El buen Clint Eastwood realiza un
ejercicio en su faceta como realizador, como director, en la que nos muestra
otra cara, otro perfil distinto al del duro personaje que se le conocía como
actor, ese estereotipo desde siempre desapareció. El director Eastwood narra
esta entrañable historia, mezcla de drama y comedia, con ciertos momentos
enternecedores, en la que se plasman las singulares vivencias de un convicto
yanqui, un peligroso criminal que escapa de prisión, y que toma como rehén en
su huida de las autoridades, impensadamente a un infante de ocho años. Pero
contrario a lo que se podría esperar, el infante no termina acompañando al
delincuente contra su voluntad, pues si bien al inicio fue raptado, irán
generando amistad los compañeros de ruta, nacerá cariño y afecto, y el niño
acompaña por su libre albedrío en su escape al convicto, mientras la férrea
persecución de un experimentado detective y una novata enviada por el FBI,
terminan por darle caza. Eastwood mismo se involucra en el proyecto como actor,
encarnando al oficial perseguidor, y recluta además a Kevin Costner como el
fugitivo, y completa la plana una joven Laura Dern como la fémina policía. Juntos configuran una de las cintas más conocidas y queridas de Eastwood detrás
de las cámaras, es un apreciable ejercicio, una cinta que puede hacer pasar
algún buen rato, y que a los más sentimentales, sin duda los tocará.
Tras iniciar la cinta con Costner
echado plácidamente en gras, rodeado de billetes de dólares, pasamos a una
familia, de religión testigos de Jehová, en una noche de Halloween, celebración
que rechazan. Hasta esa casa llegan Robert “Butch”
Haynes (Costner), y otro individuo, ambos son criminales,
presidiarios que escapan del claustro, y al llegar a la casa, Costner intercede
ante la violencia de las acciones de su acompañante, defiende a la madre, que
vive sola, y a su hijo, Phillip Perry (T.J. Lowther), que
termina siendo raptado por ambos cuando la policía llega. El oficial Red
Garnett (Eastwood) es el que encabeza su búsqueda, y recibe, sin mucho
entusiasmo, a Sally Gerber (Dern), criminalista enviada del FBI. De esa forma
los tres emprenden un viaje por carretera, los dos convictos y el niño, pero
Butch termina eliminando al otro convicto, pues su retorcida personalidad lo
llevaba a atormentar al niño. Tanto Garnett como Gerber se van acercando a su
rastro, encuentran el cadáver en un maizal, mientras el fugitivo Butch va
creando lazos de amistad con el niño, “Buzz”, como él lo llama. Las autoridades
logran identificar el vehículo en que se desplazan, se acercan cada vez más a
los fugitivos, pero Butch se las ingenia siempre para eludirlos al final.
Incluso cuando se cruzan
directamente en una ocasión, el astuto Butch consigue escapar junto con el
pequeño Buzz, a quien va conociendo más, se entera que es testigo de Jehová, de
todas las abstinencias que practican, y quien, en su inocencia, colabora sin
saberlo a asaltar una casa. Garnett y Gerber siguen el rastro a los
fugitivos. La
huida los lleva hasta una granja, en la que reciben hospitalidad de una
familia, y con quienes Butch se ceba, particularmente con el padre, por ser
abusivo con su hijo. Sorpresivamente, Phil, que había visto a su amigo golpear,
amordazar y apuntar con un arma a sus anfitriones, le dispara al convicto, y escapa, pero se juntan de nuevo. Herido, pero con Phil, Butch es
alcanzado por la policía, y a la distancia, negocia con la madre de Phil,
solicita sea menos rigurosa en las limitaciones para el niño, y ella accede,
promete ser más permisiva. Ya liberado, Phil puede volver con su madre, pero
regresa con Butch, agonizante, lo abraza, pero no puede evitar que sea baleado y
eliminado. Garnett, acompañado de Gerber, se pone furioso con el oficial que
realizó el disparo sin permiso, pero es tarde ya, Butch ha muerto, y finaliza
el filme con la imagen inicial, pero ahora tiene sentido, Butch recostado en el
pasto, rodeado de dólares, muriendo.
Entrañable la historia que
presenta Eastwood, haciendo gala de su sensibilidad como director, y
realizando algo que sería luego recurrente en su carrera, dirigir y actuar
como secundario; una práctica que será constante, Eastwood moviendo los hilos
tras las cámaras, pero también aportando actoralmente, apoya a los protagonistas, es apreciable y de notar la forma de trabajar del mítico yanqui. La cinta retrata una singular
situación, inverosímil incluso, atípica e impensada, un niño secuestrado que se
vuelve gran amigo de su secuestrador, de un peligroso criminal, de un asesino, pero su amistad no entiende nada de eso, simplemente ve a un personaje que le enseña
a vivir un poco más, que le muestra el mundo más allá de lo que lo conocía,
poco importa que sea mucho mayor que él, poco importa que sea un adulto
delincuente. No se le puede llamar rehén al niño, buena parte del tiempo está con Butch
por su propia voluntad, su libre albedrío lo lleva a quedarse con su amigo, e
incluso se mezcla en sus delictivas actividades, pero siempre con la inocencia
propia del infante. En ese escenario nace y se refuerza su amistad, y Eastwood
tiene el correcto tacto para mostrarnos su historia, un adecuado tratamiento, con las dosis de ternura sin caer en lo cursi, dos personajes con
aparentemente nada que los ligue, es una amistad bizarra, y el niño,
preguntando a Butch si es malo, es reflejo de la inocencia de la misma. Y es
que después de todo, son genuinos amigos, el niño obvia las reprochables
acciones de Butch, pues es quien le muestra el mundo como nunca antes lo vio,
Butch es ruin, es un asesino, pero ante el niño, nada de eso aflora, quedando
las imágenes del infante vestido de Gasparín, corriendo alegremente, y
abrazando a su impensado amigo. Eastwood dirige uno de sus más recordados filmes
de su etapa de director, y no deja de sorprender agradablemente alguna
secuencia con un remarcable trabajo de cámara, secuencias muy dinámicas,
primeros planos, todo amalgamado para generar un efecto de frenetismo, pero que
se complementa con los momentos cumbre del filme. Apreciable y rescatable cinta
yanqui, buen ejemplo de la faceta de director de Eastwood, que ayuda a romper
ese estereotipo de hombre irremediablemente duro y rudo.
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