domingo, 29 de abril de 2012

Un mundo perfecto (1993) - Clint Eastwood


El buen Clint Eastwood realiza un ejercicio en su faceta como realizador, como director, en la que nos muestra otra cara, otro perfil distinto al del duro personaje que se le conocía como actor, ese estereotipo desde siempre desapareció. El director Eastwood narra esta entrañable historia, mezcla de drama y comedia, con ciertos momentos enternecedores, en la que se plasman las singulares vivencias de un convicto yanqui, un peligroso criminal que escapa de prisión, y que toma como rehén en su huida de las autoridades, impensadamente a un infante de ocho años. Pero contrario a lo que se podría esperar, el infante no termina acompañando al delincuente contra su voluntad, pues si bien al inicio fue raptado, irán generando amistad los compañeros de ruta, nacerá cariño y afecto, y el niño acompaña por su libre albedrío en su escape al convicto, mientras la férrea persecución de un experimentado detective y una novata enviada por el FBI, terminan por darle caza. Eastwood mismo se involucra en el proyecto como actor, encarnando al oficial perseguidor, y recluta además a Kevin Costner como el fugitivo, y completa la plana una joven Laura Dern como la fémina policía. Juntos configuran una de las cintas más conocidas y queridas de Eastwood detrás de las cámaras, es un apreciable ejercicio, una cinta que puede hacer pasar algún buen rato, y que a los más sentimentales, sin duda los tocará.

      


Tras iniciar la cinta con Costner echado plácidamente en gras, rodeado de billetes de dólares, pasamos a una familia, de religión testigos de Jehová, en una noche de Halloween, celebración que rechazan. Hasta esa casa llegan Robert “Butch” Haynes (Costner), y otro individuo, ambos son criminales, presidiarios que escapan del claustro, y al llegar a la casa, Costner intercede ante la violencia de las acciones de su acompañante, defiende a la madre, que vive sola, y a su hijo, Phillip Perry (T.J. Lowther), que termina siendo raptado por ambos cuando la policía llega. El oficial Red Garnett (Eastwood) es el que encabeza su búsqueda, y recibe, sin mucho entusiasmo, a Sally Gerber (Dern), criminalista enviada del FBI. De esa forma los tres emprenden un viaje por carretera, los dos convictos y el niño, pero Butch termina eliminando al otro convicto, pues su retorcida personalidad lo llevaba a atormentar al niño. Tanto Garnett como Gerber se van acercando a su rastro, encuentran el cadáver en un maizal, mientras el fugitivo Butch va creando lazos de amistad con el niño, “Buzz”, como él lo llama. Las autoridades logran identificar el vehículo en que se desplazan, se acercan cada vez más a los fugitivos, pero Butch se las ingenia siempre para eludirlos al final.




Incluso cuando se cruzan directamente en una ocasión, el astuto Butch consigue escapar junto con el pequeño Buzz, a quien va conociendo más, se entera que es testigo de Jehová, de todas las abstinencias que practican, y quien, en su inocencia, colabora sin saberlo a asaltar una casa. Garnett y Gerber siguen el rastro a los fugitivos. La huida los lleva hasta una granja, en la que reciben hospitalidad de una familia, y con quienes Butch se ceba, particularmente con el padre, por ser abusivo con su hijo. Sorpresivamente, Phil, que había visto a su amigo golpear, amordazar y apuntar con un arma a sus anfitriones, le dispara al convicto, y  escapa, pero se juntan de nuevo. Herido, pero con Phil, Butch es alcanzado por la policía, y a la distancia, negocia con la madre de Phil, solicita sea menos rigurosa en las limitaciones para el niño, y ella accede, promete ser más permisiva. Ya liberado, Phil puede volver con su madre, pero regresa con Butch, agonizante, lo abraza, pero no puede evitar que sea baleado y eliminado. Garnett, acompañado de Gerber, se pone furioso con el oficial que realizó el disparo sin permiso, pero es tarde ya, Butch ha muerto, y finaliza el filme con la imagen inicial, pero ahora tiene sentido, Butch recostado en el pasto, rodeado de dólares, muriendo.




Entrañable la historia que presenta Eastwood, haciendo gala de su sensibilidad como director, y realizando algo que sería luego recurrente en su carrera, dirigir y actuar como secundario; una práctica que será constante, Eastwood moviendo los hilos tras las cámaras, pero también aportando actoralmente, apoya a los protagonistas, es apreciable y de notar la forma de trabajar del mítico yanqui. La cinta retrata una singular situación, inverosímil incluso, atípica e impensada, un niño secuestrado que se vuelve gran amigo de su secuestrador, de un peligroso criminal, de un asesino, pero su amistad no entiende nada de eso, simplemente ve a un personaje que le enseña a vivir un poco más, que le muestra el mundo más allá de lo que lo conocía, poco importa que sea mucho mayor que él, poco importa que sea un adulto delincuente. No se le puede llamar rehén al niño, buena parte del tiempo está con Butch por su propia voluntad, su libre albedrío lo lleva a quedarse con su amigo, e incluso se mezcla en sus delictivas actividades, pero siempre con la inocencia propia del infante. En ese escenario nace y se refuerza su amistad, y Eastwood tiene el correcto tacto para mostrarnos su historia, un adecuado tratamiento, con las dosis de ternura sin caer en lo cursi, dos personajes con aparentemente nada que los ligue, es una amistad bizarra, y el niño, preguntando a Butch si es malo, es reflejo de la inocencia de la misma. Y es que después de todo, son genuinos amigos, el niño obvia las reprochables acciones de Butch, pues es quien le muestra el mundo como nunca antes lo vio, Butch es ruin, es un asesino, pero ante el niño, nada de eso aflora, quedando las imágenes del infante vestido de Gasparín, corriendo alegremente, y abrazando a su impensado amigo. Eastwood dirige uno de sus más recordados filmes de su etapa de director, y no deja de sorprender agradablemente alguna secuencia con un remarcable trabajo de cámara, secuencias muy dinámicas, primeros planos, todo amalgamado para generar un efecto de frenetismo, pero que se complementa con los momentos cumbre del filme. Apreciable y rescatable cinta yanqui, buen ejemplo de la faceta de director de Eastwood, que ayuda a romper ese estereotipo de hombre irremediablemente duro y rudo.








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