domingo, 4 de septiembre de 2011

Corazón de perro (1976) – Alberto Lattuada

Humor anticomunista, ácido, surrealista, lleno de metáforas y de mensajes ocultos que se deben ir desprendiendo de la visión de una película que destila con sutileza una decidida critica y claro, mucho surrealismo. Cuando se ve una película de crítica hacia un sistema, ya sea político, religioso, o de cualquier ámbito, muchas veces se trata de transmitir ese pensamiento crítico y de repudio a través de un humor que satirizará las costumbres de lo criticado, este humor variará de acuerdo al contexto social del movimiento abordado (o criticado), y con frecuencia mientras más sutil pero a la vez clara y directa sea esa sátira, mayor será el éxito y mérito de la cinta, pues como se dice, a buen entendedor, pocas palabras. Es así en este caso, el humor se encarga de crear una suerte de satirización al comunismo, y hará mofa las costumbres sociales y algunos aspectos culturales de la Rusia de postguerra, que comienza a aplicar los principios económicos heredados de Lenin. Estamos pues frente a una cinta inusual desde muchas perspectivas, empezando por el realizador, Alberto Lattuada, uno de los nombres mayores de la cinematografía italiana, otrora colaborador del inmortal Fellini, de Monicelli, Antonioni, entre otros grandes cineastas del cine latino, prolífico y activo artistas que dirigiría a otro inmortal individuo, el mítico nórdico Max von Sydow intervendrá a su vez también en la cinta.



El filme nos narra la fantástica historia de un perro que se transmuta en humano luego de una operación quirúrgica. El gestor de esta disparatada operación es nada menos que el gran Max Von Sydow, ese genial sueco del que he tenido suerte de disfrutar no pocas películas dirigido por el inigualable maestro Ingmar Bergman; pues bien, las que sí he visto en muy pocas ocasiones son películas con el sueco Von Sydow hablando en italiano, lo cual a mi parecer da completamente otra aura y mística al personaje (no es ya el personaje frío, melancólico, introvertido e introspectivo de los filmes muchas veces existencialistas de su paisano Ingmar), una mística que no deja de atraer, de seducir al conjugarse dos naturalezas disímiles, la del frío nórdico y la del fogoso latino. Es así que vemos al italianizado Von Sydow interpretando al profesor Filipp Filippovich Preobrazenski, un doctor de renombre mundial, que lleva una vida en la sociedad soviética que está viendo cómo se aplican las políticas leninistas. Está realizando investigaciones para averiguar si es posible el rejuvenecimiento humano. En medio de sus actividades, conoce y se encariña con un perro callejero, al cual adopta y lleva a su casa a vivir, junto con su ayudante y su criada, la atractiva Zina (Eleonora Giorgi).



Es este el can que vemos desde el comienzo de la película, y en interesantes escenas lo veremos filosofar sobre el mundo de los humanos, lo ingenuos que son, la manera como se engañan, todo desde la perspectiva de un perro callejero. En determinado momento, el profesor Filippovich y su compañero realizan la novedosa (y descabellada) operación de trasplante de testículos y de glándula pituitaria de un humano al perro callejero adoptado. Los resultados son insospechados: el can perderá la cola, pelos, andará en dos patas, aprenderá a hablar y se transformará por completo en un humano (Cochi Ponzoni lo interpreta), se le colocan ropas y hasta se registra como ciudadano, adoptando el nombre de Poligraph Poligraphovic. Sin embargo, el can heredará todos los defectos del humano donador de los órganos, y nunca se desprenderá de sus costumbres e instinto animal. Se comporta como un perro, persigue gatos, es vago, irresponsable, no tiene modales, desarrolla una gran pasión por Zina, y tiene una marcada fijación revolucionaria. Termina inscribiéndose en el partido comunista, y después de mostrar conductas por demás inaceptables, el profesor decide volver a convertirlo en perro, lo cual hace, aunque no se aprecia el modo en que lo hace.



La película aborda también la controversia de los límites de la ciencia y tecnología, hasta llegar al punto de jugar a ser Dios, ilustrándolo con el decepcionado profesor, que clama frustrado que el “descubrimiento” no es un descubrimiento. Valiéndose del surrealismo, el italiano Lattuada presenta esta comedia satírica, mordaz, aguda, un tanto inquietante, nos muestra su crítica y mofa, que está magistralmente plasmada, pues es tan sutil como directa, está ahí tan presente, tan flagrante, pero a la vez escondida en su surrealismo, una de esas películas de critica a un régimen de mandato que cifran en su doble sentido y simbolismo todo su mensaje, y esta película pasa con nota esa misión. Un perro comunista, severa figura, el animal se hace humano, persigue gatos, es maleducado, holgazán,  sigue sus bajos instintos carnales, y... se inscribe en el partido comunista, delirante situación que ya va deslizando el mensaje y sentir del realizador. Representa además el escarnio en el paralelo entre el hombre acomodado, la clase rica, y el perro con sus instintos y costumbres animalescos, su falta total de maneras. Finalmente veremos al can como empezó, mirando todo desde abajo, y filosofando desde su particular perspectiva, que de cierta forma no es otro enfoque que el del propio Lattuada, que nos brinda un ejercicio fuertemente teñido de matices políticos, aderezado con toda su sapiencia, la de un todoterreno del cine italiano. Von Sydow no necesita mayores presentaciones, su presencia es otro de los atractivos del filme, un filme tan inusual como recomendable.



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