto, es acusado Paul por el vecindario de una ola de robos, pero se
libra de ellos. Conoce a otro individuo, un hombre, que también lo lleva a su
casa, luego vuelve al bar, Tom lo acusa con la ya iracunda muchedumbre. Va al
bar underground a refugiarse, conoce ahí a una mujer, June (Verna Bloom), y
hasta allí llega la muchedumbre a lincharlo, pero la buena June lo descarta,
convirtiéndolo en estatua humana, nadie puede ver que es él. Luego, la estatua
es robada por los mismos amigos de Kiki, lo llevan en camión, la estatua se
cae, se quiebra, Paul es liberado, frente al edificio de su trabajo. La
aventura ha terminado.
Entretenida cinta, en la que
asistimos a un desfile sinfín de situaciones anómalas, inverosímiles, todo es
una sucesión de acontecimientos, cada uno más atípico que el anterior, todo
simplemente va fluyendo, es una noche mundana, en un barrio mundano de
Manhattan. Esa mundanidad vuelve a los hechos bastante cercanos, si bien
extraños y bizarros, son plausibles, factibles, simplemente se trata de una
noche muy loca, en la que sórdidas situaciones no dejarán de sucederse.
Scorsese desliza su más negro humor, jugando con mórbidas imágenes todo el
tiempo, incluso tétricas figuras, empezando con la habitación de Marcy y Kiki,
bizarra locación, plagada de las estatuas de la escultora, estatuas extrañas,
de locura y sufrimiento, aunque atractivas; pero si de bizarría se habla, eso es
solo el comienzo, pues hay yonquis, sadomasoquistas, bodrios, y una discoteca
que parece reunir a los más extravagantes y sórdidos personajes yanquis, y ojo
que en esa locación, la más bizarra de todas, se anima Scorsese a aparecer,
aunque sea brevísimamente, como un operador de luces en medio del marginal y
efervescente mar de locura y pervertida oscuridad. Es una exacta plasmación del
frívolo mundo yanqui, un mundo donde conoces a un perfecto desconocido, y cinco
minutos después lo metes a tu casa, esa liviandad se repite no pocas veces en
el filme, y en buena parte, la pesadilla en la que se sumerge el protagonista es
por él mismo causada, por su dejadez y estúpidos olvidos. Se configura así una
de las cintas más peculiares de Scorsese, es un desfile de freaks y seres
estrambóticos, es la zona más mórbida de Manhattan, donde innumerables
peripecias deberá superar Paul antes de volver a casa. Cierra Scorsese casi una etapa, pues posteriormente, los filmes más bizarros quedarían atrás, seguiría
tocando temas como el hampa, criminales, gángsters, pero con un amaneramiento
bastante mayor. Finaliza su primer periodo, el más atractivo, y esta cinta
podría considerarse el punto de inflexión, la que pareciera haber realizado más
por una naturaleza de locura, como el filme mismo, como un experimento
divertido, la diversión de Marty.
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