Galardonada cinta europea la que dirige el francés Dupeyron, en el que retrata de manera sencilla, una historia sencilla, pero dentro de esa sencillez alcanza el realizador momentos de muy lograda belleza plástica, asimismo, por su propia simpleza, alcanza un nivel de realismo y cercanía notable, coherente con la historia. Nos presenta las peripecias de un joven, de familia granjera, con todo el brío y el hambre por la existencia propios de su edad, que se encuentra deseoso de poder alzar propio vuelo, pero se encuentra con la disyuntiva de elegir entre esa opción o quedarse y ayudar a su familia a sacar adelante la granja, que atraviesa serios problemas, mientras también se siente atraído por la idea de la compañía femenina. El argumento de la cinta no contiene más, es así de sencillo, así de simple, y por lo mismo puede colindar con la lentitud en su narración, una parsimonia que lo invade todo, pero como se mencionó, la belleza de la cinta radica en la forma en que ese retrata esa tranquila existencia, en la forma en que se plasma en la pantalla ese mundo sin palabras, parsimonioso y hermoso. La cinta obtendría el reconocimiento de la Concha de Oro en San Sebastián, además del galardón al mejor actor para Jacques Dufilho, que interpreta muy correctamente al abuelo del joven personaje que se debate entre qué rumbo tomar, reflexivo, introspectivo, reflejo de los años que han pasado.
En una granja en territorio francés, un joven bromea con su chica, hablan sobre matrimonio. Poco después, este joven, Nicolas (Eric Caravaca), va a su hogar, la granja, de la que ya está cansado, no tiene deseos de continuar el negocio familiar, está harto, y su abuelo, Noel (Dufilho), lo comprende. Pero la granja está experimentando problemas, desde dificultades financieras, hasta problemas con los animales, con posibilidad de vacas locas. Entre sus actividades, conoce a una atractiva mujer, Maria (Isabelle Renauld), practicante de canto, pero en casa, las cosas no mejoran, con las vacas que producen cada vez menos leche. No se quita la idea de querer irse, solo encuentra alivio disfrutando en una especie de discoteca, de la cual, al regresar, encuentra a su padre colgado, se ha suicidado. El abuelo afirma que se hará cargo de la granja, pero el anciano ha empezado a perder el juicio. Va la familia al funeral, también su hermana Patty (Elie Tazartes), y poco después, sus acreedores van, y se llevan todas sus vacas, todas excepto un ternerito, que Patty ha salvado.
El enamoradizo Nicolas piensa en formas de conseguir dinero, no se quita de la cabeza a María, y poco después vende unos pollos, obteniendo dinero, pero se involucra en un accidente de auto, sin seguro. Su abuelo continúa algo ido, sigue perdiendo la razón, pero le dice a Nicolas que no se preocupe tanto, y éste, no con mucha gana, trabaja en otra granja, con otra familia, busca hacer dinero, donde la hermosa mujer del lugar es más que hospitalaria con él, pero Nicolas la rechaza. Y se produce nuevamente un encuentro con María. Ella incluso va a verlo, hay atracción entre los jóvenes, sin embargo, ambos deciden tomarlo con calma. Va a visitar también a sus abuelos, no encontrando mucha novedad, y les cuenta entonces las suyas, empezando por la chica. Se ven nuevamente con María, pasean por un bosque otoñal en el que consuman un beso. El tiene una idea, de que convivan, aún a pesar de que ella tiene un hijo. Los días siguen transcurriendo tranquilamente en la granja, y Noel observa el horizonte, tranquilo y sumido en un gran paz.
Durante sus dos horas de duración, ciertamente sucede poco en la cinta, pero es que se trata de una historia sencilla, la vida en una granja, existencia parsimoniosa y apacible. Es este un lugar donde la mayor acción la protagoniza el joven descendiente, el nieto que se debate entre quedarse a repetir la vida de sus parientes, o emprender su propio camino, enamoradizo personaje, ansía experimentar la vida, pero se tiene que quedar casi por obligación. Así pasa sus días, solo olvidando todo en la suerte de discoteca que frecuenta, que son algunas de las secuencias diferenciadas de la cinta, pero no las más cautivantes. El ritmo y parsimonia de la cinta, la sutileza con que se deslizan los acontecimientos, recuerda por momentos a la visualmente cautivante El árbol de los zuecos (1978) de Ermanno Olmi, con esa sensación de que no pasa nada, pero en realidad, mucho es lo que sucede, sucede interiormente, y las secuencias que alcanzan una belleza incomparable al resto de la cinta, las protagoniza el reflexivo abuelo, observando al horizonte, imágenes que observamos a la mitad y al final de la cinta, donde se potencia, se maximiza y se plasma todo el poder visual y estético de la cinta, una serena oda a la vida rural, enriquecida poderosamente con las bellas imágenes bucólicas. El abuelo, tranquilo, silencioso, observa un cielo dorado, un manto amarillo y resplandeciente que parece observar, cual corona, todo lo que sucede en la granja, resplandece y brilla encima de todos los personajes, bañando de oro el prado, fulgurando en cada secuencia, en ese mundo otoñal, de hojas secas y caídas, de calidez y tibieza, y estas secuencias son complementadas deliciosamente con una música delicada y precisa para la escena representada, que denota una profunda paz y armonía. Resalta también la secuencia de alumbramiento de la vaca, en la que el propio Nicolas interviene para facilitar el nacimiento, una de las secuencias más sólidas del filme, corazón de lo representado, la vida y la existencia en la granja, realismo y crudeza, que nos da una cercanía a lo que sucede, a ese apacible mundo. Mención aparte para la correcta interpretación del abuelo, el galardonado Jacques Dufilho hace una muy buena interpretación del añoso abuelo, reflexivo, introspectivo, con un rostro poético, que mira al cielo, con la faz cubierta por el sol, representa todo el cansancio de la vida, la acumulación de los sufrimientos, y la pérdida gradual de la razón. Agradable cinta francesa, que puede parecer algo lenta, pero debe encontrarse el ángulo de dónde mirarla.
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