sábado, 19 de noviembre de 2011

La bestia con cinco dedos (1946) – Robert Florey

Película de terror absoluto y oscuro, de morbo fantástico, una cinta reforzada por una de las más grandes actuaciones que tuvo el genial Peter Lorre, que se roba la película completamente, es el personaje principal de esta tétrica historia. Una historia que se ubica en la clásica trama de la mano viviente, la mano que cobra vida y empieza a actuar por su cuenta, si bien finalmente se descubre la verdad sobre esa mano reptante, esta es una de las películas que primero explora ese tópico repetido posteriormente. La película le cae como anillo al dedo al inmortal Lorre, en el papel de un mesurado y reservado personaje, que guarda todo su pesar y descontento en su interior, solo ahí están sus retorcidas intenciones y pensamientos, todo esto disimulado por ese inofensivo exterior, esa parafernalia inocua tan característica de Lorre, que lleva el terror dentro, exterioriza la demencia para alcanzar el verdadero terror. Gran trabajo el realizado por el director Florey, el encargado de crear esa atmósfera lóbrega y morbosa, de ensueño, donde tendrán lugar las inverosímiles acciones de los personajes.

          

En la villa italiana de San Estefano, hay una festividad, y un taimado sujeto llamado Conrad Ryler (Robert Alda) vende chucherías y estafa a los incautos. Después, este individuo es invitado a la casa de Francis Ingram (Victor Francen), un viejo acabado y enfermo que depende totalmente de su enfermera, Julie Holden (Andrea King), obsesionado con ella, y vive además con su secretario Hilary Cummins (Lorre). Es una cena importante, y el señor Ingram elabora su testamento, en esa tétrica casa, oscura, tenebrosa, y donde música igual de tenebrosa suena constantemente. Conrad y Julie se enamoran, ella quiere irse, e Ingram, al saberlo, no pretende permitirlo, enloquece, y estrangula a Hilary, lo hiere, acto seguido, cae enfermo. Tras esto, Ingram tiene una extraña y delirante alucinación, que lo lleva a caer por las escaleras, y muere. Se reúnen todos a ver el testamento, que tiene muy valiosos ítems, mayormente antigüedades, así como los queridos libros de Hilary, acusado de ser un parásito del anciano. Sorpresivamente, toda la herencia es dejada en su integridad a la querida Julie, que, claro, ahora sí quiere quedarse, para total desconcierto y descontento de todos.




Lejos de aceptar el testamento, todos luchan por abolirlo, y un acomedido abogado los asesorará, o al menos esa era su intención, que no llega a concretar, pues es liquidado por la mano, estrangulado por la mano reptante. El cadáver es encontrado, y escuchan tocarse el piano, de la inconfundible forma en que tocaba Ingram, y encuentran también su anillo, por lo que van a la cripta a encontrar una bizarra sorpresa: al cadáver le falta una mano. Investigan y se certifica que las huellas dejadas en los lugares sospechosos coinciden como huellas de la misma mano, todo esto hace que sean supersticiosamente discriminados en el pueblo. Conrad oye nuevamente al piano ser tocado por la mano, que intenta estrangularlo. Luego, es Hilary el que ve a la mano, en una surreal secuencia donde sale de un cofre, y pide se le coloque el anillo, lo cual el secretario hace. Pero es Hilary el único que ve a la mano, e incluso interactúa con ella, la captura, la clava para que no se mueva. Luego los habitantes de la mansión buscan en la caja fuerte de Ingram, donde encuentran la mano, y Julie sospecha directamente del atormentado y solitario Hilary, que alucina la música de su finado amo, se trastorna, y ataca a Julie, mientras sigue viendo a la mano, sigue alucinando, la quema, y finalmente muere.




Una película de mucho suspenso y terror, perfecta para el perfil de Lorrre, ese actor que, como otros inmortales actores del terror, no tuvo que caracterizar a legendarios monstruos o aberraciones para alcanzar esa inmortalidad. El terror está impregnado en todo el filme, como lo está en esa casa, sumida en un ambiente fantasmagórico, tenebroso, onírico. Este ambiente tiene su clímax en la alucinante secuencia de las visiones pesadillescas de Ingram, deformadas imágenes de la realidad, la demencia se apodera de la realidad en esa fatal representación. Lorre es indudablemente el personaje que se roba el filme, ese reservado y tímido secretario, inseparable de sus libros, de su tranquilidad, de físico endeble, es tremendamente maquiavélico y morboso, esa aparente debilidad oculta toda una mente retorcida y bizarra, un villano frágil, atormentado y trastornado. Es así que el protagonista, Hilary, va enloqueciendo, y el personaje va adquiriendo intensidad, cuando la demencia se apodera de Cummins, es cuando la demencia nos entrega al mejor Lorre, un frágil lunático que es capaz de eliminar a cualquiera que amenace su tranquilidad y su rutina, y deja esa fragilidad para volverse un personaje amenazante, de poderosos gritos, y reforzado por unos precisos contrapicados. Y es que en realidad no hubo una mano reptante, no hay mano asesina, es Lorre quien acaba siendo el demente asesino, bizarro maniático que utiliza la mano de su ex jefe parta encubrir sus crímenes, protagonista total de la cinta. Excelente filme que conforma los selectos trabajos del gran Peter Lorre.



      


     

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