Literalmente, monumental película, una obra inconmensurable, gigante cinta de más de 300 minutos de duración, más de cinco horas para presenciar los primeros años del nuevo siglo, los primeros años del siglo XX en tierras italianas, los páramos italianos donde veremos la evolución de su pensamiento político, representado en la historia de dos niños que crecen juntos, y que al ser ya hombres, verán cómo su relación amical se ve afectada por sus divergentes estilos de vida respecto al fascismo. Cumbre, con distancia, de las películas hechas por el buen realizador italiano, obra maestra completa, magna por donde se le mire. Una película con las características de ésta, sobre todo en su duración, encontró dificultades para ser apreciada, mayormente por que el público a quien se le proyectaba, por lo general no representaba un paladar apto para deglutir las más de cinco horas de maravilloso despliegue estético por momentos, de actuaciones titánicas por otros, pues su prolongada duración hizo que su proyección inicialmente se viera limitada a festivales cinematográficos, en busca de un público más apto para su visionado. Estaba la película, pues, condenada por su grandiosidad a batallar con esa dificultad, hueso duro de roer durante los primeros años que vio la luz, pero que finalmente el tiempo se encargaría de colocar en el sitio que le corresponde, obra maestra y película de culto. La hermosa música es obra y gracia de uno de los maestros de la materia, el inmortal Ennio Morricone, y la bella fotografía corre a cargo de Vittorio Storaro, responsable de mucha de la belleza visual apreciada. La historia es puesta en escena con increíble maestría por Bertolucci, un lenguaje estético único, derroche de recursos narrativos, tanto con la cámara, como con sus imágenes, y todo reforzado por ese elemento que ayuda a elevar a una película buena, hasta el nivel de obra inmortal: un excelente reparto, en el que veremos a dos jovencísimos Robert De Niro y Gérard Depardieu, en descollantes papeles estelares, secundados por otros gigantes de la talla de un por entonces joven también Donald Sutherland, los consagrados Sterling Hayden, Burt Lancaster, además de Dominique Sanda, Laura Betti, entre otros, que interpretan diferentes personajes en distintos puntos de la larga historia, y que sin duda refuerzan con su sola presencia a la película, la consolidan y la redimensionan para volverla mítica.
Inicia la historia, Abril de 1945, día de libertad, en una finca italiana, los camisas negras se mueven por el territorio liberado, mientras un hombre mayor (Sutherland), que está con una mujer, es violentamente atacado por las mujeres lugareñas. En otro lugar de la finca, otro hombre mayor (De Niro), es apuntado con una escopeta por un niño, que le increpa “Viva Lenin”, y dispara. Muchos años antes, en 1901, en otra finca, el hijo de un acomodado terrateniente ha nacido, lo que crea un enorme regocijo en el abuelo del infante, Alfredo Berlinghieri (Burt Lancaster), que festeja complacido el arribo de un nuevo varón a la familia, que será su homónimo, llamado también Alfredo. Paralelamente, ese mismo día ha nacido otro niño, este ha nacido en un ambiente mucho más austero, es hijo de un obrero, un bracero de las propiedades de Berlinghieri, y que es recibido por su abuelo, Leo Dalcó (Sterling Hayden), con opuesta reacción al entusiasmo del primero, pues es visto como una boca más que alimentar, un trasero más que limpiar. Pasan los años, y los niños se conocen, el pudiente Alfredo se conoce con el hijo del bracero, que se llama Olmo, a quien los otros niños fastidian de bastardo, y tras superar iniciales diferencias por sus orígenes, ambos niños congenian y juegan juntos, inmersos en su infantil mundo.
Olmo, desde el inicio de su uso de razón, sabe el mundo en el que nació, su origen, a dónde pertenece, sabe que es un campesino y que la vida de un campesino es la vida de austeridad, mientras, en el lado opuesto de la historia, Alfredo es consentido y mimado por su abuelo, propietario de grandes tierras, amo y señor de ese acomodado mundo, y orgulloso de su nieto. Sin embargo, atormentado por los años y la impotencia sexual, el abuelo Alfredo decide terminar con su existencia colgándose, sin dejar un testamento heredando sus vastas propiedades. Ante tal situación, el padre del joven Alfredo, Giovanni (Romolo Valli), elabora él mismo un falso testamento repartiendo las numerosas tierras y propiedades del abuelo. Mientras tanto, los niños, ajenos a las dificultades de los adultos, siguen creciendo juntos, compartiendo la inocencia de la infancia, pero siempre cada uno desde sus opuestas perspectivas. Luego, el mal tiempo y el clima juegan mala pasada a los sembríos, generando grandes pérdidas para el propietario, que se ve obligado a recortar los pagos de sus braceros, que no están dispuestos a tolerar la injusticia, y llaman a la huelga. En su organización se comienzan a cimentar ya las semillas del socialismo, obligados por la necesidad, su pensamiento comienza a tomar forma. Tiempo después, el abuelo de Olmo muere, estalla la Primera Guerra Mundial, y él debe partir para enrolarse al ejército.
