Indudablemente, hablar de Fritz Lang es hablar en términos mayores de unos de los mejores directores de la historia del cine, y, junto con el legendario Friedrich Wilhelm Plumpe, más conocido como Murnau, del mejor director germano de todos los tiempos. Después de haber realizado sus inmortales aportes como realizador expresionista en tierras alemanas, Lang se mueve hasta tierras yanquis, va a rodar a Hollywood, donde el gran maestro no podría hacer menos que convertirse de nuevo en profeta de otra corriente cinematográfica, del film noir. Esta película forma parte de esa segunda etapa, también llena de éxitos y reconocimientos para el cineasta, y donde dirigiría a muchos de los más prestigiosos actores yanquis de la época. Mientras Nueva York duerme, cuenta la historia de una gran empresa de telecomunicaciones, prestigioso conglomerado de muchos importantes periódicos, donde al morir el patriarca fundador del imperio, su incompetente y engreído hijo debe hacerse cargo del negocio, y en su ineptitud, crea un puesto ejecutivo por el que sus más brillantes colaboradores deben pelear. Un elenco de altura, con George Sanders, Dana Andrews, Rhonda Fleming, y sobre todo, el legendario Vincent Price nos garantizan un filme que deleita de principio a fin.
En la competitiva ciudad de Nueva York, una mujer que vive sola, recibe un paquete en su casa, y el mensajero, luego de sacar el seguro de su puerta, ingresa y la asesina. En un enorme edificio, Amos Kyne (Robert Warwick), amo y señor de un poderoso imperio de telecomunicaciones, lidera y discute con su equipo de reporteros, fotógrafos, editores, etc., todos jefes en su ramo, y es que el viejo, delicado de salud, teme por el futuro de su empresa de toda la vida. Y razón no le falta, pues al poco tiempo fenece, quedando a cargo su engreído e incompetente hijo, Walter Kyne (Price), inapto para dirigir el negocio, que consciente de su ineptitud, decide crear un alto puesto ejecutivo por el que sus empleados más eficientes deben pelear. Así, el consentido del viejo, Edward Mobley (Andrews), el director del periódico más importante, Mark Loving (Sanders), el editor John Day Griffith (Thomas Mitchell), y el jefe fotógrafo, Harry Kritzer (James Craig) se ven enfrascados en una competencia sin tregua por el codiciado puesto. El favorito Mobley se mueve hábilmente investigando las pistas del asesino, revistas, mensajes con lápiz labial, un asesinato previo, etc., mientras fortalece su relación con Nancy Liggett (Sally Forrest), secretaria de Loving.
A su vez, Loving también se mueve, pero Mobley es el más hábil, buscado por Griffith para trabajar juntos, y manda un mensaje al asesino, un atormentado y traumado sujeto que vive solo con su madre, un aniñado hijo adoptivo. Mientras, Loving manda a su chica, Mildred Donner (Ida Lupino), a que sondee el trabajo de Mobley, enredándose con él, similar situación a la que vive Kritzer, que tiene un amorío con la atractiva esposa de Walter, Dorothy (Fleming). Mientras cada uno sigue sus investigaciones a su manera, el asesino empieza a acechar a su siguiente víctima, y se manifiesta cuando intenta asesinar a Nancy, la novia del reconocido ganador del premio Pulitzer, Mobley, pero el asesino falla, y cuando quiere eliminar, acto seguido, a Dorothy, también fracasa, siendo perseguido por la policía y por Mobley en el subterráneo. Identificado y capturado el asesino, Griffith tiene la exclusiva, parece perfilado a ganar, pero Mildred encuentra infraganti a Kritzer con Dorothy, y éste, aprovechando su situación saca partido para ganar la carrera, y el puesto. Finalmente, Mobley y Nancy se enteran, a través del periódico, de cambios súbitos en los puestos asignados por Walter, pero ya no importa eso, los dos amantes se quedan felices y juntos.
El gran titán germano Lang, ahora nos deleita en su etapa norteamericana, y rodando por tierras yanquis, el genio también se encargaría de hacer escuela, maestro del film noir, ahora con narraciones lineales, pero explorando temas bizarros, nos presenta la historia de un asesino en serie, un traumatizado sujeto que vive con su madre, retorcido individuo cuyos padres adoptivos deseaban una mujer, y que ahora odia a todo lo femenino, ensañado con mujeres solas e indefensas, roba sus cosas y las elimina, todo un patético villano, un antihéroe sobre el que se centra el relato, por el que deben pelear los principales colaboradores de un fenecido patriarca de las telecomunicaciones. Buena la película del realizador alemán, que además cuenta, como es usual en su etapa estadounidense, con un buen reparto de actores norteamericanos, y veremos a Dana Andrews, a George Sanders, y sobre todo a Vincent Price, en el inusual papel de un suave sujeto, el engreído hijo de un exitoso empresario, es un esposo engañado por uno de sus colaboradores, y que mueve los hilos de todo pese a no saber nada del negocio. Correcto ejercicio de cine negro, Lang es uno de los mejores exponentes de esta corriente, y en esta cinta podemos ver algunas de las razones que lo convierten en tal.
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