Antichrist es uno de los puntos más altos de la filmografía del siempre irreverente Lars Von Trier. Este danés jamás ha conocido lo que es amaneramiento convencional a la hora de seleccionar, o muchas veces idear y elaborar él mismo la narrativa de sus películas. Lo que logra en Antichrist vendría a ser un trabajo de extrema madurez en ese aspecto narrativo, el uso de la cámara de una manera muy distinta a sus proyectos inmediato precedentes a este título, además de que cuenta con muy buenas actuaciones estelares, sobre todo de Charlotte Gainsbourg, ganadora del premio del Festival de Cannes a mejor actriz, un sólido apoyo actoral que sin duda refuerza notablemente el drama. Recordemos que Von Trier trabaja a lo largo de los años presentando sus películas en trilogías, sin que esto excluya la creación de películas independientes de esas trilogías; sin embargo, lógicamente cada trilogía (dos ya terminadas y una tercera esperando su película final) posee generalmente elementos que las hace muy diferenciables del resto, estética y visualmente, narrativa y expresivamente, argumentalmente, son tríos de películas hermanas. Digo generalmente porque está la evidente excepción de Idioterne (1998), segunda parte de la segunda trilogía, USA, lo que no es tan evidente es la razón de esa marcada diferencia, pero eso sería motivo de otro artículo o debate. Esta película, hablando de películas ajenas a sus mencionadas trilogías, está contextualizada por sus precedentes, el extraño “documental” Las Cinco Condiciones (2003) y la inusual comedia El Jefe de Todo Esto (2006)
En ambas películas no utiliza estilos convencionales, la primera es literalmente el destrozo, mutilación de un corto clásico de un realizador danés, y en la segunda pone en acción su peculiar creación, Automavisión. Ambos ejercicios son películas muy distintas al promedio, apreciables a su manera, juzgando claro que tenemos películas de Von Trier al frente. Hecho y establecido ya el contexto, indicamos el estreno, en 2009, de Antichrist, una película donde, ya sin la temblorosa y nerviosa herencia del famoso Dogma 95, la cámara se vuelve un excelente agente narrativo, expresivo, dinámico, firme, algo de por sí ya muy llamativo e interesante viniendo de uno de los fundadores del conocido dogma, director del Dogma#2, la mencionada Idioterne. Uno de los grandes atractivos de la película es, asimismo, su por momentos abrumador preciosismo estético en las secuencias cruciales, donde retrata con bizarras y hermosas imágenes escenas de gran poderío y atractivo visual, potenciadas por marcados contrastes de blanco y negro con color, fantasmagóricos y densos escenarios, una oscuridad de belleza casi barroca, dando la impresión de estar viendo pinturas impresionistas o surrealistas. A esto se suman unas imágenes increíblemente crudas, que son donde llega a su cúspide el elemento bizarro, y donde se muestran secuencias muy fuertes, con lujo de detalles, pues esta es la película más provocadora de uno de los directores más provocadores que se haya visto últimamente. Von Trier sacrifica un argumento de mayor riqueza para adentrarnos de una manera casi quirúrgica en la psiquis de la desviada protagonista, para narrar esta controversial e impactante historia.
La pareja que acapara la historia está conformada por Willem Dafoe y una sorprendente Charlotte Gainsbourg, de quienes nunca sabemos sus nombres, y no hay necesidad de hacerlo. En un aletargado y onírico inicio, el blanco y negro, una prolongada cámara lenta y música clásica presentan un marco plagado de agua, sexo, infancia, todos elementos entrelazados indivisiblemente. Esta primera secuencia nos narra, sin palabras, un momento intensamente sexual, donde ocurre la desgracia de morir el hijo de la pareja. El dolor destroza completamente a la mujer, que es apoyada por su esposo, un experimentado terapeuta, que pretende ayudarla a superar la situación él mismo, y pretende elaborar una pirámide jerárquica de sus miedos. Mientras, ante todo su dolor, el sexo envuelve todo, el sexo violento es su respuesta a ese dolor, es su manera de menguar el sufrimiento. Ella es inducida a un viaje metafísico/hipnótico hacia un oscuro edén, lleno de niebla, soledad, un puente, y donde unos animales profundamente simbólicos, se le presentan: un ciervo, un zorro y un cuervo, una atmósfera lúgubre que solamente cambia cuando ella se acuesta, tornándose todo verde. Emprenden, a la par de ese viaje mental, un viaje de apartamiento y alejamiento a una cabaña, donde él pretende adentrarse en sus miedos y curarla de la profunda depresión que sufre. En el camino, y antes de llegar a esa extraña y silenciosa cabaña, se va materializando la fantasía de ella, primero con el puente y luego con la bizarra imagen de un ciervo que tiene colgado un feto muerto.
