domingo, 25 de septiembre de 2011

Guernica (1950) – Alain Resnais



En los primeros años del gran maestro Resnais, antes que nos regale sus joyas y se vuelva inmortal impartiendo sus lecciones de montaje, el francés realizaría una serie de cortometrajes a finales de los 40 e inicios de los 50. Es Guernica (1950), dirigida por él y Robert Hessens, el corto que nos ocupa en esta oportunidad, una de los predecesoras de la soberbia Noche y niebla (Nuit et brouillard, 1955), es uno de los trabajos donde ya se avista su necesidad de plasmar sus impresiones sobre las atrocidades y barbaridades que dejó atrás la Segunda Guerra Mundial, y sobre todo el nazismo. Una buena muestra de los pasos iniciales de uno de los más brillantes cineastas franceses de la edad moderna, que, sin tener quizás el relumbrón o impacto mediático de sus coterráneos, por ejemplo un Godard, silenciosamente cimienta una muy notable andadura. muy notable carrera y producción cinematográfica.

























El corto de 13 minutos comienza con una breve presentación de la ciudad vasca Guernica, y lo que representa históricamente, bombardeada en 1937, dejando dos mil muertos, todos civiles. Rápidamente se hace mención del suceso, balaceras, balas, las balas que lo alcanzan todo, están presentes en todo: la guerra, la destrucción, la muerte provocada sin piedad por los nazis durante el conflicto bélico más grande habido hasta ahora. De una manera muy interesante, deliciosa y a la vez sórdida, a la manera de Resnais, a la vez que nos narra los horrores de esos bombardeos, nos bombardea con dibujos e imágenes surrealistas, oscuras, así como retazos de la pintura maestra de Picasso, recortes periodísticos de la época, así nos narra todas las atrocidades que tuvo que soportar la ciudad, conectando esas oníricas y surrealistas imágenes con versos que el poeta Paul Éluard compuso a la ciudad mártir. El corto está narrado primero por Jacques Pruvost, luego por la fría y absorbente voz de María Casarès, cuyo solemne relato realza la seriedad del corto, le brinda intensidad. En el final, tras hablar de la muerte, de los sueños y esperanzas rotas, el hombre se yergue, una figura humanoide resalta entre los escombros, y es que, después de todo, la esperanza se abre paso: la inocencia sobrevive al crimen.





Notable el corto de Resnais, que con palabras me resulta difícil describir, pues su lenguaje audiovisual está más hecho para verse y oírse: con imágenes en blanco y negro acompaña las narraciones, dibujos y pinturas antropomórficas oscuras, solemnes, tristes, que, junto a la correcta voz en off narradora, potencian la historia que oímos de las miserias vividas. Es soberbia la forma en que usa los retazos de la Guernica para ilustrar el dolor humano, sufrimiento, la impotencia y desesperación de aquellos días, y es que el inmortal cuadro de Pablo Picasso es la obra idónea para representar los terrores que produjeron aquellos sucesos. La música realza el drama y la tortura que apreciamos en las imágenes, dibujos cubistas, abstractos, animalescos. Conocida es la historia de que cuando al maestro Picasso los nazis le preguntaron quién había pintado ese cuadro, él les respondió que habían sido ellos quienes lo habían pintado, ellos lo inspiraron, y este corto ayuda a entender y sentir mejor esa extraordinaria respuesta del artista. Excelente el paralelo, y excelente la forma en que nos presenta la historia, que viene a ser un buen entremés de lo que después el genial Resnais nos entregaría. 




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