Pasan los años, la guerra ha terminado, y Olmo regresa a casa, siendo ya un joven adulto, y se reencuentra con su entrañable amigo de sus días de niñez, un emotivo reencuentro con Alfredo. Pero también encontrará otra cosa, las tierras donde creció, administradas por reglas que han cambiado mucho más que los rostros de las personas que alguna vez conoció, ahora las maquinarias han reemplazado en buena parte a los esfuerzos de los braceros, teniendo esto como resultado la disminución de la remuneración del proletariado bracero, hay injusticia, la desigualdad de clases se ha incrementado, y conoce al principal encargado de mantener esa estructura intacta, el capataz del patrón Giovanni: Attila Mellanchini (Sutherland). La necesidad de cambio para los campesinos es grande, y las reformas de su naciente socialismo los hace enfrentarse a la milicia y a las autoridades, mientras la clase acomodada siente que es necesario doblegar esa peligrosa resistencia. Alfredo y Olmo, jóvenes ya formados, pese a sus opuestos orígenes, mantienen la amistad, se van a la casa del tío de Alfredo, Ottavio (Werner Bruhns), y es que a pesar de sus diferencias, la confianza de los años pasados sigue ahí, permanecen juntos, van a fiestas, bailan, siguen las costumbres. En la casa del tío, mientras Alfredo desvirga a una jovencita, un incendio se desata en un establo, muchos jornaleros mueren, se desata la ira. Olmo, enamorado de Anita (Stefania Sandrelli), una joven que comparte su pensamiento socialista, está a punto de tener un hijo con ella. Mientras, aumenta la intolerancia contra rebeldes comunistas, y Attila, representante de clase, arenga un colectivo para contrarrestar ese movimiento.
Por su parte, Alfredo fortalece sus relaciones con Ada Fiastri Paulhan (Dominique Sanda), en pomposas fiestas, o reuniones íntimas donde inhalan cocaína, mientras recibe la noticia de que su padre ha caído muy enfermo. Lo inevitable sucede, y el padre de Alfredo fenece, quedando ahora él al mando de toda la propiedad, mientras el infortunado Olmo, tuvo a su querida hija, pero Anita murió al dar a luz. Olmo le pide a Alfredo que despida de inmediato a Attila, que es un asesino y un fascista, pero Alfredo le responde que sería algo muy difícil de hacer, con el ascendiente Mussolini en el poder, y el fascismo expandiéndose a pasos agigantados. Investido como el nuevo patrón, Alfredo se casa con Ada, mantiene a Attila en el poder, que se acerca a Regina (Laura Betti), prima y antigua amante de Alfredo, una rechazada con la que ve su conveniencia al acercarse. Después, el demente Attila sigue con su desviada conducta, y asesina a un niño que lo había visto en su aventura con Regina, el crimen indigna a toda la finca, que cree culpable a Olmo, lo agravian, y es defendido, aunque tardíamente, por Alfredo, que, ahora ya como el indiscutible nuevo jefe de todo, se va pareciendo más y más a los conocidos explotadores. Mientras tanto, el fascismo va creciendo, para temor y recelo de los campesinos socialistas, que se sienten parte del grupo comunista a quienes atacan los fascistas.
Por otro lado, Anita (Anna Henkel), la hija de Olmo, se encariña con Ada, y la mujer del patrón le corresponde el afecto, pero Olmo no le permite a su hija ir a las propiedades del patrón, por lo que es Ada la que después los visita, naciendo ahí un idilio. Attila va convenciendo a Regina para que actúe contra los patrones, mientras algunos camaradas socialistas son capturados, y Ada, completamente ajena y renegada del mundo terrateniente, se vuelve alcohólica. El desalmado Attila continúa sus retorcidas acciones, eliminando ahora a una vieja viuda para quedarse con su propiedad, y Ada intenta abandonar a Alfredo, sabedor de su aventura con Olmo. Pasan los años, y Attila conserva su posición, consolida su poder, pero la gente comienza a repudiarlo, más cuando vende a Olmo en su facultad de capataz, y enfurecido por una humillación que el campesino le propina, arremete contra su hogar, siendo despedido por Alfredo. Pero Attila ocupa su tiempo ahora en fusilamientos públicos de opositores a un fascismo cada vez más fortalecido, reinando un caos total. El tiempo pasa rápidamente, y se vuelve al punto de conexión del inicio del filme, es 1945, el fascismo ha caído, Attila es ajusticiado, confiesa sus crímenes, hay una rebelión de los campesinos, Alfredo también es capturado y amenazado. Realizan un festivo juicio para decidir su suerte, y Olmo pronuncia un discurso en el que le habla a toda la gente, y nos habla a nosotros también. Alfredo es encontrado culpable, pero no es asesinado, mientras llega un grupo de partisanos que hace entregar las armas, y el patrón se salva. Muchos años después, en la secuencia final, unos ancianos Alfredo y Olmo caminan juntos, casi jugando por los mismos rieles de tren donde jugaban cuando niños, y Alfredo se acuesta en las vías, mientras el tren pasa.