Ya en la cabaña, ella sufre alucinaciones y su violencia se va expresando más intensamente, va desarrollándose la fusión de la fantasía con la realidad, y ella encuentra repugnante, repulsivo y diabólico el edén, el bosque de la cabaña en que poco a poco va tomando más forma el episodio hipnótico de ella, siguiendo al ciervo un zorro que se devora a sí mismo, y que le dice a él de manera surreal “chaos reigns” (caos reina). Mientras, el sexo sigue siendo la violenta catarsis de ella, golpes, masturbación, manifestaciones cada vez más extremas, fusión con la naturaleza y otras circunstancias que van haciendo la situación más densa y tensa. Tras esto, hay un profundo y brusco cambio en ella, y su violencia alcanza su máxima expresión, enfocándose en su marido: perfora su pierna y le introduce un pesado objeto metálico, para evitar que la abandone; mientras, escapando él de ella, se materializa el cuervo. Luego, cuando una siniestra y oscura maldad se está apoderando de ella completamente, ella se mutila, se cercena el clítoris, en una poderosa y simbólica escena donde extirpa el placer sexual, su catárquico y violento desfogue. Ellos se reúnen de nuevo, y los animales, los tres mendigos, se personifican en la casa, significando esto que una muerte debe producirse. Tras una terrible batalla, él la asesina y la incinera, produciéndose la secuencia final donde fantasmagóricamente una inmensa multitud de mujeres se aproximan. Nuevamente, exactamente como al inicio, el danés utiliza el blanco y negro más una cámara aletargada, y música clásica para crear en esta oportunidad un ambiente tétrico y surrealista. El filme ha terminado.
Completa Von Trier uno de sus trabajos más logrados, visualmente es una de las cumbres de su obra, el oscuro barroquismo que acompaña toda la historia, y las imágenes que “hablan” de los sentimientos de los personajes, de sus fantasías. También, un soberbio uso de la cámara sirve como gran medio narrativo/expresivo, para presentar esta titánica lucha entre la razón, el empírico, arrogante y racional doctor, versus la extrema naturaleza humana, la maldad pura y metafísica, fusionada con la naturaleza, ella, un complejo universo al que él es ajeno completamente. Es un drama con tintes de mucho terror, de angustia, pesadillescas situaciones, donde todo se va densificando cada vez más, como dijo el zorro parlanchín, el caos reina en ese infernal edén, donde la realidad es deformada, donde el anticristo, la mujer, posee todo, la maldad femenina impregna todo. Y es que Von Trier centra el poderoso clímax del filme, y su terrorífica carga dramática, en la mujer, ella es la maldad pura, ella es el Anticristo. El escalofriante descubrimiento de que ella colocaba los zapatos al revés a su difunto hijo, lo cual devino en una deformidad ósea en el infante, revela su retorcida y maligna naturaleza. Ella torturaba a su hijo, ella es un ente maligno, diabólico, que pretende poseerlo todo, destruirlo todo. Antihcrist logra momentos de verdadero e impresionante delirio, como lo es la impactante escena del violento acto sexual, rodeado por una infinidad de antebrazos, sexo duro, fusión escalofriante con la naturaleza, que cobra vida desde su inerte condición de testigo, es una imagen poderosísima visualmente hablando donde se puede apreciar mucho de todo el despliegue visual estético del que el ya maduro danés hace gala durante todo el filme.
Inevitablemente una película así tenia que generar críticas de gran apreciación a semejante trabajo, y a la vez detractores, agentes de censura que no tolerarán todo ese brutal ejercicio, se sentirán ofendidos de ver imágenes tan fuertes como las presentadas por Von Trier en este su hasta ahora más provocador filme, genitales en un desenfrenado acto sexual, una masturbación que incluye una sanguínea eyaculación, las crudas imágenes del feto de ciervo muerto y el zorro que se auto devora, y por supuesto la muy detallada secuencia de la automutilación del clítoris por parte de la maligna mujer. Fue todo eso lo que básicamente alimentó la gran controversia y polémica que rodeó al filme, que, vale decir, fue inspirado en una auténtica y profunda crisis depresiva que Von Trier sufrió un par de años atrás, por lo que podemos ver en mucho del trabajo una fuerte dosis de auto análisis del infierno de este danés que no se cansa de recolectar inusuales adjetivos. El argumento, como mencioné, en el balance general podría parecer un tanto simplón, pero queda compensado con la riqueza visual y sus poderosos simbolismos, la escisión del clítoris siendo uno de los más fuertes sin duda, así como las referencias medievales del ciervo con el feto muerto colgando, el sufrimiento, el zorro devorándose a sí mismo, el dolor, y el cuervo que sale de bajo la tierra, símbolo romántico del terror, la desesperación. Von Trier es acusado muchas veces de misógino, y, viendo esta película, así como muchos otros títulos suyos, no es de extrañar, sobre todo en la escena de la multitud femenina que aparece al final, donde maximiza la figura de la mujer maligna, la maldad se esparce al género femenino, se universaliza a ellas con esa escena, pero acusar de misógino a un director como Von Trier es una crítica que resulta casi risible conociendo su estilo. Hablando estrictamente de su propuesta artística, creo poder decir que estamos ante una de las cumbres de este increíble realizador, que deja muy ansioso al espectador de ver sus posteriores trabajos, que deja a los seguidores de toda su trayectoria, con indecibles esperanzas en los futuros títulos de este individuo. A tomar en cuenta el detalle de la dedicación del filme al gran titán de la estética cinematográfica, el genial Andrei Tarkovski. Increíble, Lars, increíble.
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