La pareja de comediantes Bud Abbott y Lou Costello encontraron en los 40 su década dorada, cuando eran santo y seña de la comedia en el escenario cinematográfico yanqui. Numerosas fueron sus apariciones, y en numerosos medios, ya sea en el cine, ya sea en el teatro, en la televisión, o inclusive la radio. Estos multifacéticos caracteres se encargaron de esparcir su chispa prácticamente por todos los rincones. Como es sabido, numerosas fueron sus incursiones, y consagrados y sendos invitados hubo para muchos de ellos. En esta ocasión, cerrando ya su década dorada, y empezando a probar suerte en el cine, el invitado sería pues uno de esos grandes consagrados, una de las leyendas del cine de terror, que evidentemente daría realce a la película, es el gran Boris Karloff. Es así que veremos nuevamente al buen Abbott, cuidando del irremediablemente torpe Costello, que ha sido acusado de un asesinato, situación que lo hará víctima de una constante e inacabable persecución, hasta que se esclarezca la verdad. Durante la seguidilla de disparatadas situaciones se involucrará un singular telépata, un médium con ciertos tintes de fraude, un excelente Boris Karloff que se parodia un poco a sí mismo en un papel pintoresco, para una cinta de desenfreno y divertidas situaciones, con cuerpos que aparecen dentro de los roperos, y hasta alguna aventura en antiguas cavernas. Divertida comedia del dúo, cerrando así su década de consolidación, para posteriormente materializar la mayoría de sus entregas cinematográficas.
Tras una caricaturesca presentación, la acción se inicia, donde somos introducidos en un mundo en el que un asesinato se ha producido, un abogado ha sido asesinado, y la intriga ronda este acontecimiento. Las investigaciones por parte de la policía se inician y el principal sospechoso resulta ser el botones del hotel donde todo sucedió, Freddie Phillips (Costello), ayudado por su siempre incondicional camarada Casey Edwards (Abbott). Todos creen que él es el asesino, sin embargo recibe buen trato por parte del estado al considerársele testigo clave de lo sucedido, mientras algunas mujeres tratan de sacarle confesiones, y Costello contacta brevemente a un médium, el telépata Swami Talpur (Karloff). Pero este telépata posteriormente intenta inducir a Costello al asesinato, hipnotizándolo para que realice el acto suicida, pero no tiene éxito, la torpeza de Costello es superior a su poder mental. Todo el tiempo las sospechas siguen recayendo sobre el botones, Abbott intenta esclarecer la situación, mientras aparecen una serie de cadáveres colgando de los roperos, para desconcierto general. La situación no parece mejorar, al torpe botones continúan buscándolo, ya es declarado el principal sospechoso, Abbott continúa ayudando a su amigo, pero al aparecer misteriosamente un rastro de sangre, todo se complica aún más.
De pronto, todo parece reducirse a quien comprará el pañuelo del abogado asesinado, todos presionan a Costello, mientras misteriosas apariciones prosiguen, cadáveres en los armarios que no cesan, resulta evidente que alguien está tratando de asustar al compañero de Abbott. Sin embargo, muchas pruebas artificialmente construidas hacen que el propio Costello se confunda, y reconozca ser el asesino, pero una singular voz le indica a Abbott que se adentren en unas cavernas por la respuesta. En esas antiguas y aparentemente abandonadas cavernas, los trucos para asustar al botones continúan, ecos, sombras y hasta un oso son las tretas y trucos usados para tal fin. Todos están a la búsqueda del pañuelo, que de pronto se ha convertido en una suerte de prueba, lo que todos los involucrados desean encontrar, mientras el cobarde y asustadizo Costello cae en una trampa tras otra, buscando con desesperación a Abbott. Tras continuar buscando el elemento, el pañuelo termina siendo encontrado en la habitación de Costello. Pero, aunque a primera impresión pareciera que fue Abbott finalmente el asesino, termina éste por desenmascarar al verdadero responsable de todo, exculpando al torpe botones de toda responsabilidad, y todos los involucrados, incluido el telépata Talpur, son enterados de la final resolución.
Así culmina esta cinta de comedia y detectives, en la que la pareja Abbott y Costello comienzan ya a cimentar sus incursiones en la pantalla grande, pues tras sus iniciales obras en esta década, serían los 50 su etapa más prolífica en cuanto a largometrajes para el cine se refiere, pues su extensa producción, como ya se mencionó, abarcó prácticamente todos los medios de la época. La cinta tiene efectivos momentos cómicos, protagonizados en su mayoría, por supuesto, por el irremediablemente torpe Costello, cobarde y tonto, dependiendo siempre de Abbott, pero ambos están desconcertados ante el enmarañado caso, y ante los cuerpos que no dejan de aparecer en los armarios. Efectiva parodia detectivesca, que tiene como elemento distintivo, y que definitivamente le da realce, al invitado estelar de la cinta, el icono del cine terror, Boris Karloff, que se burla un poco de si mismo encarnando al telépata, un médium que no termina de hipnotizar ni de convencer nunca, caricaturizada versión, el toque de cierta malevolencia, estrafalario personaje. Un siempre apreciable Karloff realza los bonos de la cinta, aunque haya sido efímera su participación en la misma, resaltando la particularmente cómica secuencia del intento de inducido suicidio de Costello, que es capaz de sacar de quicio con sus torpezas hasta al hierático y lejano Talpur. Aceptable y digerible comedia ligera, parodiando al género detectivesco, una de tantas sátiras que el exitoso dúo yanqui protagonizaría.
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