Después de terminar las más de cinco horas de duración de esta impresionante película, podemos abordar ordenadamente su muy abundante contenido. En la parte inicial, me refiero a toda la primera parte, cuando los niños van creciendo, somos bombardeados con toda la maestría de la presentación preciosista de Bertolucci, hermosas imágenes bucólicas de la finca italiana, la naturaleza en su máxima expresión, esto ayudado por una hermosa fotografía, una presentación estética descomunal del italiano, que nos plasma con gran belleza el paisaje natural de esas tierras, a través de únicos encuadres de la flora, del cielo azul, de las pacíficas aguas, que por momentos parecen las mejores pinturas impresionistas. A esto se suma una narración visual de la cámara que alcanza momentos soberbios, encuadres dinámicos, precisos y excelentes re-encuadres, encuadres dentro de encuadres, así como uso del zoom, inteligentes acercamientos, y también alejamientos, excelso manejo y dominio que centra nuestra atención en detalles específicos. Es la precisión máxima del director, que sigue el movimiento, hace seguimiento de esa naturaleza, y este trabajo de cámara, sumado a la estupenda fotografía, conforma una presentación visual impresionante e impactante, y logran momentos como el que, al observar la realidad reflejada en el límpido espejo de las tranquilas aguas de una laguna, la naturaleza nos hable, sea un personaje más en el relato, y sea el más expresivo y poético de todos, el elemento bucólico de Bertolucci, excelente.
Asimismo, otros de los temas que hacen tan atractiva esta película es la forma en que contrapone dos mundos completamente opuestos, en todos los sentidos, ya sea social, económico, y hasta político, captado esto de una forma que más precisa no pudo ser: una, la clase campesina, clase trabajadora, de jornaleros explotados, y la otra, la clase terrateniente, clase acomodada, de burgueses explotadores, y el espacio seleccionado para esto es la Italia de los primeros años del siglo XX, en donde la fuerte ideología del socialismo está cimentándose, a la par que, con el correr de los años, el fascismo también se vislumbra. En ese sentido, es también una película que documenta esa desigualdad, y la forma cómo se busca un nuevo orden socioeconómico, que reivindique su situación y pare las injusticias que se cometen contra la clase trabajadora, subordinada a la clase empleadora: existe la necesidad de formación de sindicatos. Todos estos elementos conforman el escenario donde germina el por entonces embrionario socialismo italiano. Es el retrato directo de esos años vitales, de formación, en los páramos italianos, de los ideales revolucionarios de su socialismo, mientras se escuchan los ecos de las acciones bolcheviques, y Bertolucci referencia constantemente a Karl Marx, y sobre todo a Lenin, desde el comienzo del filme y durante todo el mismo, textual y visualmente. Una secuencia notablemente memorable a este respecto, es la representación del juicio público, los campesinos socialistas brincando y danzando con sus armas, bajo un inconmensurable cielo rojo, el cielo teñido carmesí, teñido color rojo comunista, el más intenso de los rojos, es una hermosa y simbólica secuencia, casi surrealista, digo casi, pues es en el fondo muy realista, el despertar de una fuerza.
La historia que nos sirve de trasfondo para analizar el proceso evolutivo de pensamiento socio-económico es la relación amical de los dos personajes centrales, criados desde su infancia juntos, amigos de toda la vida, esa fuerte amistad se va viendo afectada conforme avanzan los años, conforme se fortalece el fascismo, y conforme cada uno se va haciendo más consciente de la posición en la que nacieron. Y así, Alfredo y Olmo van perteneciendo cada vez más a su respectiva clase, el primero patrón, empleador y explotador, el segundo un campesino, asalariado y explotado. Ambos verán cómo, la confianza y cariño que se tenían desde la infancia, se va desvaneciendo cuando se van identificando cada uno con su estrato social, y con las actividades de su papel económico, pues Alfredo tiene que hacerse cargo de su negocio como patrón, y Olmo se identifica desde niño como jornalero, son dos fuerzas antagonistas. En la segunda parte, que narra ya los roces y las luchas entre clases, se deja un poco de lado la preciosista presentación del inicial momento, más tierno e inocente, con los niños creciendo, pero cuando en la parte final, se vuelve al presente, a 1945, se regresa a la magnanimidad y precioso lenguaje bucólico inicial, la hermosa naturaleza, paisajes, cielo, y nuevamente esa cámara que tiene excelsos movimientos para capturar la acción, potenciados en la soberbia secuencia de Anita Jr. hablándole a los demás desde lo alto de unos bloques de paja, excelentes contrapicados, remarcable secuencia, poéticas escenas. Es, indudablemente, una película de culto, la cumbre de Bertolucci, una joya inmortal del arte cinematográfico, obra mayúscula e imperdible. Estupenda cinta.
excelente película!
ResponderEliminarInteresante el artículo. Nada mas habría que precisar que el personaje de Anita, la pareja de Olmo, es interpretado por Stefania Sandrelli, mientras que Anna Henkel interpreta a Anita, la hija de Olmo.
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