El inolvidable Jack Nicholson recibe en esta oportunidad su primer rol protagónico en una cinta, cuyo realizador es un director que más de una joyita será encargado de producir digiriendo a este titán actoral. Bob Rafelson tuvo el privilegio de dirigir no pocas ocasiones a Nicholson, entre las que destacan la cinta que nos ocupa, Five Easy Pieces (1970) y El Cartero Siempre llama dos Veces (1981), es un director que conoce al buen Jack, y muy bien, distinguido y elegante en todo lo que haga, un señor actor, con el que se involucró en más de un proyecto, pues aparte de los mencionados, también fue productor no acreditado de la cinta referente de los sesenta, Easy Rider (1969). Es alguien que definitivamente conoce a Nicholson, supo sacar lo mejor de este actor, y es esta cinta donde por vez primera interpreta un personaje sobre el que recae todo el protagonismo de la historia. Encarna Nicholson a un talentoso y dotado pianista, un músico cuyo desenfrenado espíritu lo hace llevar una vida siempre en movimiento, errante, sin destino definido, que ve su rutina cambiar cuando su padre enferma de gravedad, y con la salud de su progenitor deteriorada, emprende un viaje a casa para verlo, donde pasará unos días con su familia y su novia, en una experiencia que cambiará muchas cosas y desnudará algunos viejos traumas y malas experiencias del pasado del artista y los suyos. Muy atractiva película, e imperdible para los fanáticos del actor que ya he alabado no pocas veces en este párrafo.
Inicia la acción con unos obreros que trabajan en unos pozos petroleros, en la que aparece Robert Eroica Dupea (Nicholson), él vive con su novia, una atractiva rubia llamada Rayette Dipesto (Karen Black), que tuvo una trunca experiencia como cantante. La pareja sale a divertirse con sus amigos, ella es insegura, tonta, hace sentir incómodo a Robert, que sigue trabajando en la petrolera, y jugando al póker con sus camaradas, él es un excéntrico y dotado pianista, que se divierte tocando el piano hasta en un camión en movimiento. Rayette está presuntamente embarazada, Robert está cansado de todo, mientras un cercano amigo de ellos es arrestado por un robo del pasado. El pianista va después a ver a su hermana Tita (Lois Smith), que también toca el piano, y quien le informa que su padre está gravemente enfermo, debe ir a verlo, y planea la travesía por carretera. La enferma y deprimida Rayette acaba siendo su compañera en ese largo viaje, en el que recogen a dos hippies varadas en el camino. Ellas son excéntricas, y una está obsesionada con la limpieza, con evitar la mugre del mundo. Los cuatro viven una singular situación en una cafetería, donde el desenfreno de Robert impacta a las féminas. Al acercarse ya a la casa de su padre, se separan de las hippies y deja a Rayette en un hotel, él sigue solo. Llega entonces a casa, donde su padre ni lo reconoce, pero se va poniendo al día con los demás familiares.
Allí, se siente atraído por la esposa de su hermano Carl (Ralph Waite), Catherine (Susan Anspach), ella es otra pianista que al parecer no le muestra interés. Mientras Carl se recupera de un accidente que le dejó mal el cuello, Robert toca el piano para su cuñada, la conmueve, y aunque él al inicio menosprecia su burdo gusto musical, terminan materializando la atracción, y sosteniendo un intenso idilio. Entonces, inesperadamente, llega hasta allí Rayette, que lo saca de quicio con sus impertinencias, y se realiza una reunión de la familia con unos amigos, snobs seudo intelectuales, pero él necesita hablar con Catherine, está prendado de ella. Sin embargo, Catherine, pese a haberla pasado bien con Robert, está casada con Carl, su hermano, por lo que la adúltera relación no puede prolongarse más, esto provoca pesar en Bobby. Después, el celoso hermano Robert tiene una pelea con el amante de su hermana Tita, una pelea en la que pierde pero desfoga toda la ira por la situación con Catherine. Habla Robert al fin con su padre, Nicholas Dupea (William Challee), el anciano ya está bastante avanzado en su enfermedad, y mantienen una singular conversación, en la que Robert se disculpa por su desordenado estilo de vida, es una conmovedora confesión que lleva al llanto al hijo, tras lo cual es hora de irse. Ya de regreso, soporta cada vez menos a Rayette, se detienen en un grifo a cargar combustible, ella ingresa a la cafetería, y él, tan impredecible como siempre, se va con un camionero, dejando a Rayette con el auto.
Rafelson culmina de esta forma una muy atractiva y disfrutable cinta, en la que tenemos el privilegiado beneplácito de apreciar a un joven Nicholson, al fin protagonista, al fin centro de toda la acción, ya curtido, ya intenso, encarna al arrebatado y estrafalario pianista, tan impulsivo que es capaz de tocar el piano riéndose encima de un camión en movimiento, es un indomable personaje, indómito artista que no conoce de caminos pre establecidos, él solo sigue su instinto y avanza. Y Nicholson no desentona, ni mucho menos, sino que recibe el papel principal y lo interpreta como un baluarte actoral de nuestra generación realizaría tal acción, imprimiéndole la sensibilidad del artista a su personaje, sensibilidad que se enmascara en su salvaje exterior, es un errante y casi nómada sujeto, impulsivo, impredecible, loco, no puede estar quieto ni ceñirse a convencionalismos, excelente papel para que este estupendo actor empiece a configurar su brillante trayectoria, excelso ganador de tres premios Oscar, es todo un gigante. Es por esta película que Karen Black recibiría un Globo de Oro como Mejor Actriz de Reparto por su correcta interpretación de Rayette, la desesperante y tonta pero atractiva rubia que acompaña al pianista en su travesía, significativo viaje que terminará por desnudar al arrepentido Robert, el hijo pródigo que ante el inminente final de la vida de su padre, llora conmovedoramente, se arrepiente por sus pasados errores, por su disoluta existencia. Excelente cinta, buenas actuaciones y el inicio del camino protagónico para un Nicholson que es de esos actores cuya sola presencia enaltece un filme.
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